Carola García de Vinuesa
La reputada inmunóloga, cuyas investigaciones fueron clave en el indulto de una mujer australiana acusada de matar a sus hijos, recoge mañana el galardón en Santander. «La ciencia es internacional», defiende
«La ciencia es internacional», dice con convicción Carola García de Vinuesa (Cádiz, 1969) y esa reivindicación de la ausencia de fronteras en los laboratorios ... y aulas del mundo es también reflejo de su trayectoria como inmunóloga al máximo nivel. Primero en Reino Unido, después en Australia, y de vuelta en Londres, donde es investigadora principal en el Francis Crick Institute, García de Vinuesa dice que ha vivido la ciencia desde la valía, sin más. «Me siento muy agradecida a mis países adoptivos porque han valorado siempre mis méritos y lo que podía aportar, independientemente de mi procedencia. Mis proyectos han sido siempre colaborativos, con gente de lugares diferentes y cada cual aportando técnicas e interdisciplinariedad, que es lo que en el fondo resuelve los problemas difíciles», expone la flamante Premio Nacional de Medicina Marqués de Valdecilla 2025, galardón que recoge mañana en Santander.
Le hace feliz que la inmunología sea la primera disciplina distinguida. «Cantabria está aquí a la cabeza», reconoce en conversación telefónica, en un aeropuerto alemán, entre congreso y congreso de inmunología, una rama en la que ella y sus grupos de investigación brillan. La mayoría de sus hallazgos tienen ya repercusión social, y otros están en vías. «Mi carrera me ha dado mucha satisfacción y hemos podido hacer descubrimientos con impacto en el conocimiento, en personas, en la sociedad, incluso en el sistema legal», indica antes de subrayar los hitos más relevantes de su trayectoria, como los descubrimientos de las células T foliculares colaboradoras y las células T reguladoras foliculares, o la caracterización de la proteína Roquin, nombre con reminiscencias gaditanas. También ha liderado avances con «impacto directo» en pacientes, entre ellos, en Gabriela, una niña española cuyo caso les permitió descubrir que hay mutaciones en el gen TLR7 que causan lupus en humanos. Con el tiempo se ha visto que las implicaciones no solo tienen que ver con el lupus, sino, probablemente, con enfermedades autoinmunes sistémicas. «Y lo bonito es que esto ha hecho que las compañías farmacéuticas hagan ensayos clínicos con los inhibidores del TLR7», celebra García de Vinuesa, que con una cátedra honorífica en Inmunología en la Australian National University (ANU).
Al margen de las vacunas o del covid, asuntos que colaron la inmunología en los hogares de medio mundo durante la pandemia, García de Vinuesa pone el foco en la inmunoterapia. «Ha transformado, ha revolucionado la supervivencia de muchos cánceres, de muchos tumores sólidos, en concreto», celebra, y luego explica que, más allá de esa primera inmunoterapia 'clásica', «lo que está llegando ahora es la inmunoterapia de células CAR-T, que no solo están revolucionando los linfomas, sino que están revolucionando el tratamiento de las enfermedades autoinmunes», precisa. «La inmunología está transformando la medicina a muchos niveles», abarcando enfermedades que, como el alzhéimer o la esquizofrenia, no se miraban desde la perspectiva de tener una base inmune. Y «estamos viendo que hay un componente muy fuerte que además, probablemente, se pueda manipular. Nos estamos dándonos cuenta de que la inmunología es una rama transversal que atraviesa casi todas las especialidades médicas, y por eso ahora en muchos países están creando centros de inmunología».
En su currículo hay, además, un hito con repercusiones absolutamente sorprendentes: la puesta en libertad de la australiana Kathleen Folbigg tras 20 años en la cárcel acusada de haber asesinado a sus cuatro hijos. Su descubrimiento determinó que una mutación provocaba la muerte súbita de los niños. «El caso me dio mucha satisfacción, pero también angustia y, sinceramente, dolores de cabeza y frustración. Fueron cinco duros años de trabajo –al margen del laboratorio– porque lo que teníamos que explicar era algo que la Fiscalía, inicialmente, no quería oír», evoca. El trato fue hostil, «pero teníamos convicción, creíamos en la ciencia» y «estaba claro que había que atender a esta mutación» como causa de las muertes. Ahora, echando la vista atrás, habiendo tratado a Folbigg –«es bonito verla tan bien y fuerte»–, y viendo que el caso sirvió «para revaluar el sistema judicial en Australia» y plantear que existan comités independientes de revisión de casos criminales, García de Vinuesa siente que cumplió con su deber.
Ella aportó su grano al caso. Eso es en lo que cree y lo que receta a todos los países, entre ellos, España «donde hay centros de investigación maravillosos y, por supuesto, equipos internacionales, pero creo que podría haber más». Porque más que retener talento, «lo importante es atraerlo», defiende.
«La ciencia es internacional», insiste, una idea que recuerda a la 'ciencia sin fronteras' que reivindicó este verano en la UIMP la biofísica española Eva Nogales, que investiga en Berkeley (EE UU). «Ese es también el motor de mi instituto actual», que cada año hace anuncia una serie de plazas y trata de «reclutar a los mejores». ¿Y le inquietan aquí las políticas de la Administración Trump, que ponen el foco en lo contrario? «De Trump me inquietan muchas cosas», dice García de Vinuesa, y entre sus temores está el hecho de que compañeros que trabajan en EE UU se planteen irse de allí porque se sienten «incómodos con esas políticas», cuando no amenazados. No obstante, también le preocupa «la amenaza» a los principios de la ciencia. «En mi campo en concreto, están utilizando argumentos que no están rigurosamente basados en la ciencia para cuestionar principios fundamentales y aceptados, como las vacunas, por ejemplo», lamenta.
¿Y cómo combatir el negacionismo científico, la pseudociencia? «Entre otros, como lo está haciendo la Fundación Marqués de Valdecilla: con un premio que celebra la medicina y la ciencia en un momento de cuestionamiento. No es premiar a una persona, sino lo que significa la investigación».
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