Maullar, ronronear, arañar
'Cats' | Dirección: Tom Hooper; Género: fantasía; Salas: Cinesa y Peñacastillo
Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 30 de diciembre 2019, 10:39
Esta 'Cats' es más de gato sentadito en su tejado que de 'marramiau, miau, miau'. A ratos naif, en ocasiones pastelera y absurda y, en otras muchas, extrañamente atrevida por descarte o por desorientación. De su identidad felina domesticada por el musical original de Andrew Lloyd Webber, hay que decir que poco margen posee para su adaptación a la pantalla. La opción elegida, pese a lo dicho y atacado –más bien agredido–, no resulta especialmente lamentable.
Es respetuosa con el original pero fallida y siguiendo con las características del fascinante animal retratado, dijéramos que la película maulla, sobre todo en su tramo final, de manera digna. Ronronea con facilidad en especial en su más de media hora soporífera, un tiempo de metraje muy dado a dormitar en la reiteración y hasta en lo anodino. Y lo de arañar, acaso levemente.
El filme tiene una factura extraña y alocada en lo formal, también monótona, tendente al estatismo y, aunque sea mentira eso de que contiene números o cuadros deslavazados, carece de la suficiente fuerza coreográfica como para detenerse en su posible personalidad visual.
'Cats' es ya de por sí un musical limitado en lo narrativo y en pantalla se muestra atorado, fijado en dos o tres escenarios donde pese a la destreza de algunos encuadres y a insuflar cierta elegancia, nunca es capaz de superar la teatralidad. Todo 'Cats' es un decorado (lo digital tan denunciado ni hiere ni ofende, pero sí la elección de algunos intérpretes) que no elude el artificio. Caben escenas y planos hermosos, pero también ridículos y falsos. Lo cachondo festivo por desconcertante reside en las texturas borrosas y difusas de los fondos, por no hablar de la dimensión jocosa de las criaturas respecto a planos u objetos, más antojo y humorada que experimento. Sorprende no obstante la ferocidad de los ataques al filme. No nos engañemos. Hay decenas y decenas de títulos que se estrenan cada temporada (muchos llegan a las salas por capricho de distribuidores) infinitamente peores que 'Cats'. Alguien inteligente debería haber aprovechado este tsunami para darle la vuelta publicitariamente al agresivo cúmulo de dardos que llueven sobre la cinta.
Acaso alguien cree que a Tom Hooper (director de 'Los miserables', 'El discurso del rey' o 'La chica danesa') se le ha olvidado hacer cine. Al cineasta le ha faltado, sin embargo, atrevimiento a lo Ken Russell o descaro y provocación a lo Baz Luhrmann en 'Moulin rouge'. Hay momentos mediocres y momentos discoteca, algunas epatantes salidas de break dance y un claro desequilibrio entre grandes actores que convierten el maullido en bufido, y voces profesionales que dejan destellos de lo que pudo ser (esa mezcla de Taylor Swift y Judi Dench). Tampoco ayuda, de nuevo, la caprichosa, absurda y ofensiva decisión de doblar los escasos pasajes hablados frente a la versión original en los números musicales.
'Cats' se eleva poco y tarde. Carece de fe en sí misma. Y es más ilustrativa que sutil en su intento de ahondar bajo la piel gatuna. Además, los odiadores profesionales de la cosa han practicado el ensañamiento. La película no merece tal campaña, aunque cabe concluir que muchos de esos tragaluces del insulto casi nunca van al cine. El gato por liebre existe en ocasiones en 'Cats' y la frustración también. Pero siete vidas (digitales) tiene un gato.