«Un buen músico debe descubrir la magia del compositor»
Pascal Gallois, fagotista y director de orquesta, que participa en el Encuentro de Santander, se enamoró del fagot con siete años cuando escuchó su sonido por primera vez en un concierto de Vivaldi
Fagotista, solista, músico orquestal, profesor y director de orquesta, Pascal Gallois (Linselles, Francia, 1959) es maestro de un instrumento enigmático y tormentoso. Se enamoró del ... fagot escuchando un concierto de Vivaldi. Tenía siete años, «Me emocionó su sonido», reconoce quien como primera lección enseña a sus alumnos a captar la magia del compositor. Para él, la estrella nunca es el músico, es el compositor porque sin él no hay música. Y reclama al público que llene las salas para que los políticos adviertan de la importancia de la música para la sociedad. Estos días imparte clases magistrales y participa en los Encuentros de Santander de Música y Academia.
-¿Qué hecho marcó sus inicios en la música?
-Mi inicio en la música vino marcado por el sonido y la emoción. Escuché un fagot por primera vez con siete años. Era un concierto de Vivaldi y sentí una emoción interior muy grande.
«Me gusta el lugar que ocupa entre las cuerdas, la madera y el viento. Es ideal para sentir la orquesta»
-¿Qué hecho marcó sus inicios en la música?
-Me gustan todos los instrumentos. En realidad mi pasión son los compositores, la relación entre el intérprete y la composición. Me siento como un actor de teatro o cine en contacto con el escritor. He trabajado toda mi vida con compositores con los que hago creaciones, como Luciano Berrio, porque me gusta ir más allá del instrumento. El fagot es un instrumento muy desconocido al que los compositores no prestan demasiada atención, pese a que reúne muchas buenas cualidades como el viento, la vibración o la textura. Es igual que el violonchelo, que viaja de notas muy agudas a muy graves. También me gusta el lugar en el que se sitúa en la orquesta, en el centro, entre las cuerdas, la maderas y el viento metal. El lugar es ideal para sentir la orquesta. Necesito el contacto con el compositor para explicar el instrumento y poder compartir la obra con el público. Los compositores tienen muchas piezas de ópera o de orquesta, pero menos de fagot. Cuando soy solista me gusta la conversación con el compositor, como me ha pasado con Luciano Berrio, Wolfgang Rihm y Olga Nenwirth.
-¿Cómo es esa relación con el compositor?
-El trabajo del músico con el compositor nace de la imaginación y hay que buscar el origen de la pieza. Es más fácil la relación intérprete-compositor si conoces bien la obra, aunque luego el músico ponga su personalidad en cada pieza. Es muy frecuente en la música Barroca, Clásica y Romántica. En el Encuentro de Santander la música funciona sobre tres pilares: compositor, intérprete y público. El intérprete es el intermediario y aquí el trabajo con Peter Csaba en Santander es maravilloso.
«Los músicos deben acudir al político, no ocurre como en el fútbol que el político se dirige a ellos»
-¿Qué le parecen este tipo de encuentros de grandes maestros con jóvenes talentos?
-Esta transmisión entre maestro y alumno es necesaria. Nosotros podemos transmitir a los jóvenes nuestra experiencia con compositores, como Berrio. Cuando yo era joven me hablaron de Maurice Ravel o Debussy y aprendí mucho de mis maestros. También es importante transmitir al alumno un estilo, que nosotros ya hemos cultivado en distintos lugares del mundo. Es importante aprender de todas las culturas y países y compartir estilo y tradición con los alumnos. Por ejemplo, un profesor y dos alumnos escuchan una pieza y enseguida se genera una comunidad de trabajo. Este trabajo me llevó a la dirección de orquesta donde comparto mi visión personal de la pieza con los músicos.
-¿Cuál ha sido su mayor reto con el fagot?
-Hay muchos, pero la Secuencia 12 de Berrio fue una revolución.
-¿Por qué?
-Esta secuencia generó un movimiento de otros compositores que se acercaron más al fagot. También cambió la imagen del instrumento y generó un interés mayor por parte del público. Me gusta desarrollar programas, como en Santander, que alternan obras clásicas y contemporáneas, igual que en un museo que ofrece una experiencia al público con varios periodos. Hay que evitar las clasificaciones y las separaciones de todas las artes. Eso me llevó a la dirección de orquesta y de festivales. Ahora estoy organizando un festival en la Bretaña Francesa donde mezclo música clásica y contemporánea.
«El compositor es siempre la estrella, no el pianista o el cantante, porque sin él no habría música»
-La música une lenguajes, culturas, países...
-La unión es necesaria. Hoy es necesaria esta mezcla de estilos después de treinta años en los que únicamente se tocaba música barroca o romántica y contemporánea. Clasificar la música no es una decisión del público o de los programadores, sino de las casa de discos como Sony. Es una necesidad comercial de la que tenemos que salir.
-¿Cuál es la primera lección que recibió de la música?
-Respetar a los compositores, ¿por qué? El rol del intérprete es transmitir lo que imaginó el compositor cuando compuso la obra. El papel del intérprete, sin importar si toca el fagot, el piano o el violín, es transmitir esa magia que inspiró al compositor cuando escribió la obra y se puso delante de un papel en blanco. El buen músico es el que descubre la magia del compositor.
-¿Y la primera lección que enseña usted a sus alumnos?
-También, que busquen la magia que llevó al compositor a crear la obra. Uno de los objetivos clave que deben saber los alumnos y que se pone en práctica en el Encuentro de Santander, es valorar al compositor. El mercado musical mundial se centra hoy en una estrella que, por suerte (dice con ironía), no suele ser un fagotista, que es menos mediático que el cantante o el pianista. Lo esencial es que el compositor sea la estrella, porque sin él no hay música. La música es como la pintura. El intérprete está entre el público y el compositor. Cuando el músico es una estrella se pierde el contacto con el compositor.
-Usted también es apasionado de la educación musical, ¿cree que vamos por el buen camino y la música tiene la importancia que merece?
-Nunca es suficiente. Se han hecho muchos progresos y en los últimos cincuenta años ha habido un gran desarrollo, que en España se ha visto reflejado en la creación de orquestas, escuelas de música y salas de gran nivel. Los estudiantes españoles también tienen un nivel muy alto. Pero se necesita un vínculo político. Yo trabajo con la alcaldesa de París para desarrollar la educación musical entre los jóvenes. Dirijo el Conservatorio Mozart de París y lo que necesitamos es que los músicos establezcan relaciones con los políticos. El artista debe dirigirse al político, a diferencia del fútbol que es el político el que se dirige a ellos. Es importante que los políticos en Europa entiendan que la cultura es necesaria. Es importante que el público llene las salas y así los políticos vean que hay que apostar por la música, que necesita un marco financiero. El mecenazgo es fundamental y, en Cantabria, Banco Santander es un ejemplo a seguir. Siento una profunda admiración por el compromiso de Paloma O'Shea.
-¿Qué le aporta la música como persona?
-La música es una pasión. Habita en mi vida, cada segundo día y noche. No me puedo imaginar una vida sin música y me siento en la obligación de transmitir mi conocimiento a otras generaciones.
-¿Qué proyectos tiene ahora entre manos?
-Mi proyecto de futuro es transmitir la música a todos; a las personas que no viven en grandes ciudades o no tienen un conservatorio cerca de casa. Mi objetivo es desarrollar y compartir mi pasión con la música.
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