«Los gestores culturales son auténticos héroes»

-La intensidad de la vida, la rotundidad de la muerte y los 'Preludios' de Chopin de fondo. ¿Qué va a encontrarse el público en esta obra?

-Es un viaje iniciático tanto para el personaje como para el público que acompaña a este ser tan enérgico, contradictorio, genial e insoportable que es León de Vega. La obra lleva al espectador a acompañarle de la mano en la travesía de esa relación de amor-odio que tenemos los artistas con nuestro arte y en concreto los pianistas con su instrumento, pero siempre en pos de un objetivo que trasciende el arte o la humanidad, de una utopía basada en la perfección, de ese anhelo permanente de mejorarse a uno mismo aun a fuerza de traicionarse a sí mismo y a sus principios.

-La obra plantea, desde la ternura pero en toda su crudeza, la paradoja de la condición humana. ¿Cuál es el mensaje o el retrato que realiza este texto?

-Tanto la novela como la obra de teatro tratan varios temas, pero el más destacado es sin duda el del miedo a la soledad, que tenemos instaurado desde que empezamos a tener un poco de uso de razón, y que en el caso de los artista conjuga perfectamente con el miedo permanente al que nos enfrentamos por la posibilidad del fracaso y por esa autoexigencia. La obra gira en torno al miedo a la soledad, el miedo a la muerte y al futuro, a todo aquello que tememos que pueda acontecer.

-La obra plantea una visión humanista de las personas en una sociedad cada vez más etérea y en muchos aspectos banal.

-León de Vega es un personaje muy renacentista, no solo por su faceta artística sino también por su visión del hombre y de sí mismo como centro de todas las cosas. Él reniega de cualquier divinidad y no reconoce a ningún poder más que el de los hombres, algo que mantiene hasta sus últimas horas. Es una reivindicación del hombre, de todo lo bueno y lo malo de la condición humana encarnado en esta especie de ángel y demonio que es León, con todos sus claroscuros, sus luces y sus sombras. En ese sentido siempre puede convertirse en un 'alter ego' del espectador.

-Un personaje singular...

-Es imposible definir a León de Vega con un solo adjetivo. Es un personaje absolutamente poliédrico y el ejemplo vivo de la contradicción, y creo que en el fondo todos somos un poco así. Él cree que hay que ser consecuente en la contradicción, que no hay que rechazarla sino que debemos asumirla con naturalidad. En el camino que recorre defendiendo esa forma de ser también deja muchos cadáveres.

-La obra está escrita por Jesús Ruiz Mantilla. ¿Por qué le atrajo, cómo se planteó el proyecto?

-La novela se publicó en 2004 pero yo la leí en 2018 y sentí una necesidad vital absoluta de hacerlo. Tenía la edad del personaje, 43 años, que cumplí representando 'Preludio' en Madrid, y era una novela que me había removido por todos los paralelismos y juegos que encierra.

-Afronta usted todo el peso del espectáculo, desde la interpretación a la dirección o la producción. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

-Quise tener control absoluto de la gestión del proyecto y decidí producir la obra, adaptando la novela al teatro, y dirigirla e interpretarla. Cuando tuve todo el esquema claro me puse en contacto con Jesús y desde el primer momento fue el 'sí' por delante, cuando podía haber puesto cualquier objeción. Fueron todo facilidades desde el principio y este camino nos ha llevado a pasar de ser compañeros a amigos.

-Ahora que tiene perspectiva, ¿cómo valora la trayectoria del proyecto?

-A nivel de gestión y de distribución hay que estar a la altura en todos los aspectos, son muchos factores a tener en cuenta. Todos los que formamos parte del equipo de 'Preludio' estamos orgullosos porque ha sido una función con muchísimo recorrido, incluso con una pandemia mediante.

-Casi nada...

-Nos ha afectado mucho porque estábamos en plena eclosión de la gira nacional y tuvimos que cancelar y reubicar muchas funciones. Por suerte todo han sido facilidades. Creo que cualquier director, programador o gestor cultural de cualquier teatro de España hoy en día es un auténtico héroe, y solo hay que comparar con la actividad en cualquier otro país europeo puntero.