'Ciclón', el último de los Pompeyo
Su dueño, Teodoro Palacios-Cueto, lo dona al Museo Marítimo para que «los jóvenes puedan ver cómo trabajaban los calafates de la ciudad»
«Como barco es un triste bote, pero como bote es un piano de cola». Teodoro Palacios-Cueto encargó la construcción de 'Ciclón' a Antonio ... y Julián Sáiz, los últimos propietarios de los Astilleros Pompeyo, hace más de 35 años. Los dos calafates santanderinos ya estaban a punto de retirarse, pero aceptaron este último encargo para poner el broche a su actividad. Tras surcar los mares con él durante décadas, Palacios-Cueto ha decidido donarlo al Museo Marítimo del Cantábrico para que los más jóvenes, aquellos que no pudieron conocer el trabajo artesanal de los astilleros de la ciudad, vean de cerca esta embarcación y sus particularidades.
'Ciclón' es especialmente interesante por su casco a tingladillo. Como explica el director del museo, Gerardo García-Castrillo, es un método de construcción naval que se caracteriza porque las tablas usadas para su construcción se sobreponen unas a otras, como si fueran escamas. «No es muy habitual en España. Por lo general, el casco se hace liso». Sí es común en otras culturas. Las embarcaciones vikingas, por ejemplo, solían utilizar esta técnica, «con líneas de proa a popa que parecen costillas». Sigue utilizándose en países nórdicos, pero aquí no era tan popular por su dificultad. «El tingladillo es más complicado, pero también más fuerte». Permitía que las embarcaciones fueran más resistentes. «'Ciclón' está perfecto, tiene una calidad estupenda a pesar del paso del tiempo», asegura García-Castrillo. El barco también es singular por sus cuadernas –las 'costillas' de madera que lo recorren de babor a estribor y estructuran el casco–, con varetas de madera curvadas a vapor y remaches de cobre. «Es un barco de recreo, en el museo hay un par más de Pompeyo».
Cuando no existía el poliéster, explica Palacios-Cueto, era conveniente que los botes salvavidas que llevaban los barcos grandes en la cubierta estuvieran construidos a tingladillo. Como no existía el plástico, en una situación de emergencia era necesario contar con embarcaciones que permitieran la navegabilidad inmediata. Los de casco liso –la mayoría–, cuando se echan al agua, se hunden momentáneamente hasta que se hincha la madera. Mientras que, con el casco a tingladillo y sus maderas solapadas, la propia madera hace de junta y el barco, aunque esté expuesto al sol, flota directamente cuando se bota al mar.
Los Astilleros Pompeyo tuvieron mucha importancia mientras no existió el poliéster. «Hacían las mejores embarcaciones de recreo, las mejores que se han hecho en Santander. También construían pesqueros y llegaron a tener cerca de 40 empleados y varias naves contiguas en el promontorio de la ciudad».
En el centro de Santander
Los Astilleros Pompeyo estaban ubicados cerca de donde se sitúa actualmente el Museo Marítimo, en la calle Severiano Ballesteros. Era una carpintería con un gran volumen de trabajo que «destacaba por su calidad». En los años 70, había mucho auge de construcción naval en Santander y «una gran tradición de calafates», apunta Palacios-Cueto. Estos carpinteros de ribera eran quienes hacían los barcos de pescadores. «De chavales jugábamos por allí y les veíamos construir. Tenía un encanto especial porque todo lo que está hecho de madera y artesanalmente tiene unas connotaciones muy particulares. Nos gustaba andar cerca y observar cómo trabajaban mientras nos bañábamos junto a los arrecifes».
Palacios-Cueto habla con pasión sobre 'Ciclón'. «Fue construido con mucho cariño y mucha autoexigencia». Si se desprende de él es porque quiere que la gente joven pueda verlo expuesto en el museo y disfrutar de él. «Eran muy perfeccionistas y, viéndolo, pueden adentrarse en la intrahistoria de los calafates de ribera y la tradición que había en Santander». Los Pompeyo eran los que más tradición y más especializados estaban en este tipo de construcciones que simulaban las escamas. «Y por ello les pedí, cuando ya eran mayores y estaban cerca de jubilarse, que me hicieran esta embarcación, el 'Ciclón', hace aproximadamente 35 años». Ellos accedieron a su petición y lo hicieron los dos hermanos que quedaban vivos, Julián y Antonio. La construcción del bote llevó siete meses por su gran nivel de detalle. «Es el típico barco auxiliar de una embarcación más grande, un bote de caoba remachado en cobre. En mi caso no era auxiliar, pues era el único que tenía».
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