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«Françoise Hardy sentía amor por la música pero no por exponer su intimidad»

«Françoise Hardy sentía amor por la música pero no por exponer su intimidad»

Felipe Cabrerizo presenta la biografía de la cantante francesa en la Feria del Disco de Santander

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Domingo, 27 de agosto 2017, 07:40

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«Venga de donde venga, la armonía que implica la belleza tiene un efecto benéfico sobre los corazones en peligro de naufragio». Esta frase de Françoise Hardy resume varios puntos de su propia trayectoria vital; bella, frágil y en una constante búsqueda de calma. Son varios de los aspectos que el lector descubre en su autobiografía: 'La desesperación de los simios...y otras bagatelas'. La traducción al español ha corrido a cargo de un amante confeso de la música de los 60 en Francia y Reino Unido; Felipe Cabrerizo. El año pasado presentó en la Feria del Disco su libro sobre Gaingsbourg ('Elefantes Rosas) y este domingo regresa para presentar esta segunda obra editada por Expediciones Polares. Será a las 12.30 en Discos Cucos.

¿Por qué esa afición a meterse en la vida de artistas de la chanson francesa?

En realidad ha sido un cauce natural. Hace ya casi una década arranqué un programa de radio llamado Psycho Beat! dedicado al beat y al ye-yé italiano y francés de los años sesenta. El programa sigue activo hoy en día y, aunque el marco geográfico se ha abierto notablemente, sigue afincado en el género con una norma de oro que es esencia de la casa: nunca pinchamos en él música anglosajona.

¿Por qué esa declaración de principios?

En un programa musical tienes unos tiempos muy raquíticos para poder presentar canciones y artistas normalmente muy desconocidos para el público español, y eso me llevó a pensar en buscar un espacio un poco más generoso para poder tratarlos en profundidad y poder contar unas vidas y unas obras que tienen poco que envidiar a las de los músicos ingleses o americanos. Aquello se convirtió en una idea un tanto difusa de crear una colección de libros, y cuando encontré a Expediciones Polares, que editan libros con tanto mimo, y al Dock of the Bay, que es el festival más 'guais' de todos, pensé que no iba a encontrar mejores socios para la aventura y nos lanzamos a ella.

En ese universo, además de Gainsbourg y Hardy, ¿con qué otras vidas le gustaría trabajar?

Muchísimas, la verdad. Cuando pienso en los músicos y géneros que me gustaría tratar en la colección me salen listados interminables. De momento, tras Gainsbourg: elefantes rosas y La desesperación de los simios… y otras bagatelas, vamos a por un tercer libro, una biografía de Johnny Hallyday que publicamos en enero. De todas las figuras de la música francesa, Johnny es sin duda alguna la más excesiva, la de vida más disparada, la más repleta de excesos y con una carrera musical solidísima que arrancó hace más de medio siglo. Hablamos de una discografía de cien volúmenes y de giras que acumulan treinta millones de espectadores. Como dijo un periódico americano sobre él, es la estrella de rock más grande de la que nunca has oído hablar.

¿Cómo surge la propuesta de hacer esta traducción?

La desesperación de los simios se publicó en Francia en el año 2008. Cuando lo leí quedé absolutamente maravillado: me pareció un libro de una calidad exquisita y unas memorias radicalmente diferentes a todas las que había conocido. Tan fascinado quedé que pensé que el libro no tardaría en publicarse en España, pero según fue pasando el tiempo vi que la edición no llegaba. Algo que fue clave para el arranque de la colección Libros Psycho Beat! porque era un volumen ideal para ella. Dicho y hecho: pensamos incluso publicarlo como primer volumen de la colección, aunque como acababa de terminar el de Gainsbourg, decidimos invertir el orden y así arrancar con un libro de creación propia.

¿Le he sorprendido algo de lo que cuenta Hardy en estas memorias?

Sí, prácticamente todo. Es un libro completamente inesperado. La imagen pública de Françoise Hardy hace presuponer una vida de regalos y comodidades. Sin embargo, lo que encuentras es todo lo contrario: un escaparate brillante tras el que se esconde una persona con grandes dificultades personales, un entorno familiar complejísimo y una inseguridad extrema ante su trabajo. Esta deconstrucción de su entorno, el durísimo juicio que hace de sus grabaciones más populares, los episodios de su vida común con Dutronc que tantas ganas dan de abofetearlo, terminan provocando algo sorprendente: prácticamente todas las figuras del mundo musical han escrito autobiografías y memorias para alzar un poco más el pedestal de su mito, mientras que La desesperación de los simios es todo lo contrario, un libro en el que Françoise Hardy reflexiona en voz alta, con una sinceridad apabullante, sobre todos aquellos elementos que la han hecho sufrir y han ido enmarañando la gran madeja que ha sido su vida.

En el aspecto formal, da la sensación de ser una sucesión de recuerdos irregulares. Unos más largos y complejos que otros. ¿Lo ve así?

Lo es. Es parte de otra de las sorpresas del libro, que no hay ninguna servidumbre a sus trabajos o épocas más populares, como suele ser habitual en unas memorias. Los recuerdos de Hardy se van deteniendo en elementos que han marcado su vida personal, y aunque hay infinidad de datos que van a hacer feliz a todo aquel que quiera conocer detalles y curiosidades de su discografía, las elecciones no son previsibles porque Hardy no duda en centrarse en rescatar temas considerados menores o discos que no alcanzaron tanto éxito pero que ella considera mucho mejor elaborados.

Hay una gran fragilidad tras el personaje público. ¿Comparte esa visión?

Sí, sin duda. Hardy entró en el mundo discográfico como fruto de una necesidad personal de prolongar su amor por la música. Su ambición, sin embargo, no iba más allá de grabar un par de discos, y cuando se vio envuelta en el torbellino que le trajo ya su primera canción, Tous les garçons et les filles, descubrió que se le venía encima una exposición pública que la incomodó profundamente. Su repentina retirada del escenario interrumpiendo unos años de éxito arrollador y dedicarse exclusivamente a grabar discos habla del amor que sentía por la música pero no por esa imagen pública que no quería se superpusiera nunca a su intimidad.

¿Valora más su aportación como cantante o como actriz?

Como cantante, sin duda alguna. En realidad Françoise Hardy nunca ha emprendido una carrera seria en el cine y aunque tiene varias películas en su haber nunca han sido más que pequeños divertimentos o papeles ocasionales a los que nunca quiso dar continuidad. Ella misma cuenta en La desesperación de los simios como si nunca abrió esta puerta que parecía tener permanentemente abierta fue porque tiene un gran respeto a la profesión y considera que no por enfrentarse al público desde un escenario se está capacitado automáticamente a crear un personaje de ficción.

Hardy tenía una gran fijación con lo esotérico. Un contraste con su parte práctica asociada al espectáculo, ¿no cree?

Ella siempre tuvo claro que su vida dedicada al espectáculo era otra muy diferente, y muy secundaria, a su vida personal. Fue de ahí de donde partió este interés por la astrología, no la adivinatoria, sino la que estudia la influencia de los astros. Siempre inquieta, ya muy joven comenzó a estudiar psicología intentando comprenderse a sí misma y su dificultad para afrontar las complicaciones que estaba adquiriendo su vida. De ahí saltaría a la astrología, donde encontró un camino para descubrir elementos que determinan el carácter de las personas, un tema que le ocupó muchísimos años de trabajo y que materializaría en varios programas de radio e incluso en un par de libros.

¿Cree que Dutronc fue una mala influencia para su estabilidad personal? ¿Y para su trabajo?

No una mala, sino una pésima influencia. Hardy conoció a Dutronc siendo ambos muy jóvenes. Eran dos de las más grandes estrellas de la música francesa del momento y Hardy no tardó en enamorarse, aunque él siempre se mantuvo más esquivo. Amén de un juerguista monumental, Dutronc es una persona profundamente independiente, incapaz de llegar al más mínimo grado de compromiso. Esto, para una persona como Hardy, que tanto necesita la estabilidad en su vida y que tanto apostó por esta relación, fue un elemento tremendamente desequilibrante y que está en la raíz de gran parte de sus problemas personales.

¿Se convirtió en una adicción enfermiza para ella?

Sí, todo fue haciéndose más rugoso con el paso del tiempo. La misma Hardy define en el libro una relación tan compleja como sadomasoquista. El gran reto del libro es explicar por qué ella sufrió, pero también por qué lo hizo voluntariamente, y entender por qué decidió consciente o inconscientemente convivir a diario con esta frustración y qué es lo que obtenía a cambio.

¿Se ha reconocido su aportación al pop francés con el paso del tiempo?

Sí, es una figura importante de la música francesa y aunque el alejamiento de los escenarios durante décadas le haya restado actualidad la admiración de las nuevas generaciones sigue intacta. Bien es verdad que gran parte de esta popularidad le ha venido dada por sus icónicas imágenes como modelo, pero sigue siendo una presencia fundamental no ya en la música sino en la cultura francesa, y por lo general muy querida por el público. El que la aparición de este libro en Francia se saldará con una venta de 200.000 ejemplares, un auténtico best seller, no hace sino confirmar el amplio calado popular de su figura.

Este libro también es un recorrido por la historia de la música marcado por multitud de nombres. Entre las personas qué conoció, ¿qué relación destacaría?

Sí, en Francia la cultura se integra admirablemente en la sociedad y los grandes creadores son figuras fundamentales de su época que tratan directa y frecuentemente con artistas de otros campos, pensadores o incluso políticos. Por todo ello, al igual que sucedía en Gainsbourg: elefantes rosas, la historia de Hardy es en cierto modo la historia de la Francia de la época. Por el libro pasan decenas de personas que tuvieron relación con Françoise Hardy a lo largo de su vida: desde Mick Jagger o Bob Dylan hasta Eugène Ionesco. Pero posiblemente las amistades más inesperadas que estableció a lo largo de su vida han sido las de Karlheinz Stockhausen y Michel Houellebecq, dos personas en las antípodas de Hardy. La más maravillosa es la que mantuvo con Gainsbourg: es sorprendente ver cómo un personaje tan catastrófico como él se convertía a sus ojos en un aportador de paz y tranquilidad. Según confiesa en el libro, entendió su muerte en 1992 como el momento de fin definitivo de su juventud y la de todos sus compañeros de generación.

¿Diría que es un icono de una época?

Sí, bien sea por vía de la moda o por vía de la música, indudablemente el rostro y la música de Hardy están ligados íntimamente a la imagen de la Francia de los sesenta.

¿Cuál es su canción favorita de las suyas?

Me resultaría imposible elegir sólo una. Si me dejas hacer un truco, elijo un disco completo que no consigo dejar de escuchar últimamente. Es One-Nine-Seven-Zero, el primero que produjo ella misma, que contiene una mayoría de composiciones propias pero también canciones de Micky Jones y Tommy Brown, los músicos fundamentales del Johnny Hallyday de su mejor época, y hasta una versión de Leonard Cohen. Una delicia para derretir al más pintado.

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