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25-04-1997. Imagen del funeral del inspector cántabro Luis Andrés Samperio, asesinado por la banda en Bilbao. Miguel de las Cuevas
«Que nunca se pierda la perspectiva, ETA sólo ha sido una banda de asesinos»

«Que nunca se pierda la perspectiva, ETA sólo ha sido una banda de asesinos»

El hermano del policía cántabro Luis Andrés Samperio, asesinado en 1997, recuerda que los terroristas se disuelven «sin pedir perdón ni reconocer los errores»

Daniel Martínez

Santander

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Viernes, 4 de mayo 2018, 07:13

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El 24 de abril de 1997, Joaquín recibió la llamada de su cuñada: ETA había matado a su hermano Luis Andrés Samperio, natural de Los Corrales de Buelna. Fue en Bilbao, donde trabajaba como inspector de la Policía Nacional y por la espalda. El acto se interpretó como una respuesta a los acuerdos políticos de Ajuria Enea. Para sus familiares fue, únicamente, uno de los peores días de su vida. Dos décadas después, Joaquín no es capaz de aplicar un adjetivo a la noticia de la disolución definitiva de la banda, que en sus cincuenta años de historia segó la vida de cinco personas en la región y de otros ocho cántabro fuera de la comunidad autónoma.

¿Buena noticia? «Por un lado sí, porque eso significa que no volverá a matar ni a destruir a una familia. Pero se disuelve sin pedir perdón a las víctimas y reconocer sus errores», lamente Samperio. En su opinión, no es aceptable que en el comunicado de su adiós ETA atribuya las culpas de su acción terrorista a los estados español y francés, algo que considera «surrealista, como ha sido todo lo que ha hecho». Al igual que muchos de los familiares de los asesinados, echa en falta una petición de perdón «a todas las víctimas», pero no sólo eso. En la lista de cosas que tiene pendiente la banda pone la colaboración para el esclarecimiento de las decenas de crímenes «que siguen impunes y que no han tenido una respuesta judicial».

Las víctimas

  • 5 personas murieron como consecuencia de atentados terroristas de ETA en Cantabria.

  • 8 cántabros, la mayoría policías o guardias civiles, murieron a manos de ETA fuera de la región.

La crónica negra de ETA en Cantabria comenzó en 1969, en los últimos sones de la dictadura. Ni en Santander, ni en la frontera con Vizcaya... En Mogrovejo. Allí se escondían y trataban de evitar la presión policial cuatro miembros de la banda terrorista (Teo, Chomin, Ander y Jone, como eran conocidos entre sus compañeros). Estuvieron prácticamente un mes, hasta que un registro en un piso de Bilbao y la documentación que allí se custodiaba dio la pista definitiva a los agentes. El 11 de abril, cuando se despertaron por la mañana, medio centenar de agentes rodeaba la casa y al instante comenzó un intercambio de balas. Los cuatro fueron condenados a pena de muerte, que después se conmutó en cadena perpetua. Posteriormente fueron amnistiados al aprobarse la Constitución.

Hasta nueve años después, con el intento de atraco a la Casa de la Salud de Valdecilla, la presencia etarra en la región fue nula. Pero después llegó todo seguido. Un secuestro con rehenes en Equipos Nucleares, artefactos explosivos en cuarteles e instalaciones públicas, coches bomba contra intereses privados... El primer asesinato en tierras cántabras fue en febrero 1980. Concretamente en Islares, donde los terroristas asesinaron a Mario Cendán, un taxista bilbaíno. Cuatro meses después dieron otro importante golpe con el asalto al polvorín de Soto de la Marina, de donde extrajeron más de 8.000 kilos de explosivos. Como el que utilizaron contra la Comandancia de Santander (1986), frente al Club Marítimo y la estación de Renfe de la capital (1987) o en los bajos de un policía residente en Castro Urdiales y el cuartel de Val de San Vicente (1990).

Atentado en La Albericia

Pero el gran atentado de ETA en Cantabria no llegó hasta 1992, el más sangriento de todos los ocurridos en la comunidad autónoma. Fue en La Albericia y con un coche bomba que mató al matrimonio formado por Julia Ríos y Eutimio Gómez y al joven de 28 años Antonio Ricondo, e hirió a 19 personas. Todavía faltaba un nombre más en la trágica lista de fallecidos en la región, el de Luis Conde, un militar cuya vida se esfumó frente al patronato del ejército 'Virgen del Puerto' de Santoña. El intento de masacre con lanzagranadas en el cuartel de Comillas y los episodios de la calle Vargas, el entonces aeropuerto de Parayas, San Vicente de la Barquera o Santillana del Mar son otros de los 46 atentados de ETA en Cantabria.

«Esas cosas no pueden quedar impunes en un estado de derecho. Que nadie se quede sin pagar por sus delitos», defiende el hermano del inspector de policía cántabro, quien se muestra convencido de que este fin «será el definitivo» y que no volverá la «sinrazón» de los atentados. Cuando se cierra una etapa para su familia y para España, pide que no se pierda la perspectiva: «Simple y llanamente, ETA sólo era una banda de asesinos y secuestradores».

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