La Caverna de la Luz alumbra mañana la creación fotográfica de Margot Sowinska

Un retrato es también una puesta de largo, una declaración de principios. Alguien se expone con todas las connotaciones que ello supone.El de Margot Sowinska cumple todos estas implicaciones: la de la intención artística, la de la tarjeta de presentación y la de la propuesta pública. La Caverna de la Luz no solo ejerce una labor de divulgación, casi didáctica, sino también de compilación del vínculo creativo muy profuso entre la fotografía y Cantabria.

Esta entrega de junio, la del paso del ecuador de la serie anual que, bajo el epígrafe 'Cara a cara-face to face-tête à tète', comenzó en enero como acercamiento al retrato en el más amplio sentido del término, es especial por cuanto recobra lo presencial y por que sirve de presentación de la mirada de esta fotógrafa conocida pero que no ha estado presente en los espacios expositivos. La inauguración de su obra tendrá lugar mañana jueves de forma ya presencial, si bien con todas las recomendaciones y limitaciones que exige la Fase dos. Javier Vila, director de La Caverna, recuerda la recomendación a los asistentes de que respeten todas las medidas sociales previstas tanto de los números máximos de personas reunidas, como de la utilización de mascarillas y distancias de seguridad. En este 2020 La caverna de la luz, uno de los proyectos más singulares del calendario artístico de la ciudad, alberga hasta diciembre esta serie temática con la participación de Javier Salas en la clausura, configurada por doce invitados.

Margot Sowinska (Gorzów Wielkopolski, Polonia, 1983) presenta públicamente su obra por primera vez a través del escaparate de la calle Del Sol. Sus fotografías, no obstante, ya se encuentran en colecciones privadas relevantes de Cantabria, como Los Bragales de Jaime Sordo, o las de El Macho y Carlos Vallejo.

«Sola frente a la cámara soy yo misma y todas las demás», dice la creadora visual. La obra de un fotógrafo, como dice Laguillo, si es honesta, no es más, en su conjunto, que un autorretrato. Pero cuando la obra, en su conjunto, consta de autorretratos la cuestión cambia, «porque la autora ya no está compilando un yo a partir de un conjunto de imágenes o de proyectos, sino que nos está mostrando sus diferentes matices a partir de un mosaico de imágenes que muestran las mil aristas del poliedro del yo».

Sowinska se muestra al mundo por primera vez en un escaparate. Y ese escaparate no es el de La Caverna de la Luz, es el de la Fotografía. «Sus autorretratos son intimistas, tomados para ella misma, secretos. Se podría decir que constituyen una especie de diario de los que se cierran con llave, de los que incluso cuando te permiten verlo sientes que lo estás haciendo furtivamente», sostiene el propio Javier Vila.

El planteamiento clásico y formal de las tomas, la iluminación natural precisa y el lenguaje del color contribuyen a la rotundidad del mensaje: «Exponerse, mostrarse a sí misma una y muchas otras ella».

Sus poses clásicas, atrevidas unas, recatadas las otras, con la mirada directa y desafiante unas veces, o huidiza y tímida en ocasiones, evocan la memoria de los sueños. Un mundo que construye con una economía absoluta de medios: «Una cámara, una lente, una pared, la luz y ella. Como si quisiera confrontar la crudeza de la realidad con la belleza del instante». La Caverna de la Luz, concebida como una ventana diferente en su apuesta por la imagen, el coleccionismo y la interpretación visual, ha propuesto en la última década sucesivas reflexiones estéticas desde diferentes perspectivas y estados.