«Desde el mar se ve el mundo de otra manera»
Álvaro González de Aledo | Pediatra, navegante y escritor ·
Narra en su último libro, '¿Cuándo llegamos?', que se presenta hoy en el Ateneo, su vuelta a Italia en un veleroÁlvaro González de Aledo (Santander, 1955) empezó a navegar antes de la adolescencia con la escuela del Real Club Marítimo de Santander. «Hacíamos campamentos en ... la playa de El Puntal y dormíamos en tiendas de campaña», recuerda. Casi a la par surgió su vocación por la medicina, sin que sepa explicar el motivo, «ya que nadie cercano a mí se dedicaba a ello». Es médico especialista en Pediatría, Medicina Preventiva y Salud Pública, con dedicación exclusiva, actualmente, en la Consejería de Sanidad. El mar y la vela le llevaron también a ser escritor, con nueve libros a sus espaldas. Metódico, ordenado, «lo quiero llevar todo bien amarrado antes de empezar cualquier empresa, ya sea en el mar o en tierra». Hoy presenta en el Ateneo de Santander su última obra, '¿Cuándo llegamos?' (editorial ExLibric), en la que su barco, un Tonic 23 de seis metros, relata su circunnavegación de Italia el año pasado durante cuatro meses. Partió de Francia en junio de 2021.
-Navegante y escritor. ¿Qué le llevó a querer expresar por escrito su vida a bordo del 'Corto Maltés'?
-Todo fue por casualidad. El primer viaje largo que hice fue la vuelta a España, en 2012. Relataba la travesía a través de un blog, que seguía uno de los dueños de la editorial ExLibric, desde Sevilla. En una de las escalas que hicimos en un puerto andaluz, nos estaba esperando. Se presentó y, tras una cena juntos, me propuso que escribiera mi vuelta a España a vela. Así empezó mi relación con la escritura no científica, porque como médico tenía ya mucho publicado.
-En su último libro, '¿Cuándo llegamos? (La vuelta a Italia del Corto Maltés)', es su velero el que cuenta la travesía.
-Por buscar otro enfoque, tras la vuelta a Italia decidí que al relato le diera voz el barco. Cuenta su propia experiencia al navegar y también las nuestras, la mía y la de los amigos o mi mujer, Ana, que se alternaban cada quince días, a través de nuestras conversaciones.
«En mi vuelta a España demostré que se puede navegar por alta mar con un barco menor de ocho metros»
-¿Qué parte del viaje le emocionó más?
-Hubo dos momentos increíbles. El primero, cuando hicimos cien millas por el interior del río Po. Nace en los Alpes y desemboca en Venecia. En todo el viaje no nos cruzamos ni un velero. Muchos italianos no saben que es navegable. En algunos momentos tuvimos que tumbar el palo de la vela mayor para pasar por debajo de los puentes. Otra parte que se describe en el libro es la llegada a Venecia, que desde el agua es de lo más emocionante. Aunque una vez allí, lo que te decepciona es, precisamente, lo sucia que está el agua.
-Desde el agua se viven experiencias que no tienen nada que ver con las de tierra.
-¡Por su puesto! Si no llega a ser por la navegación, no hubiera dado con el puerto romano de Ventotene. Se excavó en la roca para dar servicio al emperador Augusto, que veraneaba allí. Entrar y pensar que eso se construyó hace siglos es alucinante. Descubres lugares que no vienen en ninguna guía. Se ve el mundo de otra manera. Sobre todo, las islas. Estuvimos en 18 y muchas de ellas jamás han sido pisadas por un turista.
-Defiende que no se precisa de grandes barcos para hacer grandes navegaciones. Y, además, a bajo presupuesto.
-Existe el axioma de que no se puede navegar en alta mar con barcos de menos de ocho metros, por la altura de la ola. Cuanto más grande es el barco, menos le afectan las olas, ya que pasa por sus crestas con su base. Sin embargo, yo he demostrado que no es así. Lo descubrí en la vuelta a España. Hice la costa de Portugal con olas de cinco metros o más y el barco respondió bien. Fue incómodo, pero no inseguro. En lugar de pasar por la cresta, te metes en el seno de las olas. Más importante que el tamaño del barco yo diría que es atender bien a los pronósticos meteorológicos. A esto hay que añadir que en una travesía no se debe ir con el tiempo justo, porque entonces puedes cometer imprudencias o partir aún sabiendo que va a hacer malo. Yo hice la vuelta a Italia en cuatro meses. Si lo hubiera intentado hacer en un mes, las imprudencias hubieran sido enormes. En cuanto al presupuesto necesario, en los viajes más baratos es de 400 euros por persona y mes, incluyendo gasolina, marinas, comida, visitas a sitios turísticos... El más caro, 800. Lo que más encarece el presupuesto es el precio de las marinas.
«Durante el toque de queda en la pandemia, hay países en los que pudimos navegar de noche y otros no»
-¿Tuvieron problemas debido a la pandemia?
-Por el covid no hubo ningún problema. La gente respondió bien. Lo que sí fue curioso es que, dependiendo de qué concepto se tenga en cada país de los barcos, se siguen unas normas u otras. En unos lugares se considera como una vivienda y en otros no. Y esto afectaba al toque de queda, que en Italia duró hasta finales de julio del año pasado. Nos tocó navegar un mes y pico con toque de queda, algo que pudimos hacer porque tanto allí como en Francia, las embarcaciones son consideradas viviendas.
-¿Cuál es su sitio preferido para fondear?
-Dos de mis lugares preferidos son Mataleñas (que se asemeja a una cala de Mallorca) y la isla de Santa Marina. Y también fondear detrás de la escollera de la canal de Pedreña, desde donde se ve el pueblo, la ladera verde en declive, el campanario y nadie se marea.
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