Las viviendas nuevas se duplican en un año y pasan del millar por primera vez desde 2011
El sector, que tras la profunda crisis vuelve a ser optimista, señala los bajos precios, la mejora del empleo y la inversión en ladrillo para el alquiler como principales causas
Pocos termómetros hay mejores para saber el estado de salud de una economía como el mercado inmobiliario. La crisis que comenzó a manifestarse en España ... a partir de 2007 es un buen ejemplo de ello. Ese año, cuando la curva empezaba a cambiar de signo, todavía se construyeron en Cantabria 13.530 nuevas casas. Nada que ver con las 400 de los momentos más crudos de la recesión. Mientras otros sectores todavía no daban síntomas de agotamiento, la vivienda ya empezaba a decrecer. Ahora, en el momento opuesto del ciclo, la construcción también está experimentando una lenta pero constante recuperación. Después un periodo «muy duro», en 2018 se volvieron a levantar en la región más de un millar de hogares, algo inédito en los últimos siete años.
Exactamente fueron 1.084 viviendas. A pesar de que es tan solo un 10% de todas las que se alcanzaron en el pico del boom inmobiliario, agencias y promotores afirman que son estadísticas «muy buenas». La comparaciones son odiosas y los profesionales saben perfectamente que es muy complicado alcanzar de nuevo aquellas cotas, por eso se muestran optimista. Sin lanzar las campanas al vuelo, pero optimista.
«Como estuvimos en 2006 no vamos a estar nunca, pero es verdad que el último ejercicio no fue malo y que este va camino de ser similar», apunta Manuel Martínez, de la constructora Robera. Pone como ejemplo lo que ha ocurrido con una promoción de 21 viviendas que han desarrollado en el entorno de Valdenoja, en Santander. Finalizaron en diciembre y a día de hoy ya están todas vendidas. Entonces, si se vende tan rápido, ¿por qué no se ven más grúas en las ciudades? La respuesta es fácil. La confianza de los empresarios todavía está resentida y pesa más el miedo que los buenos datos estadísticos.
En el caso de la capital, a eso hay que añadir la falta de suelo disponible. Existir, existe, pero no se puede edificar. Muchos terrenos estaban ya preparados para que entraran las máquinas, pero la anulación en los tribunales del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) lo impidió. Ahora, hasta que las autoridades políticas logren quitar esa piedra del camino, los empresarios tienen poco margen de maniobra.
A esa tesis se suma Eduardo Gómez, de la constructora Maxi y Paz, de Torrelavega: «La construcción está empezando a reflotar, pero a base de pequeñas obras o reformas». También, en parte, porque los bancos aprendieron la lección. Han vuelto a dar crédito, pero de forma mucho más medida y exigiendo más garantías. Nada de proyectos mastodónticos como los que había hace una década con cientos de nuevos hogares al mismo tiempo. Mientras el mercado se movía no hubo problema, pero cuando se frenó de golpe muchas empresas se quedaron con decenas de pisos vacíos que les abocaron al cierre.
Para entender el cambio de tendencia del mercado inmobiliario hay que mirar el bolsillo de las familias. Manuel Martínez apunta a que hay una relación directa entre el paulatino aumento de las ventas en los últimos tres años y la mejora del mercado de trabajo. La mayoría de actores pueden hacer suya esa afirmación. El otro gran motivo tiene que ver con la propia dinámica del sector. Quedaron cientos de viviendas vacías y a la espera de un comprador y, en un sector en el que la ley de la oferta y la demanda funciona de forma milimétrica, los precios que se habían disparado comenzaron a bajar. Según el Instituto Nacional de Estadística, la caída fue del 6,8% en 2009, de un 6,0% en 2010, 9,3 en 2011 y hasta de un 14,1% en 2012.
En 2014 volvieron a repuntar, pero muy levemente. «Lo que se está pasando ahora es que la oferta y la demanda se están igualando», analiza José Andrés Cuevas, de la inmobiliaria San Fernando: «Hemos estado muchos años que apenas se construía nada. Lo que ha pasado este tiempo, sobre todo entre el 2014 y el 2016, es que poco a poco se ha ido vendiendo lo que ya estaba hecho, sobre todo los activos que estaban en poder de los bancos. Y ahora es verdad que todo ese stock ya ha desaparecido y vuelve a hacer falta obra nueva». Su afirmación encaja perfectamente para la situación de Santander, pero ese dinamismo no es el mismo en muchos otros municipios de Cantabria, donde todavía se trabaja más la reforma que la obra nueva.
Si el crecimiento de la construcción es lento pero constante, el de la rehabilitación es con paso firme y largo. Hay varios datos que lo demuestran. En 2018, la inversión total regional en estas labores fue de 47 millones de euros, el doble que cinco años atrás, algo que viene en parte incentivado por las políticas de las administraciones públicas. A la vez que mejoraban la eficiencia energética, vieron una forma de cortar algo la sangría de puestos de trabajo del país y gran parte del dinero que se iba en ayudas volvía en impuestos. Lo confirman en Maxi y Paz: «La rehabilitación ha sido estos años la única fuente de trabajo para muchas constructoras y, a día de hoy, sigue siendo la más importante, salvo pequeñas excepciones».
Cuevas afirma que el número de clientes que llegan a las oficinas de San Fernando sigue creciendo. Entre los compradores, uno de los perfiles más importantes es el de aquellas familias que tenían miedo a firmar una hipoteca por su situación laboral precaria y han dedicado estos años a ahorrar a la espera de un momento mejor. El actual. Estos quieren estrenar un piso o entrar a vivir. Les importa menos comprar para reformar -aquí es importante hacer el cálculo de lo que cuesta lo primero y lo que va a costar lo segundo- los que están optando, en un momento en el que los intereses bancarios son casi nulos y dejar el dinero parado es ver cómo se deprecia, invertir en el ladrillo y ponerlo en alquiler.
Antonio Avilés, de la Inmobiliaria Mikeli, insiste en que aquí volvió a ponerse de manifiesto de nuevo la ley de la oferta y la demanda: «Como no se hacía vivienda nueva y los bancos no daban hipotecas, la gente tuvo que ir al alquiler, y eso hizo subir los precios». Incluso muchos de los que podían comprar no lo hicieron por la incertidumbre que existía en el mercado. Los expertos creen que la escalada de los precios de los arrendamientos, mucho más importante en las grandes capitales que en Cantabria, ya ha llegado a su fin y ahora tenderá a mantenerse.
Los constructores aseguran que tienen muchas dificultades para encontrar mano de obra
En un momento en el que los datos de desempleo aún superan ampliamente las dos cifras en España y están lejos de llegar a sus mínimos históricos en Cantabria, los constructores de la región se están encontrando con muchas dificultades a la hora de encontrar mano de obra cualificada para incorporar a las nuevas promociones. «Está siendo muy complicado encontrar albañiles, pero también otro tipo de profesionales que necesitamos», explica Manuel Martínez, de la empresa Robera.
Explica que muchos de los trabajadores que hace más de una década abandonaron la construcción buscaron un puesto en otros sectores y ahora no han regresado. Los que aguantaron durante estos años de crisis en los que apenas había movimiento en la obra eran los mejores o aquellos que no encontraron otra actividad laboral.
En cualquier caso, lo que es seguro es que la gente joven no se ha reincorporado para cubrir todas esas vacantes. La prueba es que la media de edad de la mayoría de las plantillas supera ampliamente los 50 años. Y los que la bajan son, casi siempre, personas de otras nacionalidades que han llegado al país en busca de una oportunidad laboral y una vida mejor.
Desde Robera recuerdan que a partir del año 2000 muchos jóvenes dejaron sus estudios atraídos por los sueldos altos en la construcción. Aquello desapareció y si ahora no han regresado es, entre otras cosas, porque los salarios cayeron en picado y no se han recuperado. «Lo previsible es que ahora vuelvan a subir y entre gente nueva», predice Martínez:«Estar en la obra supone pasar calor, frío... Es duro y la gente cuando puede jubilarse se jubila, por eso hace falta ya un relevo». Tienen dificultades para contratar personal, pero también para conseguir grúas, maquinaria o casetas de obra.
Además, desde la constructora torrelaveguense Maxi y Paz ponen sobre la mesa otra realidad, con una parte positiva y otra negativa:«A día de hoy los trabajadores suelen especializarse en uno o dos facetas, mientras que hace años solían saber hacer un poco de todo. Para las empresas pequeñas es un problema porque cuesta encontrar todos los perfiles que se necesitan».
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