Trabajos de temporada alta
Cientos de cántabros encuentran ocupación en julio y agosto por la demanda en verano
Los protagonistas de este reportaje viven al revés del mundo. Mientras la gente se reparte julio y agosto para coger sus vacaciones, ellos aprovechan para ... hacer caja, sumar horas y engordar la cartera en temporada alta, cuando más pueden exprimir unos trabajos que sólo se dan en esta época del año. La responsable de un quiosco de playa, un monitor de tiempo libre para niños, una socorrista y un camarero hablan de su experiencia laboral estival.
Llevan años reservando estos dos meses de verano, o incluso algo más, para dedicarse a estas labores por las que además tienen especial vocación. Para ellos no hay vacaciones, o al menos no en este tiempo en que colegios e institutos cierran las aulas y cuando el turismo multiplica la población cántabra para alimentar la afluencia a las playas y el consumo hostelero.
Algunos son autónomos y la inmensa mayoría trabaja con contratos por horas, donde la hostelería aglutina el grueso de los más de 21.000 que desde las empresas de recursos humanos Adecco y Randstad estiman que se firmarán este verano en Cantabria.
Se decantan por esta opción laboral estival los más jóvenes, estudiantes que conjugan las aulas en invierno con un verano en activo que los ayude a contar con unos ahorros de cara al resto del año. También los que buscan un trabajo fijo, o los que esperan a la convocatoria de una oposición. Los menos son los casos más curiosos, que mantienen una tradición casi familiar, como Olga, la primera protagonista de este reportaje.
Olga Victorero Regente del 'Chiringuito de Olgui'
«No puedo vivir de esto todo el año, pero me gusta»
El rojo y blanco de la pintura del local destaca entre el verdor de la vegetación en lo alto de la playa de Amión, en Pechón, muy cerca de la frontera con Asturias. «Aún recuerdo cuando estaba a pie de playa. Pero en 2002 se decidió cambiarlo de sitio, porque con la subida del nivel del mar cada vez que venía un temporal nos lo llevaba», relata Olga Victorero, de 53 años, que regenta el quiosco desde aquel año.
«No es algo de lo que puedas vivir el resto del año pero es un trabajo que me gusta y que me llena porque viene el visitante de paso pero luego está el de siempre, el local, que hace que esto sea una gran familia». A lo largo de los diferentes veranos ha visto niños crecer, hijos hacerse padres y padres hacerse abuelos. «Durante el invierno procuro hacer algún curso de formación y más actividades, pero trabajar lo que se dice trabajar, se puede asegurar que sólo lo hago de continuo cada verano», sentencia.
Lo hace en régimen de autónoma, «y en ese sentido me interesa hacer la caja más grande posible», pero el tiempo a veces le obliga a encadenar varios días de pérdidas. El 'Chiringuito de Olgui' permanece cerrado cada invierno, cuando nadie baja a la playa de Amión. No es algo que le inquiete. «Me dan rabia los días de verano que parecen de otra estación del año. Esos que llueve y hace incluso algo de fresco. Son jornadas que no trabajo y me da mucha pena». Recuerda con especial rencor julio de 2018. «Hizo malísimo. Me dio para muy poco. Es un hándicap que tenemos en Cantabria y deberíamos pensar más sobre eso para darle solución».
No se refiere al tiempo, pues con eso poco se puede hacer, sino más bien a una estrategia conjunta que implique a las instituciones y que busque la desestacionalización del turismo. «Se habla mucho de ello pero al final no se traduce realmente en nada». «Aquí tenemos un clima que no es ni muy cálido en verano, ni muy frío en invierno. El otoño, por ejemplo, es muy agradable. Si lográsemos que más gente viniera a Cantabria no sólo en julio y agosto, estaríamos ayudando a todos los que como yo sólo encontramos trabajo en esta época del año por la afluencia del turismo», defiende mientras atiende al público, al que sirve lo mismo un helado que un café.
Fernando Penilla Monitor de tiempo libre
«Me pagan por horas y hago todas las que puedo»
Su labor comienza cuando se cierran las aulas de los centros educativos. Cada año en el Instituto Municipal de Deportes de Santander se suma al plantel de docentes que comandan los talleres y cursos infantiles que se ofertan a las familias de la capital cántabra para 'matar' el tiempo de asueto que les queda a los niños. «Tengo ahora 32 años y he trabajado en verano desde que tengo edad legal para hacerlo», cuenta Fernando Penilla.
«En la Escuela Municipal de Deportes de Santander comencé hace tres años y desde entonces he sido fiel, cada verano, como monitor de cursos», relata. Imparte nociones básicas de múltiples deportes, desde natación, fútbol, hockey, baloncesto... «No necesitas ser un experto en ninguno de ellos, pero sí tener unas mínimas nociones como para enseñar lo básico a los chavales», confiesa.
Su contrato, por horas, le invita a sumar todo el tiempo extra posible, «la cuestión es hacer una buena cifra a final de mes, porque esto es cuestión de dos meses en todo el año y hay que aprovechar», afirma. Arranca la jornada a las 11.00 horas y se prolonga hasta las 13.00. Por la tarde, el horario difiere según la naturaleza de los talleres que tocan cada día de la semana.
«Este es un trabajo que me gusta mucho porque terminé Educación Primaria en su modalidad de Educación Física y entonces es algo que me viene muy bien», confiesa;aunque siempre con matices. «En el tiempo que fui estudiante me vino muy bien para los gastos de todo el año, para tener un dinero y poder costearme mis cosas;pero ahora, a medida que voy sumando años, ya voy encontrando algo más de lo mío en invierno. Y el objetivo es sacar las oposiciones de maestro en la próxima convocatoria que haya».
Conoce el panorama del trabajador de verano, con contratos que a veces dejan mucho que desear, pero su caso es uno de esos que confirman la excepción. «Sé que las cosas están muy mal. Conozco gente que lo está y yo he estado muy mal en el 90% de los sitios en que he estado. Pero aquí he tenido la suerte de estar muy bien tratado. Me pagan todas las horas extra y no me quejo». Lo peor, la ausencia de vacaciones. «Pero si no las cojo en julio y agosto, me puedo ir en septiembre, que es temporada baja, todo es más barato y hay menos gente».
Sergio Martínez Camarero
«A veces me gustaría estar con mis amigos en la playa»
Con 22 años, a Sergio Martínez le ha dado tiempo a cambiar de vocación. Comenzó estudiando el módulo de Servicio y Restauración en el instituto Manuel González Linares de Santander y de ahí le viene esta primera inclinación por la hostelería. «He trabajado siete veranos en este negocio y en el Real Club de Tenis llevo ya tres», cuenta.
Ahora ha comenzado una nueva formación en actividades físicas y deportivas, «porque me he dado cuenta de que me gusta incluso más que la hostelería. En inicio me gustaba mucho la cocina, pero me he dado cuenta de que es un trabajo muy duro». De cualquier manera hace tiempo que entró en la rueda de contratos estivales y no rechaza la oferta de cada verano.
«En el Tenis estoy julio, agosto y septiembre con jornada completa y me da para ganarme un dinero que me viene muy bien en invierno cuando continúo con mis estudios». Lo peor, y en esto coincide con toda la gente joven que se encuentra en su misma situación, es el tiempo que se pierde con los suyos. «Soy joven y se supone que también tengo que disfrutar de la vida. Hay veces en que lo paso algo mal porque todos mis amigos están por ahí pasándolo bien y a mí me toca trabajar;pero bueno, lo soporto. Claro que en verano me gustaría tener más tiempo libre, pero todo no se puede», lamenta. «Hay una cosa clara y es que me gusta tener mi propio dinero y lo que me quita estas penas es ver la cuenta a finales de mes».
Suerte que en octubre tiene unos días libres. «Entre que termino de trabajar y empiezo las clases hay algo por ahí para pasarlo bien o para ir a algún lado, pero no te creas que es mucho». «Lo que tiene esto es que si estás contento, y yo lo estoy, pues al final no te importa tanto el estar ocupado estos tres meses».
Comienza la jornada a las 12.30 horas y la finaliza a las 20.30. «Si hay horas extra, porque me tenga que quedar por cualquier cosa, se pagan bien», asegura. «En invierno, de forma ocasional, vengo algún fin de semana si me llaman, pero principalmente vengo en verano porque hay mucha más gente y clientes». «Sé que la cosa está mal y hacen contratos muy malos, pero yo aquí he tenido suerte porque me siento muy bien tratado».
Isabel Martínez Socorrista
«Me saco unos ahorros y en invierno estudio»
Para Isabel Martínez (19 años) el agua es un elemento natural. «Llevo nadando toda la vida, haciéndolo como práctica deportiva, así que cuando me presenté a hacer los cursos de la Cruz Roja para ser socorrista, no me resultó muy complicado. Si es vocacional, no te cuesta tanto trabajar en esto».
Después era sólo cuestión de trámites administrativos. «Comencé como socorrista hace dos años y estoy muy cómoda», relata. Es, para ella, la mejor de las ocupaciones que puede haber para verano. «Al fin y al cabo estás en la playa. También estás rodeada de gente joven, porque la mayoría somos estudiantes o así, y también hay que decirlo, tenemos tiempo libre suficiente».
«La campaña arranca los fines de semana de la primera quincena de junio y continúa a jornada completa durante la segunda. Sigue completa los meses de julio y agosto y los primeros quince días de septiembre, y finaliza los fines de semana de la segunda quincena de septiembre», desgrana. Como ventaja señala la organización horaria. «Descansamos dos días por semana y eso te permite que si te organizas puedes salir por ahí en un viaje exprés para desconectar de Cantabria».
El horario también permite licencias. «Empezamos a las 11.30 horas y estamos hasta las 19.30. Vamos, que aún te da tiempo a hacer cosas en verano», matiza antes de llegar a lo más importante de la cuestión. «No me importa estar ocupada en verano, pero sobre todo lo hago porque me gusta, porque es una labor de prevención que es necesaria y ayudas a la gente». «Todos piensan que sobre todo estamos para los rescates, pero lo principal que hacemos aquí es la prevención. Por eso la gente tiene que hacer caso de la bandera, escucharnos cuando les damos instrucciones sobre lo que pueden y no hacer, etc».
Esa vocación de cuidadora es algo que ha calado hondo en su personalidad. De lo contrario no estaría cursando Enfermería. «Estudiando en invierno me viene muy bien sacarme unos ahorrillos en verano para poder pagar mis cosas», justifica. Para ella esta ocupación de verano es más que eso, tal vez incluso es una opción de futuro. «No sé aún lo que haré cuando termine la carrera pero tal vez me presente a enfermera de Cruz Roja. Y voy a seguir estando de socorrista».
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