«El cantante nace con un talento, pero también necesita una sólida formación»
Francisco Araiza | Tenor ·
El artista imparte una clase magistral a los alumnos del Encuentro de Santander Música y Academia y mañana ofrecerá un recital en el Palacio de FestivalesEl tenor Francisco Araiza (Ciudad de México, 1950) reconoce que la música llegó sola a su vida. Hijo de un organista, cantante y compositor, lo ... que primero fue un hobby, años después se transformó en su gran amor y su profesión. Todos los personajes que ha interpretado en su trayectoria de casi cincuenta años sobre los escenarios le han enriquecido y advierte a sus alumnos del Encuentro de Santander Música y Academia, «el cantante nace con un talento pero es necesaria una sólida formación». Y les recuerda que «la vida es el arte de los pequeños pasos y los jóvenes quieren brincar». Además de la clase magistral, mañana ofrecerá un recital en el Palacio de Festivales.
-¿Cómo llegó la música a su vida?
-Ha sido la vida misma la que me trajo la música. Mi padre fue músico, organista, cantante, compositor... Nosotros comimos, crecimos y nos educamos en la música. De alguna manera, es una justicia cósmica hacia mi padre.
-¿Por qué?
-Él tuvo una infancia privilegiada, porque mi abuelo era un gran comerciante en México, pero falleció cuando mi padre tenía 7 años y se tuvo que hacer cargo del negocio, de su madre y su hermano. Tenía una voz muy bonita. En México conoció a un maestro de canto, Joseph Pierson, le hizo una prueba y le quiso llevar a Nueva York. Mi padre le dijo que estaba casado y que su esposa debía ir con él. Y el maestro aceptó para que ella lavara, limpiara y cocinara. También le dijo que cuidaba a su mamá y que iría con él. El maestro le dijo que tenía que elegir entre su madre y su carrera, y eligió a su madre. Cuando yo debuté en el Metropolitan de Nueva York, oí decir a mi padre a mi madre 'así te quería traer yo a Nueva York, no como sirvienta'.
-¿Cuándo supo que se iba a dedicar profesionalmente al canto?
-Fue en 1992. Mi padre trabajaba mucho para sacar siete hijos adelante y viendo lo que trabajaba, mi madre nos dijo a todos que teníamos que estudiar una carrera, nada de ser músicos. Sin embargo, mi padre opinaba que la gente joven no debía tener mucho tiempo libre porque vivíamos en un barrio muy salvaje y cada hermano eligió un hobby. Idiomas, deportes... y yo la música. Mi madre pensó que era una persona cumplidora y me dejó como hobby estudiar música. Mi jefe me ofreció un ascenso con 22 años, pero a esa edad yo ya estaba planeando irme a Viena para estudiar canto. Tenía una profesora de piano que me dijo que tenía talento para desarrollar una carrera internacional. Entonces le dije a mi jefe que me iba a Europa para estudiar música y me dijo que lo pensara. Le propuse venir a verme a un concierto y cuando me escuchó me dijo que tenía algo porque cuando me oyó cantar se le puso la carne de gallina. Me fui a Europa y me convertí en cantante internacional.
-¿El cantante nace o se hace?
-Las dos cosas. Tienes que tener el talento y el conocimiento para saber qué hacer con él. Educar la voz, adquirir una gran cultura y saber que tienes la obligación de compartir ese talento.
-¿Cuida la voz de forma especial?
-Claro. Cada uno desarrolla sus propias estrategias, que se convierten en ritos necesarios para tener una voz saludable, de alto rendimiento.
-¿Qué recuerda de su debut operístico con Eduardo Mata?
-Fue apabullante, porque compartir el escenario con un gigante de director, el más grande que ha dado México, era impresionante. Ya lo conocía porque era el director de la Orquesta Sinfónica de la Universidad y cada semana traía programas nuevos. El teatro se llenaba de gente joven. Era increíble. Tenía un poder grande y entusiasmaba a la gente. Así que cuando llegó mi primer ensayo con él ya conocía su poder sobre el escenario. Observé todo el proceso del concierto y las reacciones del público. Recuerdo que quien cantaba conmigo tenía una magia especial. A partir de ese momento empecé a buscar ese efecto mágico con el público. Al final, descubrí que esa magia de los cantantes es cuestión de personalidad. Los trabajos están llenos de secretos.
-¿Qué se siente cuando se está sobre el escenario?
-En general, la gente siempre tiene miedo, pero yo nunca tuve miedo escénico. Todo lo contrario, siempre me gustó estar sobre el escenario. Siempre gocé el momento.
-Viene a Santander para impartir una lección magistral, ¿cuál es la primera lección que dará a sus jóvenes alumnos?
-Cada alumno es único, así que depende. Llegan llenos de sorpresas, pero los defectos son siempre los mismos a nivel técnico. Posición, conceptos energéticos... porque lo que necesita sobre todo un joven cantante es una técnica sólida y el convencimiento de que la vida es el arte de los pequeños pasos. Y hay que darlos todos. Los jóvenes no quieren andar, quieren brincar. Deben concienciarse de que es necesario respirar bien, colocarse bien...
-A quien no acude a conciertos porque dice que no entiende la música, ¿qué le diría?
-Que la música no necesita ser entendida. La música se goza y a lo que todos los artistas aspiramos es a que el público, tanto el que entiende como el que no, salga enriquecida de la experiencia de escuchar un concierto. Si te gusta una nota o una frase, con eso ya vale la pena.
-¿Qué proyectos tiene ahora entre manos?
-Ha sido un año intenso de trabajo y después de este curso magistral daré otro en Viena antes de tomarme unas vacaciones familiares.
-Está al frente de la Cátedra Francisco Araiza en el Conservatorio Nacional Ciudad de México.
-Acabamos de cerrar el curso y ha salido la primera generación de esta catédra: doce cantantes y cuatro pianistas. Celebramos un concierto que ha sido maravilloso.
-¿Si volviera a nacer volvería a ser músico?
-Sí, si vuelvo a nacer con este talento. También estaría bien con la experiencia que ya tengo. No cometería errores y me iría mejor.
-Ha ganado numerosos premios, ¿alguno especial?
-Son todos importantes, pero como mexicano me hizo especial ilusión por eso de que nadie es profeta en su tierra, el premio de Bellas Artes por 30 años de carrera. Y también el título de Doctor Honoris Causa.
-Terminemos con el papel que todavía no ha realizado y le gustaría interpretar.
-Cuando era joven tenía inquietudes por Tristán, Otello, Ramadés o Sigfrido. Viéndolo ahora creo que mi carrera ha sido enormemente versátil. Todos mis personajes han enriquecido mi vida y mi voz. Primero fui wagneriano. Descubrí a Wagner en casa de un tío y me pareció increíble. Cuando oí sus primeros acordes me faltaba el aíre. Hasta ese momento quería ser organista como mi padre. Después cantante profesional.
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