«Les da igual, no ven las muertes de cerca»

Ella distingue ese dolor. Perdió a su padre, Julio Ceballos, y no lo ha superado. «Lo que están haciendo los que salen alegremente de botellón y se quitan la mascarilla para beber es una desconsideración hacia las familias y los fallecidos, pero también hacia los médicos, enfermeras y personal sanitario que se la han jugado por nosotros. Muchos de estos también han muerto», subraya.

El fin del estado de alarma trajo consigo la derogación del toque de queda, por lo que deambular por las calles de madrugada dejó de ser punible. Con la hostelería cerrada en Cantabria desde las diez y media de la noche, la alternativa para algunos es socializar en torno a unos litros de alcohol. «No sólo es la juventud, tampoco hay que criminalizarlos», asegura Lucía Zubillaga, que perdió a su madre durante la pandemia. «A los jóvenes si les das armas para hacer algo, pues lo hacen», recalca. «Es una pena que no tomen conciencia de la realidad, parece como si el virus se hubiese ido de vacaciones o ya no existiese», puntualiza.

Una teoría con la que coincide Javier Díaz, sobrino del fallecido Ventura Fraile Prado, al que todos en Reinosa conocían por 'Lolo'. «Las imágenes que más salen e impactan son las de los jóvenes, pero sólo hay que darse un paseo por los bares y restaurantes para comprobar el constante reguero de incumplimientos. La gente no lleva puesta la mascarilla, se la dejan a la altura de la garganta. Beben y charlan de cerca sin darse cuenta o sin querer darse cuenta», considera.

«Más que rabia lo que siento es impotencia. Me dio una especie de bajón. La gente es muy irresponsable y poco solidaria», relata Rosa Gutiérrez, que perdió a su madre, Julia Díez Gómez, por culpa del covid. «Resulta que ahora la libertad es salir a tomar copas a la calle a pesar del riesgo, pero esto era algo que ya estaba prohibido antes de la pandemia», recuerda. Es uno de los asuntos del debate en el que más inciden las familias de este reportaje.

«Cuando la gente grita 'libertad, libertad...', ¿de cuál de ellas hablan? ¿De la suya, de la mía o la de la sociedad en conjunto?», reflexiona Javier Díaz. «Es simple y llanamente un asunto de educación y de respeto hacia los demás», recalca. «Claro que la libertad es importante. Es importantísima. Que nos lo digan a nosotros, los que tuvimos que vivir en una dictadura», reflexiona Rosa Gutiérrez. «Y resulta que ahora, porque lo dice una política, la libertad se reduce a salir de cañas», incide.

Rosa Eva Fernández trabaja en el Instituto Estelas de Cantabria de Los Corrales de Buelna. Ella está cerca de los adolescentes, los más señalados, y sabe cómo piensan. «La gente joven quiere vivir la vida e ignoran los riesgos que corren ellos y sus familias», afirma. Lo analiza desde el punto de vista de quien también ha sufrido de cerca la cara más amarga de la pandemia. Su padre, Eulogio Fernández Peña, falleció a causa del covid. «También tengo alumnos que se han quejado amargamente porque no se sienten representados por esa parte de sus compañeros. La mayoría de estos últimos han tenido a familiares que lo han pasado muy mal», explica.

«La gente tiene que entender que lo que estamos viviendo no es una pandemia o una crisis sanitaria a nivel mundial. Es una guerra con todas sus letras que todos libramos contra un mismo enemigo: el maldito coronavirus. Y la gente que no lo ha vivido de cerca no es consciente, no imagina lo que es capaz de hacer. Tampoco ayudan determinados políticos con sus incumplimientos, como el de nuestro presidente Revilla», sentencia Rosa María Ceballos.