«La espontaneidad no puede ser un género literario»

–Dice que corren tiempos ligeros, ¿el aforismo acompaña ese ritmo?

–Los aforismos, pese a ser breves o ligeros, ayudan a ser hacer más grande y menos pesado el mundo. Esta prisa, el estrés con el que vamos, vivimos el tiempo de la urgencia, por eso quiero remarcar el tiempo con el aforismo, que es algo anterior a nosotros, algo de la época clásica que contiene otro ritmo y sensibilidad.

–Tan de moda Twitter y la popularidad de sus sentencias, y en el fondo los aforismos son un clásico vigente… ¿por cierto tiene Twitter?

–No, creo que soy un poco torpe para estas cosas. Tengo Facebook e Instagram hace un mes, pero me lían mucho las redes sociales.

–Hay más inmediatez en las puertas de los baños…

–(Ríe) Pues sí, he encontrado frases geniales, algunas son un poco hortera, pero tienen su punto de ironía. Esa inmediatez, ese ingenio, son frases cercanas porque tienen que ver con algo cotidiano y es un lenguaje más fácil, con ese punto de ironía y de humor. Ahora bien, de la misma manera que uno no puede leer poesía sin tener cierta base, el aforismo, si no da que pensar, no es un aforismo.

–Volvamos a los clásicos, que es ahí donde empieza este género, ¿cómo ha evolucionado, cómo se escribe en la actualidad?

–El aforismo viene de la época griega y latina, significa definición. Sin embargo, a lo largo de la historia ha ido cambiado y adaptándose a los tiempos, de esa unión de la literatura y la filosofía de Homero y Heráclito, ha evolucionado a la actualidad hacia un escenario en el que el aforismo contemporáneo busca cobijo en otro tipo de ética y de estética; va dejando atrás ese didactismo, la grandilocuencia de los antiguos. Aforismos ha habido a lo largo de toda la historia y han llegado hasta nuestros días, sobre todo ahora en el siglo XXI, y aunque después de Machado, Bergamín y Juan Ramón ha habido penumbra en el género, ahora volvemos a tener grandes aforistas como Lorenzo Oliván o Dionisia García. Estamos en el tiempo feliz, en el esplendor del aforismo, parece que corren tiempos propicios por el ritmo o la sensibilidad por esta prisa que tenemos. Parece que todo tiene que ser más breve, pero no hay que confundir la espontaneidad con el aforismo, no puede ser un género literario.

–¿Un aforismo se construye o se caza al vuelo?

–Primero se caza y luego se construye. El proceso que sigo es que me viene una idea y la pulo, pero un aforismo tiene que dar que pensar, no es la trivialidad o la frivolidad, sino que va más allá de lo ingenioso del juego de cuatro palabras. Tiene su filosofía. Su ética y su estética, y ese punto de reflexión cabe en una frase. Los escritores de poesía o de novela tienen otro tipo de escritura. Es como si los encontráramos por la calle, en nuestra casa, es algo muy cercano. Es como recurrir a las pequeñas cosas, están en lo ligero y nos ayudan en esta vida.

–¿En un aforismo cabe una explicación vital o es pura evocación?

–Te puede acercar a muchos matices de la vida, pero normalmente la dosis del aforismo es el diálogo, es para hacer compañía, como instantes que ofrecen pensamientos y sentimientos, y eso es algo que nos ocurre cotidianamente. El psiquiatra Castilla de Pino contaba que los aforismos eran terapéuticos, el aforismo actual está abierto para que dialogue con el ser humano.

–En esa caza de la imagen, de la idea, ¿cómo es el aforismo contemporáneo, es un proceso más racional o sensorial?

–Es un instante con una carga amable y elegante, irónica y comprometida, el humor y la ironía son imprescindibles en el aforismo contemporáneo. Y precisamente esa inmediatez aporta distancia para afrontar nuestros días. Dentro de los matices de los aforistas que están apareciendo en las antologías en este siglo XXI, como 'Concisos' (Cuadernos de Laberinto) o 'Pensar por lo breve' (Trea), lo que han tratado es ver los matices del aforismo, cómo unos son más filosóficos, más poéticos, más o menos extensos. Creo que el aforismo más en boga es el que une la literatura y el humor, la filosofía y la ironía, estos ingredientes. Ahora al fin tenemos estupendos aforistas, y al fin empieza a haber mujeres.

–¿Por qué hay tan pocas mujeres aforistas?

–En el siglo XX sólo está Dionisia García, por fortuna ahora han irrumpido unas cuantas en publicaciones como por ejemplo 'Bajo el signo de Atenea' (Renacimiento), diez mujeres con trabajos el blog y en revistas, que aunque no tenían obra publicada, han sido visibilizadas porque no había. No había. Por ejemplo, en la colección de Renacimiento, 'A la mínima', de los 18 volúmenes, sólo figuramos Dionisia García y yo, que soy la última, la 18, con 'Luciérnagas'. Parece extraño, pero lo estamos viendo a ras de tierra: las mujeres no hemos sido visibles. Fíjate a las Sin sombrero, que vivieron en la Generación del 27 y no aparecieron en ninguna de las antologías. El mismo Gerardo Diego no las incluyó. Uno de los objetivos de mi libro, desde el propio título, es hacer homenaje a las mujeres, y al final de hecho muchos aforismos están dedicados a ellas.