«En el arte hay siempre una conquista y reconquista de los temas de la vida»
El artista y creador santanderino, que recibe mañana la Medalla de la UIMP, destinará parte de su trabajo personal al Archivo Lafuente
Apela a lo físico, un canto a lo físico, al entorno con sus energías esenciales, y le gusta hablar de comunicación, de exploración, de búsqueda ... y de nuevos significados, «aunque siempre descubramos que ese trayecto ya ha sido recorrido antes». Juan Navarro Baldeweg cita a Duchamp y a Giacometti y destaca siempre lo «excepcional» de la pintura por «su riesgo y por no poder predecirse». No obstante, su creencia en la arquitectura, siempre con una mirada en la que no caben las grandes distinciones entre lenguajes artísticos, radica «en la capacidad de transfiguración». Una casa, por ejemplo, además de ser habitable «debe resplandecer, y no me refiero a la luz, sino a que debe ser un sitio donde uno sienta la comunicación con ese espacio». Académico de San Fernando desde 1999, Premio Nacional de Artes Plásticas y de Arquitectura, ha escrito que «toda construcción conlleva una sombra destructiva». Bajo el epígrafe de 'Un zodiaco' la profusa e ingente obra y trayectoria del santanderino protagonizó hace cuatro años una muestra retrospectiva en el Museo ICO, en Madrid. Mañana lunes, en el Hall del Palacio de la Magdalena el arquitecto del Museo de Altamira y el de la Evolución, recibe la Medalla de Honor de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. El pintor (Santander, 1939) ha construido un corpus artístico pleno de interrelaciones y matices en el que pone de manifiesto su compromiso y su afán por explorar, como un espacio continuo, los diferentes géneros artísticos. Está cercano a cerrar un acuerdo con el Archivo Lafuente, que sumará a sus fondos documentos, dibujos y materiales del artista y también ensayista, muy ligados a su paso por el MIT, Massachusetts Institute of Technology en Cambridge (EE UU).
-Tras tantas distinciones y premios, ¿qué significa la Medalla de Honor de la UIMP?
-Me ha alegrado mucho y está claro que es un premio con mucho prestigio en sí mismo y por lo que representa esta Universidad. Una distinción que se enmarca en otros premios de la Menéndez Pelayo pero que además ha sido muy especial en su historia por otorgarse a representantes de disciplinas muy diferentes, de escritores a científicos, de artistas a técnicos y pensadores y creo que resalta por ese marco cultural general. Y, en este sentido, me agrada mucho este reconocimiento por su significado.
-Arquitecto que pinta, pintor que construye. ¿Cómo se complementan los lenguajes que maneja, sus vasos comunicantes, y a qué obedece la prioridad de unos u otros?
-Eso depende del espíritu y de los ciclos vitales, de lo que cada uno afronta con respecto a su compromiso. Aunque no ha sido de forma deliberada, siempre he tenido un interés amplio por un espacio imaginario total. Lo entiendo así incluso en términos teóricos, es decir, trabajar con distintos formas de hacer, ver cómo han existido en el tiempo, cómo se complementan. Una inclinación natural para completar la actividad creativa. Pero realmente nunca ha existido un programa deliberado de acción y actuación, sino que siempre he ido mirando a los lados de lo que estaba haciendo, a aquello que me atraía en un momento dado y en general guiándome por la inclinación artística natural que me iba surgiendo y decantando por esas muy diversas maneras de trabajar. Hubo una vocación artística que me llevaba a ello. Y de una manera común, incluso visual, de observar cómo es el mundo. Una inquietud permanente pues, como sucedía con Leonardo, uno no se cansa nunca de estudiar, de ejercer siempre una labor para extraer lo que tenemos alrededor. Y esto es muy natural en mi caso.
¿Hay un estilo, un sello Navarro Baldeweg? ¿Cómo lo describe?
-No lo sé realmente. A lo mejor desde fuera se aprecia en su verdadero sentido. Sí es verdad que he tenido una clara huella que es mi relación con el espacio. Esas nociones de simetría, de ritmo, de espacio que se pliegan sobre sí mismas, todo este tipo de abstracción me ha interesado siempre muchísimo y es común a la pintura y a la arquitectura. Atraviesa todas las artes y hay una posible travesía por todas pues son elementos que están en ellas a modo de lugar común. Y ese canto a lo físico, a lo que nos rodea en sus energías esenciales. La luz, por ejemplo, estudiarla, ver cómo se mueve y eso está ahí en la pintura y en la arquitectura.
-El pasado año Pre-textos publicaba una selección de sus 'Escritos'. A su creación siempre ha sumado una inquietud ensayística. ¿Le atrae la necesidad del pensamiento o la de la escritura?
-Más la reflexión que el hecho de escribir. La escritura me cuesta muchísimo. El trabajo del artista, en su gran mayoría, es a partir de algo amorfo, pero la escritura parte de palabras y estas están hechas, son restos de creaciones anteriores. La entiendo ya como si estuviéramos trabajando con elementos ya hechos. En cambio las artes han buscado ese trabajo sobre los materiales crudos, los no tocados. Y hay una diferencia grande en este sentido. La escritura es para mí una manera de poner en limpio cosas que hago, ser consciente de las cosas que realizo, una conciencia de comportamiento en lo que estamos haciendo.
-¿Es posible siempre innovar, o es un espejismo a veces como aspiración?
-Aquí entramos en un tema muy misterioso del arte. El arte está siempre cambiando de objetivos. Hay como un deseo artístico, siempre nuevo. Un deseo cuando miras y una inclinación complementaria que no esperabas. Y, en este sentido, es donde aparece el deseo de innovación, donde cuenta lo que estás viendo al lado y que no constituye el tema central. Es lo que apuntó de manera maravillosa el gran Alois Riegl en su concepto de 'Kunstwollen', que se puede traducir por 'voluntad artística'. La voluntad artística no solo es individual, sino colectiva, y eso te lleva a mirar lo que no se ha visto suficientemente y a reconquistar una evolución en el arte. En el arte hay una conquista y reconquista permanentes de temas vitales. Siempre que afrontas algo asoman señales de que ya estaba hecho y siempre hay que mirar atrás.
-No obstante, ¿uno siempre se plantea retos a cada paso?
-Sí, claramente. Siempre hay un deseo de explorar el mapa de aquello que todavía no ha sido suficientemente recorrido. Lo que sucede es que en ese campo a la vez siempre ha habido alguien que lo ha recorrido. El arte, como se ha comentado, se reconquista con las obras que se hacen en un momento dado.
-¿La crisis ha provocado que la arquitectura se torne más humilde, la ha humanizado de alguna manera?
-Sí, indudablemente. La crisis en cierto modo ha sido beneficiosa, en ese sentido, porque había excesos y falta de austeridad. También aquí aparece ese proceso de búsqueda de lo eficiente. Tras una época excesiva, sí estamos asistiendo ahora a una de austeridad que también posee una implicación artística en ello.
-Hace tiempo se dijo que Juan Navarro Baldeweg es un arquitecto diurno, por lo racional, y un pintor nocturno, por su inspiración. ¿Qué opina?
-No lo creo. Mi pintura siempre ha tenido que ver con la luz. En una etapa tenía que sacar tiempo al margen de otras muchas actividades pero la luz está en la base de mi pintura junto con una concepción de la libertad.
-Y en ese vínculo constante creativo, ¿qué espacio de relación más cómplice o cercano ha tenido con la pintura y la arquitectura?
-La pintura es un arte mucho más directo y arriesgado que la arquitectura. No se puede proyectar como en el otro caso. Hay una libertad de expresión en cada uno de los medios, que es algo esencial para que las obras se manifiesten por sí mismas. Pero en pintura hay muchos más aspectos de riesgo, que implican un tipo de diálogo muy rico, -también entre ambos lenguajes-que propicia muchas cosas nuevas, no pensadas de antemano, no premeditadas. La pintura es algo excepcional y entre las satisfacciones más grandes que pueda uno tener es ese encuentro espontáneo, con lo que no se puede esperar ni predecir.
-Siempre suele referirse a los aspectos destructivos y constructivos de la arquitectura. ¿Cómo se entiende esa dialéctica?
-Sí, he hablado en muchas ocasiones de la conciencia de los procesos que tienen elementos constructivos y destructivos. Y cualquier construcción conlleva una destrucción. Cualquier construcción tiene por así decirlo una sombra destructiva. Si pensamos en una talla de piedra, se actúa en ella con golpes, con destrucciones que excavan en esa pieza y son las que hacen emerger la figura. Ahora en el mundo cuando se habla de sostenibilidad y otros aspectos que están en el centro de los debates es porque en el fondo nos estamos dando cuenta de que cualquier acto constructivo conlleva un acto previo destructivo. Ser consciente de ambos es muy importante e incluso hay algo de belleza en ello. El gesto del hombre tiene un coste y repercusión ambiental. También hay una ruptura del significado. Si uno se fija en la escultura de Giacometti cuando se mira de frente vemos cómo está construyendo y destruyendo continuamente. Giacometti, cuando trabajaba, llevaba una navajita en la mano, es decir, que no solo añadía piezas de barro y apretaba con el dedo sino que cortaba. Es decir, que añadía y quitaba. Ello se traduce en una cierta estabilidad y, curiosamente, no se ha hablado mucho de ello a la hora de explicar por qué nos proporciona una experiencia mágica contemplar su obra.
-Vivimos un tiempo en el que el arte está mediatizado y sumido por el mercado, ¿quizás domesticado y necesitado de una revolución?
-Seguramente este es un presente en el que se dan todas las señales que usted comenta. Pero el arte es mucho más que todo eso. Lo que es y será está por ver siempre, no se puede predecir. Lo maravilloso del arte es eso, que está muy por delante de nuestras posibilidades de entendimiento. Lo que no hay en el arte de hoy es una normativa, una concepción unívoca, realmente hay una gran cantidad de posibilidades y aspectos a desarrollar y que son impredecibles y que nos sorprenderían si viviéramos cien años más. El arte es mucho más que el criterio del crítico, del curator, del coleccionista, del mercado, incluso que el del propio artista. El arte nos sorprende, casi nos guía, más que al contrario.
-¿Qué proyecto prepara ahora?
-Hay una exposición en perspectiva en Italia. Ahora estoy abordando un trabajo que tiene que ver con las ruinas romanas de Brescia y con ese motivo se ha interesado la ciudad, los museos de la ciudad, en hacer una muestra sobre todos los aspectos de mi obra. Una muestra grande porque se va a hacer en el recinto arqueológico. No es antológica pero tendrá grandes dimensiones.
-Siempre ha parecido rara la escasa presencia de proyectos suyos en Santander y Cantabria
-En realidad (ríe), hay poca obra mía en casi todos los lugares. He trabajado en muchos países y bastante a gusto. Lo de Santander, bueno ha sido así, y esas cosas no tienen explicación.
«El Archivo Lafuente es magnífico, una colección fantástica sobre el arte»
-Hay un claro interés mutuo, muy grande, y además estamos hablando de un archivo magnífico. Hay una parte de mis fondos de archivo de mi trabajo personal que estaría muy bien integrarla en él. Le interesa mucho a José María Lafuente porque son muchos de ellos dibujos, documentos, croquis, planos e ideas, a medio camino entre la danza y la arquitectura, o las nuevas tecnologías, y para mí está siendo también una excusa para revisarlo y sacar cosas que estaban ahí.
Sí, el acuerdo está cercano. Él tiene una parte ya y se están revisando otros fondos, para que quede todo encauzado.
-El Pompidou precisamente se interesó por trabajos míos que están ya en París. Lafuente está haciendo una labor importante porque su Archivo da la medida y dimensión de aspectos que no se han resaltado lo suficiente, o bien no se tenían en cuenta, o bien no estaban en el centro del arte. Refleja investigaciones de una creación ingente plasmada en croquis, en ideas y en apuntes. Y ello conforma un tipo de colección fantástica que no ha pasado por mercados ni por otros ámbitos sino que fluye de la propia actividad de las personas.
-Bueno me encantaría y, claro, eso no depende de mí. Sí es verdad que a esta alturas, a la edad que ya tengo, sí me gustaría ver una exposición que plasme todas las interrelaciones que hay en mi trabajo. En mi espacio imaginario sí que es verdad que me gustaría ver esa exposición.
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