Amador Priede: «A veces subestimamos la capacidad de afrontamiento del paciente con cáncer»

-Esa ayuda emocional, ¿por qué es importante?

-El malestar que generan los síntomas, los efectos secundarios de los tratamientos, la incertidumbre, la preocupación por un familiar, la recuperación, afrontar la posibilidad de morir... Todo esto conlleva un importante malestar emocional que puede incluir síntomas de ansiedad o depresión. Es algo que desde hace tiempo se valora y se interviene, aunque no con la frecuencia con la que se debería. Aún hay mucha escasez de profesionales y servicios que se dediquen a ello.

-Pronunciar la palabra cáncer es un comienzo, ¿no?

-A veces empleamos eufemismos y otros términos que, más que ayudar, empeoran la situación. Es una palabra que a nadie le gusta, pero en algún momento hay que pronunciarla. Postergarla sólo genera confusión.

-¿Cómo responden los pacientes a esa mano tendida?

-Los resultados generales son buenos. Los pacientes siempre están agradecidos de poder recibir esta atención, un servicio que en algunos casos incluso no saben que pueden recibir. Aún hace falta concienciación. Desde los propios servicios de salud no se suele ofrecer directamente. Son colectivos como la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) o Asociación para la Ayuda a las Mujeres con Cáncer de Mama (Amuccam) los que proporcionan estos tratamientos en Cantabria. Queda camino para que los servicios de salud integren a psicólogos en este campo.

-¿También se presta este servicio a las familias?

-Sí. A veces el paciente puede estar afrontando bien la enfermedad y el problema viene por el familiar, que teme la pérdida. También hay problemas de comunicación. A veces se quiere ocultar el diagnostico con una buena intención, pero eso puede generar incertidumbre en el paciente. Hay que abordar esas situaciones para desbloquearlas, hablar de lo que está viviendo. En ocasiones la familia teme que el paciente se descomponga al escuchar la palabra cáncer, y no es así. A veces subestimamos la capacidad de afrontamiento que tiene el paciente.

Al margen de sus labores en la psico-oncología, actualmente Priede ocupa la mayor parte de su tiempo profesional en la unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil (SMIJ), un termómetro en directo del estado emocional de los menores, debilitado desde el inicio de la crisis sanitaria:

-¿Se han disparado los problemas de salud mental en menores a causa de la pandemia?

-Sí, desde luego. En el hospital de Laredo, donde trabajo, hemos visto que las derivaciones relacionadas con estos asuntos se han duplicado entre el primer trimestre de 2020 y el mismo periodo de este año. Sobre todo en los casos preferentes, han sido más del doble los casos que no han llegado a esta unidad.

-¿De qué casos se trata?

-Hablamos de problemas emocionales en general, muchos de trastornos de tipo ansioso, pero también de ideas suicidas y casos de trastornos de la conducta alimentaria. Eso dos últimos son los más graves.

-¿Estamos ante una generación realmente afectada en materia de salud mental por el covid-19?

-Hasta cierto punto. Confío en la resiliencia de las personas y, en general, la capacidad de afrontamiento es buena. Eso no quita que los niños y adolescentes han perdido muchas de sus fuentes de refuerzo habituales. La interacción con sus amigos, actividades extraescolares... Nadie pensó en las consecuencias de cerrar los parques, escuelas, extraescolares, cualquier actividad de ocio... Todo eso pasa factura.