«No estaré en la carrera para suceder a Revilla, no me resulta apetecible»
«El Gobierno cántabro debe redimensionarse y no crecer más, hay áreas con exceso de personal y otras con serias carencias»
Gonzalo Sellers
Santander
Lunes, 15 de julio 2019, 07:33
La salida de Vicente Mediavilla (Santander, 1967) de la política fue abrupta. En 2011, siendo todavía consejero de Presidencia y Justicia, el PRC logró ... que el Parlamento lo propusiera como magistrado para el TSJC. La reacción de la oposición y de las asociaciones de jueces y fiscales fue tremenda. Su candidatura cayó en desgracia y el CGPJ se decantó por Paz Hidalgo. Ese día Mediavilla decidió cambiar de vida. Uno de los hombres fuertes del presidente, considerado un pilar del PRC del futuro y uno de los mejores colocados para suceder a Miguel Ángel Revilla decía adiós a la política por la puerta de atrás. Ahora ha llegado a esa misma meta, la Magistratura, a fuerza de codos. Tras una oposición, Mediavilla espera destino para incorporarse como juez al Contencioso de alguna capital de provincia.
–¿Cómo ha sido la vida de Vicente Mediavilla alejado de la política los últimos 8 años?
–Atractiva y muy intensa. Hay vida después de la política. He trabajado como letrado del Gobierno, también me incorporé a la universidad como profesor asociado y he tenido mucha vida familiar. La política provoca un gran desgaste y quita mucho tiempo para estas cosas. También he cultivado aficiones desconocidas para mí, como el running. Empecé un día con unos amigos saliendo a correr y he terminado haciendo ultramaratones. He corrido tres campeonatos de España de 100 kilómetros. Una cosa impresionante (se ríe).
–Me consta que en las últimas semanas ha pasado más tiempo del habitual en el despacho del presidente del Gobierno. ¿Le ha pedido ayuda para confeccionar el nuevo Gobierno?
–Sí, pero no desde el punto de vista de las personas, sino por mi experiencia de 25 años trabajando en la Administración Pública. Conozco el Gobierno y cuáles son sus necesidades y prioridades.
«El presidente no me ha ofrecido un puesto en el Gobierno porque le avisé de que no quería estar»
política
–¿Por ejemplo?
–El Gobierno tiene un reto esencial: hacer política de personal con mayúsculas. Hay que redimensionar la Administración a las necesidades reales de una comunidad uniprovincial como Cantabria. Hay espacios sobredimensionados de personal y otros con serias carencias. También hay que reducir la burocracia y las cargas administrativas para que la relación con empresas y ciudadanos sea más ágil.
–¿En qué áreas sobra personal y en cuáles falta?
–Hace falta potenciar la dependencia, la educación, la sanidad, la seguridad y la justicia. Esta Administración no puede crecer más y debemos repensarla para dentro de 15 años, no sólo solucionar el hoy y el mañana. Para eso tendría que haber un pacto de todas las fuerzas políticas en el Parlamento.
–Eso suena a utopía.
–Pero a veces las utopías se convierten en realidad. Nos estamos jugando demasiado. Hay que redimensionar la Administración, flexibilizar los procedimientos y evaluar el desempeño de los puestos de trabajo. Lo siento, pero no entiendo que haya que pagar lo mismo a un funcionario que trabaja mucho y a otro que hace lo justo. Pues no. No tiene que ser así. La imparcialidad del funcionario tiene sus ventajas, pero eso no puede suponer que se anquilosen las estructuras.
–¿Cómo afrontaría todos estos cambios si estuviese en el Gobierno?
–Lo primero sería crear un consejo de funcionarios que pudiera sentarse a pensar detenidamente en el futuro de esta Administración. De ahí saldrían propuestas concretas que las consejerías deberían cumplir. No es de recibo, por ejemplo, que un expediente tarde ocho o nueve meses en tramitarse.
–Como ocurrió la pasada legislatura con los permisos para determinados proyectos y provocó una guerra entre Medio Ambiente e Industria.
–Por ejemplo. No lo he hablado con el presidente, pero sería partidario de constituir una comisión delegada del Gobierno en la que tendrían que estar inexorablemente Presidencia, Economía e Industria. Habría que adoptar decisiones para reformar y flexibilizar esa relación entre las empresas y los ciudadanos con la Administración. Y no estoy hablando de menoscabar garantías, sino de todo lo contrario.
«No entiendo que cobre lo mismo el funcionario que trabaja mucho y el que hace lo justo»
cambios
–En esas reuniones para diseñar el nuevo Gobierno, ¿le ha hecho alguna oferta Revilla para volver a la política?
–No me ha tentado con nada. Él ya sabía desde hace tiempo, desde antes de ganar las elecciones, que yo no quería formar parte del Gobierno ni de nada. Por eso en sus planes no contaba conmigo, y lo hubiera rechazado aunque me lo hubiera ofrecido. Además, con Miguel Ángel Revilla tengo una relación muy especial. Única. Como la de un padre y un hijo. Tenemos mucha confianza y mucha sinceridad mutua. Le dije en su momento que quería dejarlo, que quería ser magistrado y él lo entendió perfectamente, no puso ningún tipo de resistencia ni me intentó convencer porque ya sabe que esa es mi vocación.
–Pero en los últimos ocho años sí ha tenido ofertas para volver a la primera línea.
–Sí, hombre, claro. Desde luego. Aunque nunca puedes decir de este agua no beberé, en estos momentos no estoy pensando en eso ni mucho menos.
–Salvador Viada, fiscal del Tribunal Supremo, defiende que «lo ideal sería que el juez que se dedica a la política no vuelva a la judicatura» porque la actividad política «resta imparcialidad manifiesta al juez». ¿Lo comparte?
–Discrepo abiertamente. Se minusvalora el significado de la política cuando haberse dedicado a ella no debería ser impedimento de nada, al revés, debería ser un mérito valorable. Ahora parece que es un demérito y no estoy nada de acuerdo. Se demoniza a los políticos y, en realidad, deberían estar los mejores ejerciendo la política. Yo estoy muy orgulloso de haberme dedicado durante ocho años a la gestión pública y de haber pertenecido al Gobierno de Cantabria.
«Se demoniza a la gente que se ha dedicado a la política, no lo entiendo, yo estoy orgulloso»
desprestigio
–Su viaje ha sido peculiar. Estamos acostumbrados a jueces que pasan a la política (Baltasar Garzón, Antonio Alonso, Antonio Camacho, Manuela Carmena...), pero no lo contrario.
–Por suerte o por desgracia llegué a la política muy joven. Con 34 años ya era consejero de un gobierno autonómico. Tenía toda la vida por delante, pero en un momento dado decidí dejarlo. Lo tenía claro. Fueron ocho años muy intensos, de una actividad y un desgaste personal considerable porque me dediqué a ello en cuerpo y alma. Necesitaba oxigenarme.
–¿Le cierra la puerta a volver?
–Nunca se sabe. Desde luego no entra en mis planes. Mi futuro ahora pasa por la carrera judicial.
–Y desde esa relativa distancia, ¿cómo ve la sucesión en el PRC?
–El PRC tiene mucho futuro después de Miguel Ángel Revilla. Sin ninguna duda. Es un partido muy consolidado y que ha hecho un gran trabajo de organización en todos los municipios. El futuro está garantizado. Revilla ha tenido la visión de ensanchar las bases con jóvenes preparados, universitarios, de carácter urbano, con capacidad de gestión y de liderazgo.
–Usted siempre ha sonado, y hasta hace poco seguía haciéndolo, como posible sucesor de Revilla, ¿dejaría pasar esa oportunidad?
–Desde hace ocho años la política ha pasado a un segundo plano y no voy a estar en esa carrera. Si fuese tan apetecible lo haría, a mí no me resulta atractivo.
–¿Se ha quitado ahora la espina clavada de 2011 con la Magistratura?
–Podría decir que en parte sí. No es que tuviera un resquemor, las cosas sucedieron así, opté en una terna a la plaza, no me eligió el CGPJ y no tengo nada que decir. Además, la persona que fue escogida (Paz Hidalgo) tiene todos mis respetos y creo que lo hace francamente bien. Desde ese momento tenía clarísimo que iba a ingresar en la carrera judicial.
–¿Cómo recuerda aquellos días? Visto con perspectiva, ¿cree que las criticas a su intento de ser magistrado a propuesta del Parlamento fueron injustas?
–La distancia siempre te permite tener cierta perspectiva de las cosas. Seguramente, algunas cosas que se dijeron podían ser razonables, no digo que no, pero otras fueron injustas. No hacia el sistema, sino hacia mi persona. Hubo algún comentario de gente que no me conocía que sí me molestó bastante porque pusieron en tela de juicio mi profesionalidad. Las peores críticas llegaron de sectores que no me conocían de nada y opinaron gratuitamente. Pero ya está, no me quedó ningún trauma. Al poco tiempo, además, tuve la suerte de ir al gabinete técnico de la Sala Tercera del Tribunal Supremo y fue un año muy provechoso, no solo como jurista sino para aprender otros métodos de trabajo distintos.
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