Borrar

El impuesto a los refrescos

No hay ningún alimento absolutamente bueno, ni absolutamente malo, todo depende de la cantidad y la asiduidad con la que se consuma

José Enrique Campillo

Jueves, 18 de mayo 2017, 17:07

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Tenemos la mala costumbre de echar la culpa de lo que nos pase a quien sea, sin asumir nuestra propia responsabilidad. Y si a la mayoría de la gente, de cualquier edad, nos sobran algunos kilos de grasa no somos capaces de asumir nuestra responsabilidad en el proceso de engorde y buscamos a algún culpable; por ejemplo las bebidas gaseosas y los refrescos en general.

Nada tienen que ver esos bollos, cruasanes y similares elaborados con las grasas menos saludables y llenos de azúcares. O de esas pizzas prefabricadas y platos elaborados industrialmente que nos comemos todas las noches. Tampoco tiene que ver el sedentarismo que hace que nuestras posaderas estén permanentemente sobre algo blandito ya sea asiento de coche, silla de trabajo o sofá frente al televisor. No, nada de eso y más que ya se imaginaran, es la causa del sobrepeso. Engordo por culpa de esa lata, de lo que sea, que bebo de vez en cuando.

Seamos serios. Hoy día, en los recreos los únicos músculos que ejercitan los niños son los del dedo pulgar tecleando en el teléfono móvil. O que el bocadillo de chopped con el pan bien untado de margarina les aporte casi 500 Kilocalorías de la grasa más dañina que existe. ¿Cuántos refrescos tienen que beber para equipararse a ese bocadillo?

Lo correcto es educar a la población, invertir en campañas para explicar cómo se debe comer para tener salud, reducir los impuestos y las tasas a los alimentos más saludables, a las verduras cultivadas como Dios manda, a las carnes de animales criados en condiciones naturales. Pero me temo que detrás de esas imposiciones hay algo más que la salud. Vamos a analizar la cuestión de si los refrescos engordan desde este punto de vista y luego que cada lector asuma las conclusiones que estime oportunas y proceda.

Un refresco no es ni más ni menos que una bebida compuesta de agua (que no tiene calorías), una serie de aditivos aromatizantes, colorantes y antioxidantes (que pueden ser más o menos sanos, pero tampoco tienen calorías), algunos estimulantes como la cafeína (que no contienen calorías) y azúcar para proporcionarle un sabor dulce (que si tiene calorías).

Los refrescos no suelen contener proteínas o grasas. Un refresco normal contiene en torno a 10 gramos de azúcar por cada 100 mililitros de bebida (el azúcar de una bolsita para el café). Es decir, un vaso grande de refresco (200 ml) contiene 20 gramos de azúcar, que aportan 80 Kilocalorías. Un par de cucharaditas de miel ya tienen más azúcar que un vaso de un refresco. Si te tomas tres vasos al día, has aportado a tu organismo por ese concepto 240 Kilocalorías y 60 gramos de azúcar que es la cantidad diaria que los organismos oficiales recomiendan no superar al día. ¿Y eso es mucho o poco?

No hay ningún alimento absolutamente bueno, ni absolutamente malo, todo depende de la cantidad y la asiduidad con la que se consuma. Hay que instruir a la ciudadanía en como comer de manera saludable e invertir personal y recursos en ello.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios