Suelos de gasto
No se debe empezar la casa por el tejado, ni el presupuesto nacional por el techo. Es mucho más interesante comenzar por el suelo: no el máximo que queremos gastar, sino el mínimo que deberíamos. Los políticos tienden a confundirse y confundirnos con ambos conceptos. Creo que, si obrásemos por este procedimiento, atenderíamos todo lo conveniente y aun habría lugar a bajar los impuestos al ciudadano. Hablar de 'techo' incita al sujeto presupuestante a gastar lo mismo que hasta ahora, pero corregido y aumentado con más asuntos de su compromiso o su capricho, tirando de subidas fiscales y/o nuevas deudas. Hablar de 'suelo' llevaría a analizar la eficiencia real del gasto ya existente, como el de los aviones militares que llevan presidentes a los conciertos de rock and roll. Según la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre, en el último año el único empleo que ha crecido en Cantabria es el público (de 41.000 a 45.100), mientras que el empleo en el sector privado se ha reducido ligeramente (de 195.100 a 194.800). Hay menos trabajadores en el sector privado para sostener a más trabajadores del sector público. En los meses que llevamos de 2018, hasta un 40% del nuevo empleo es público.
Pensar a partir del 'suelo' nos obligaría a meditar mejor lo que necesitamos, no solo en cantidad, sino también en rendimiento, en los servicios esenciales. ¿Necesitamos gastar 100.000 euros en inventario de murciélagos? ¿Tuvo sentido meter otros 3 millones en Fundinorte? La lista de preguntas puede hacerse interminable, mientras los sanitarios se quejan de escaseces, la atención a la dependencia se lamenta de las tarifas, etcétera.
Un dato muy importante del 'suelo' de gasto sería el nivel de inversión necesario para mantener una demanda agregada creadora de empleo. ¿De qué nos sirve un generoso 'techo de gasto' nacional si luego no se ejecuta ninguna de las inversiones prometidas por Fomento para Cantabria? El techo habría caído sobre nuestras cabezas.
En particular, ningún programa de acción en Cantabria debe conceptuarse como un 'máximo' para negociar rebajas de amiguete, sino como un 'mínimo' para que no quedemos absolutamente descolgados de la España viva y creciente. No es sostenible un continuo aumento del empleo público y un retroceso del privado, ni la anemia actual de inversiones públicas.
El 'suelo' no son los gastos automáticos o imprescindibles, sino aquellos que promueven efectivamente el desarrollo de la sociedad sin incurrir en derroches. Cada céntimo que se gaste por encima ya no atiende una necesidad, sino que desperdicia una oportunidad. La inercia político-administrativa consiste en no repensar los procesos, sino en ir siempre a más, y pocas veces a mejor. Podría ser que mi 'suelo' quedase más alto que el 'techo' de otros. Por eso es más ventajoso para el ciudadano y menos para el maniobrero. Pero no hay culturistas del presupuesto musculado, sino financiadores del Diplocat y del 'mosso' que ayudó a Puigdemont a escapar de la justicia.
Desde una filosofía con los pies en el 'suelo', eso no sería fácil de justificar ni de consignar.