Carlos Bardem
El escritor y guionista, premiado en el Festival de Cine de Santander, reivindicó un cambio en la relación entre humanos y naturaleza
Se reconoce, «pese a a todo» como un hombre feliz y optimista, cercano y visible en distintas causas y con un buen baúl de referencias ... filosóficas y literarias en la conversación cercana. Carlos Bardem recogió el Faro Verde a la Sostenibilidad que, junto a su hermano Javier, le entregó el Festival de Cine de Santander.
–Escritor, actor, guionista, activista… Es usted casi un hombre renacentista.
–Bueno, un hombre curioso. Intento hacer cosas y comprender el mundo en el que vivo, sobre el que a veces hay que reflexionar. Cuando escribes, por ejemplo como novelista, te obligas a leer, a entender, a empatizar. Como actor es una ejercicio de empatía constante, porque te tienes que poner en la piel de alguien que no eres tú. Me considero un privilegiado, porque creo que en este momento, en el mundo en el que vivimos, poder militar en la empatía y hacer de ella una forma de vida, es un privilegio.
–Sostenía Luis Tosar que si no todo puede ser empatía con el espectador, al menos que las películas cabronas generen un aprendizaje beneficioso.
–Las buenas películas o los buenos libros siempre van a interpelar. Siempre hay una cosa que es el, entre comillas, sano entretenimiento, que cumple su función, y luego está el arte. Y cuando una película o un libro tiene una voluntad artística, tiene que tener una voluntad de interpelar a quien la ve o a quien lo lee. Ponen a prueba tus creencias y te hacen reflexionar. Repito mucho una cosa de Virginia Wolf que siempre me encantó, que decía que los buenos libros te buscan las costuras. Te tienen que incomodar, te tienen que interpelar, poner a prueba tus preconceptos o tu manera de entender el mundo, ya sea para reafirmarte en lo que crees o para sembrar dudas, que siempre es sano.
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-¿Necesita que un proyecto se las genere a usted para decir que sí?
-A mí me encantaría romantizar muchísimo este tema de las elecciones, pero elijo proyectos en función del saldo bancario (ríe). O sea, soy actor y escritor; mi actor mantiene a mi escritor. Entonces si voy bien para el alquiler, pues me permito elegir más y claro, por supuesto, intentas elegir cosas que te conmuevan a ti. Si lees un guion y no te interesa o no te conmueve a ti, pues es difícil que lo haga con un espectador. Todo depende de la de la realidad material de cada momento
–¿El equilibrio entre todas sus disciplinas se puede resumir en ser contador de historias?
–Sí, es una pasión. La pasión de entender. Todos necesitamos una narrativa para vivir. La memoria personal es una narrativa que construimos y los que tenemos ya cierta edad sabemos que es muchas veces muy mentirosa. La memoria es un cuento que nos vamos recontando para entender nuestro paso por la vida. Necesitamos historias para entender cuál es nuestro papel en el cuento de ruido y furia contado por un loco que es la vida, que dice dijo el gran William.
–Recogió el premio a la sostenibilidad. ¿Hubo un click que le hizo involucrarse en esa causa?
–Sí, yo diría que sí hubo un click y es a partir de mis primeros contactos con Greenpeace cuando hicimos con Álvaro Longoria, santanderino de pro, una expedición al Ártico. Hicimos un primer ensayo que fue un corto documental, 'Esperanza', sobre la vida a bordo de uno de los barcos de Greenpeace. Conocía el tema de la lucha medioambiental, pero nunca había estado en contacto realmente con gente muy informada sobre lo que está pasando en el planeta. Y cuando hablas con los que saben, pues se te cae un velo y entiendes la gravedad del asunto, de un tema del que hay que preocuparse y hay que ocuparse.
–Y la segunda expedición fue con el rodaje de 'Santuario.
–Fuimos tanto mi hermano como yo adquiriendo mayor conciencia y por tanto, más compromiso. El compromiso es imposible sin la conciencia del problema. papel Me congratula este premio como todos los premios y lo recojo en nombre de los dos con mucho cariño. Pero a veces es un coñazo ser un Pepito Grillo. Esa función de Jeremías o de Casandra es muy desagradecida, porque el ser humano está psicológicamente muy preparado para reaccionar ante lo imprevisto, ante la catástrofe sobrevenida inmediata, por ejemplo, las danas o los incendios. Pero no estamos programados para mantener la preocupación durante mucho tiempo sobre algo. Y la escala del problema medioambiental es muy larga en intensidad y en duración. Hay gente que se desconecta, que se harta de que le digan que estamos haciendo las cosas muy mal. A mí me hace mucha gracia cuando dicen que si no reaccionamos será el fin del mundo. El mundo seguirá navegando como un barco que da vueltas en el espacio, lo que sí puede ser es el fin de la civilización tal y como lo conocemos nosotros.
–¿Esa concepción actual es parte del problema y de sus consecuencias?
–Es un tema transversal. Vivimos en un sistema global capitalista que se basa en una cosa: el consumo infinito. Eso es lo que mantiene en marcha la economía tal y como la tenemos concebida. Pero mantener un consumo infinito en un planeta que tiene recursos finitos es imposible. Ahí hay algo que falla. El ser humano se ha puesto durante milenios fuera de la naturaleza, por encima de ella. Es algo similar a lo que ocurre con el imperialismo.
–¿En qué coinciden?
–Lo primero que haces cuando vas a colonizar, cuando vas a conquistar, es poner en plano de inferioridad, deshumanizar lo que vas a colonizar. Es lo que ha hecho el sionismo, el gobierno israelí, con los palestinos: deshumanizarlos, tratarlos como si fueran animales, por tanto, no merecen empatía, se les puede asesinar impunemente. Esa es la historia de todas las conquistas.
–¿Cual es el camino alternativo para frenar ese declive?
–Mucha gente cree que la única solución para revertir este proceso es entender que tenemos que reintegrarnos a la naturaleza desde el respeto, entender que somos una pieza más. Dotarla de personalidad jurídica, por ejemplo, reintegrar lo natural al discurso de lo ético y de lo moral.
«Los buenos libros, las buenas películas, te interpelan y te hacen dudar de tus propias creencias»
–¿Esto qué significa?
–Significa otorgarle derechos a la naturaleza, protección jurídica de verdad, no una multa. Los delitos ecológicos tienen que ser delitos muy serios y tienen que conllevar unas acciones judiciales muy serias. Hay que dotar de personalidad jurídica a los ríos, a los bosques, a las selvas, a las montañas, a los animales y hay que protegerlas de nosotros.
-¿Si no hay conciencia que haya coerción o consecuencias?
-Bueno, tiene que haber educación, tiene que haber que haber concienciación, pero tiene que haber medidas prácticas; no puede salir impune destruir el Mar Menor, por ejemplo.
-O 50.000 hectáreas de bosque.
-50.000 hectáreas de bosque. Eso no pued salir gratis.
-Vino el mes pasado a Cabuérniga, a los Veranos del Valle, para presentar su último libro. En el Festival, Álex Galán defendió un nuevo modo de relacionarse con lo rural. ¿Será la siguiente etapa a abordar desde la cultura?
Sí, me parece muy interesante. Un punto de vista muy acertado. Tiene que ver con esa idea de reintegrarnos como una parte más de ese paisaje. No tener una concepción utilitarista, que se puede tener con muy buena voluntad, sin valorar si tu paso por ahí está siendo realmente positivo para ese entorno y quiénes los habitan, claro, claro. Si no nos reintegramos en la naturaleza y la protegemos, nos quedamos sin casa, nos quedamos sin lugar en donde vivir. La figura del refugiado climático ya no es una hipótesis, es una realidad que afecta a millones de personas. En España va a haber sitios donde no se va a poder vivir. No hay nada más ecológico que preocuparse por el ser humano.No hay nada más ecológico que denunciar el asesinato de niños en Gaza. Porque en Gaza, aparte de un genocidio se está cometiendo un ecocidio irreversible. Hay que entender que todas las trincheras están conectadas y todas son la misma lucha.
«Estamos en una sociedad donde rebrota el terraplanismo y se presume de no leer»
–En ese papel de Pepito Grillo, ¿no sería también necesario empezar a tratar a la sociedad como adulta en lugar de que tenga que otros a difundir mensajes?
–Bueno, vivimos uno de los problemas de nuestras democracias y hablo de Occidente, que es el prestigio social de la ignorancia. Se equipara la ignorancia de alguien con el conocimiento de muchos, con ese mantra falaz que hay que combatir de que todas las opiniones son respetables. No; todas las personas son respetables, pero no todas las opiniones son respetables. Es una lucha, en una sociedad en la que rebrota el terraplanismo, en la que salen personajes que yo no entiendo muy bien presumiendo de que no leen libros. A eso hemos llegado. La cultura, si es cultura, tiene la obligación de intentar llevar luz y reflexión a la gente. La cultura no es una diletancia para darse autoplacer el creador. La cultura tiene que ser militante y tiene que ser un altavoz que lleve los temas, las reflexiones a la sociedad, si no es onanismo.
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