La mitad de las mujeres cántabras no tiene más hijos por razones laborales o económicas
Cantabria ·
Las dificultades para conciliar la vida familiar con el trabajo y los bajos salarios conducen a una maternidad tardía y menor de la deseadaLas dificultades para conciliar la vida familiar y laboral y los problemas económicos por los bajos salarios hacen que las cántabras retrasen su maternidad y ... tengan menos hijos de los deseados. Así lo refleja la encuesta de fecundidad realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) con datos de 2018, que pone en evidencia una realidad preocupante: casi el 50% de las mujeres de Cantabria que han tenido menos hijos de los deseados ha sido por razones laborales y de conciliación (el 24%) o económicas (el 23%). Además, cerca de otro 20% ha sido por motivos de salud, un 4,9% por no haber tenido una pareja adecuada para ello y un 4,7% por edad.
Estos datos conducen a Cantabria a ser la comunidad autónoma con mayor porcentaje de mujeres mayores de 40 años sin hijos, un 28,6%, casi diez puntos más que la media nacional, situada en el 19%. La situación no varía según disminuye la franja de edad. De esta manera, tampoco tienen hijos tres de cada diez cántabras que están entre 35 y 39 años y seis de cada diez de las que se sitúan entre 30 y 34 años, en ambos casos también por encima de la media de España. Y con menos de 30 años, sólo un 14,1% de mujeres ha tenido ya descendencia, aunque es el único ratio en el que la región supera al conjunto del país (11,9%).
«Vivimos una crisis de fecundidad caracterizada por una maternidad menor -nacen la mitad de niños que a mediados de los años 70 y el número medio de hijos por mujer está en 1,1, muy debajo del umbral de 2,1 considerado como necesario para posibilitar el reemplazo generacional- y más tardía. El resultado es que el periodo de fertilidad que les queda a las mujeres cuando deciden ser madres se acorta mucho y eso les dificulta que puedan tener varios hijos», reflexiona Silvia Tamayo, profesora del departamento de Derecho Privado de la Universidad de Cantabria (UC) e integrante del grupo de estudio para el diseño de la 'Estrategia frente al cambio demográfico'.
El número de hijos en Cantabria por unidad familiar es de 1,31 en el caso de las madres con más de 40 años; 1,13 de 35 a 39; 0,59 de 30 a 34; y 0,16 por debajo de 30 años, en todas las franjas por debajo del promedio nacional. «Hay más madres de 40 años que de 30 ó 25, algo que no es exclusivo de Cantabria, pero que es particularmente grave en nuestra comunidad. Según las proyecciones del Icane, vamos a perder en 20 años más de 50.000 habitantes, con un ritmo de reducción casi cinco veces superior al estatal», alerta la especialista.
«Las mujeres hemos pasado de tener hijos al principio del periodo fértil a tenerlos al final, lo que puede derivar en una infertilidad sobrevenida por la edad. Pensamos que podemos posponer con tranquilidad la maternidad, pero eso choca en el futuro con un problema procreativo. Es lo que se conoce como la causa social de infertilidad, la discordancia entre la edad biológica y la edad social de la fecundidad», explica. Este modelo reinante de una fecundidad menor y más tardía no sólo lleva aparejada una reducción de la población, también un envejecimiento de la misma, con «repercusiones inquietantes en los sistemas de protección social y en las finanzas públicas».
A Tamayo le sorprenden la falta de estrategias públicas para enfrentarse a esta crisis demográfica, «porque hay que ser consciente de que cualquier medida que se tome ahora, no tendrá efecto hasta dentro de 50 años». «Es más, la natalidad va a seguir descendiendo irremediablemente como consecuencia del tamaño de población en edad reproductiva, que es menor. El objetivo tiene que ir dirigido hacia que las personas tengan la descendencia que realmente deseen».
La situación parece que no va a cambiar en un futuro cercano. Según el INE, más del 82% de las cántabras encuestadas no tiene intención de tener un hijo en los próximos tres años, con una proporción mayor (un 48,6%) entre las que ya tienen alguno frente a las que aún no han sido madres (un 33,8%).
Respecto a las mujeres que no han tenido hijos, el mayor porcentaje, el 20,6%, lo justifica en que no quieren ser madres, mientras un 17,3% dice ser demasiado joven aún para serlo. Otro 13,7% no ha tenido una pareja o no era la adecuada, un 12,8% alude a razones laborales o de conciliación, un 10,9% a motivos económicos, un 7,6% por problemas de salud y un 5,2% porque querían seguir estudiando.
De la realidad a los deseos. De las cántabras menores de 40 años, un 15% manifiesta que no quiere ser madre, un 14,1% desea tener un hijo y un 70,6% dos o más. De las que ya han superado esa edad, un 15,7% indica que no quiere formar una familia, un 18,6% se decanta por tener un solo hijo y un 65,8% más.
Prioridades
En virtud de esta realidad, según destaca el INE, las medidas de conciliación familiar y el horario son los aspectos que más valoran de un puesto de trabajo las cántabras que tienen hijos. Las prioridades varían entre las que no tienen descendencia, que prefieren que el trabajo sea interesante y las satisfaga personal y profesionalmente. «La maternidad tardía es una reminiscencia del patriarcado. En el mundo laboral no hay condiciones que favorezcan poder ser madre. La desigualdad de género se ha reducido en las últimas décadas entre las personas sin hijos pero persiste cuando se tiene descendencia. La progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral les ha creado el dilema de tener que decidir entre desarrollar un carrera profesional estable y exitosa o tener hijos, lo que al final conduce a no tenerlos o hacerlo en menor medida de lo deseado. En el trabajo existe una penalización por maternidad que deriva de las expectativas que los empleadores tienen de quién se va a ocupar de los niños. Otra salida es decidir trabajar a tiempo parcial, a la que cada vez se recurre más», expresa Tamayo.
Otras conclusiones que deja el estudio del INE son que, a medida que aumenta el nivel educativo, se retrasa la maternidad; y que las extranjeras tienen más hijos que las españolas.
«Son necesarias medidas capaces de crear un entorno más favorable a la maternidad»
Analizadas las causas, ¿qué medidas se deberían tomar para dar solución a la crisis de fecundidad? Silvia Tamayo destaca que la atención sanitaria en el ámbito de la reproducción es «parte de la solución». «La reproducción asistida nos permite el acceso a la maternidad a edades que antes eran impensables y el resultado es que ha aparecido un grupo importante de madres 'añosas', cada vez más mayores. Hoy en día uno de cada nueve niños nacen por técnicas de reproducción asistida, es una nueva realidad social», analiza.
Pero la especialista considera que ver el problema desde esta perspectiva «lo minimiza y oculta realmente la importancia de los factores sociales que están detrás». Por ello defiende que «es más importante erradicar las causas de la infertilidad que combatir sus consecuencias». Y para erradicarlas, apuesta por desarrollar políticas dirigidas a impulsar una maternidad deseada más que a potenciar la cantidad de descendencia. «Es más importante cuándo tenemos los hijos que cuántos tenemos. Son necesarias políticas públicas efectivas de apoyo a la mujer capaces de crear un entorno más favorable a la maternidad. No se trata de convencer a las mujeres para que tengan más hijos, sino de colaborar a que tengan el número de hijos que quieren y cuando lo deseen», señala.
¿Qué medidas podían tomarse en este sentido? «Laborales, económicas y familiares», responde Tamayo. Las detalla. «La prioridad se tiene que situar en facilitar el acceso –y permanencia– al mercado laboral al grupo de población en edad fértil y, fundamentalmente, a las mujeres. La mejor política de natalidad es una buena política de empleo para erradicar la falta de trayectorias profesionales estables, la incertidumbre laboral, los bajos salarios y ese castigo social que las obliga a elegir entre una familia o desarrollar una carrera profesional exitosa».
Las medidas económicas consistirían en dedicar «más gasto» a las políticas públicas de apoyo a las familias y las estrategias familiares pasarían por flexibilizar los horarios, potenciar la conciliación y cambiar los roles de género, fomentando la corresponsabilidad. Todo ello dentro de una «actuación estratégica integral» por parte de la Administración, de «intervención transversal en todas las políticas (sanitarias, educativas, laborales, económicas...) y, sobre todo, por encima de las alternancias políticas. Debería ser una cuestión de Estado», destaca.
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