Revilla no es Cicerón
La sociedad de la información en la que ahora vivimos, que nos permite disponer de noticias presentes y pasadas con total inmediatez, da la posibilidad de contrastar todo aquello que fue dicho
RUBÉN GÓMEZ
Viernes, 11 de agosto 2017, 08:19
Decía Marco Tulio Cicerón que ‘no hay nada tan increíble que la oratoria no pueda volverlo aceptable’. Frase que, al mismo tiempo, resulta alentadora y ... deprimente, en función de cómo queramos interpretarla. El retórico romano adjudicaba esa capacidad a la oratoria partiendo de la base de que él era, y así sigue siendo reconocido, un excelso orador. Y si bien la historia de la humanidad tiene sobrados ejemplos de grandes oradores que consiguen convencer a sociedades enteras de sus argumentos, hace falta algo más que ser de verbo fácil para que esto ocurra.
La sociedad de la información en la que ahora vivimos, que nos permite disponer de noticias presentes y pasadas con total inmediatez, da la posibilidad de contrastar todo aquello que fue dicho y se perdió en el viento, complicando aún más a aquellos que pretenden que comulguemos con ruedas de molino. Mejor no hacernos sangre con promesas de traer el AVE hasta Reinosa y que dos días después el tren, que sale de Santander, tarde tres horas en llegar hasta allí, demostrando que traer la alta velocidad hasta Campoo resultará una anécdota si posteriormente la conexión con la capital de Cantabria sigue siendo más rápida en diligencia.
El ministro De la Serna y el presidente Revilla son dos ejemplos –en ocasiones contrapuestos, en otras similares– de como el marketing sigue teniendo su importancia en el mundo de la política. El primero se mantiene inquebrantable en el sendero de la promesa, la infografía y la foto sonriente bajo un titular repleto de millones. El segundo ha descubierto la fórmula mágica de apuntar fijamente con el dedo hasta que la gente abandona la sala o acaba mirando con ahínco en la dirección señalada intentado averiguar aquello que despierta el interés del presidente.
Miguel Ángel Revilla ni gestiona ni gobierna, da discursos mesiánicos que desgraciadamente, para él, no encuentran la complicidad del público
Es en este punto donde Revilla pretende emular las palabras de Cicerón, intentando que sus argumentos le lleven plácidamente hasta la próxima cita electoral y todo ello sin desgaste alguno. La acción de gobierno queda en un segundo plano, más que nunca en su extensa trayectoria en el ejecutivo, y lo único que importa es su figura como potencial candidato a ganar una cita electoral. No hay más que contemplar el dislate de discurso ofrecido el Día de las Instituciones en Puente San Miguel, más propio de un mitin en plena campaña que del acto institucional que se suponía presidía. Desde el atril hizo un repaso de sus grandes éxitos, repitiendo la historia de Beato, que adapta por igual a un acto sobre la Comunidad Europea que a la apertura del Centro Botín, y por supuesto culpando de los males actuales al Gobierno nacional. Revilla ni gestiona ni gobierna, da discursos mesiánicos que desgraciadamente, para él, no encuentran la complicidad del público.
En ocasiones resulta casi igual de llamativo el discurso de su partido porque, aunque no lo parezca o no le haga mucho caso, Revilla pertenece a un partido político, el PRC. Recientemente han enarbolado la bandera de ‘dignificar’ la labor política. Lo han hecho a raíz de la petición del presidente de la CEOE de acudir al Parlamento para exponer las razones por las cuales el Gobierno no se implica en un plan de futuro para la región. Les reconozco que Ciudadanos estaría encantado de escuchar dichas razones, hasta ahora ignotas para la mayoría. Sin embargo el PRC dice que eso es ilegal y que aquellos que lo defendemos debiéramos preocuparnos en ‘dignificar’ la labor política.
Dignificar la política cántabra no consiste en buscar enemigos fuera intentando tapar aquello que se hace mal, o directamente no se hace, en casa. No consiste en acallar las voces críticas encorsetando la labor del Parlamento. Poco o nada dignifica la labor política mantener una posición comprensiva con el transfuguismo y plantear la posibilidad de que esto tenga premio a costa del dinero de todos.
Esto último pudiera ser un caso de funambulismo político sin precedentes en un Revilla que nos tiene muy acostumbrados a los equilibrismos más insólitos. Quien otrora encabezaba vehementemente la demanda de un pacto anti-trasfuguismo ¿va ahora a ‘asegurarse’ una mayoría absoluta premiando a un tránsfuga? Un mes ha tardado la mesa del Parlamento en solicitar un informe jurídico, lo que parece un vano intento de huida hacia adelante con el único afán de todo se olvide con el paso del verano. Pero por más que Revilla recurra a toda su habilidad como orador, ni él es Cicerón, ni los cántabros somos tan crédulos como para creernos cualquier cosa.
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