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Fernando Navarro, la pasada semana, en los jardines del Paraninfo de Las Llamas. Daniel Pedriza
Fernando Navarro - Director del Curso de Traducción Médica

«Como Nuccio Ordine, pienso que la docencia es algo esencial y mágico»

Ciencia y humanismo se han fundido en este ciclo: «Nada de lo humano puede ser ajeno al médico, y ¿cabe imaginar algo más humano que el lenguaje?»

Mada Martínez

Santander

Lunes, 23 de agosto 2021, 07:37

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Fernando Navarro volvió la pasada semana a la UIMP para dirigir el 'IX Curso de Traducción Médica', un encuentro académico, pero también una forma de convivencia extraordinaria; se aprende en el aula, pero también en los descansos, los paseos, las cenas, los tiempos muertos. 'Médico de las palabras', experto en traducción científica, artífice de varias publicaciones médicas, autor de artículos y diccionarios científicos; en Las Llamas se muestra como un entusiasta de la enseñanza.

–Ha sido la novena edición del encuentro. Ya puede considerarse una cita veterana de la UIMP. ¿Con qué objetivos se ha desarrollado el curso este año?

–El plantel de profesores y el plan de estudios cambian por entero de año en año. Desde la primera edición, no obstante, el espíritu y los objetivos básicos siguen siendo los mismos: profundizar en diversos aspectos monográficos de nuestra profesión junto a un elenco de profesoras, varones también, por supuesto, de primera fila. En esta ocasión hemos abordado las nomenclaturas normalizadas, la lexicografía medica, la traducción especializada en el ámbito de la propiedad intelectual y de la industria farmacéutica, la historia de la lengua española... Me alegra comprobar que esta propuesta formativa ha calado en el mundillo traductoril y ahora cada nueva convocatoria se aguarda con expectación dentro y fuera de nuestras fronteras. Ello ha sido posible, de modo muy especial, gracias al apoyo decidido de la UIMP y, a partir de la cuarta edición, gracias también al patrocinio y la colaboración entusiasta, primero de la Fundación Dr. Antoni Esteve (director: Félix Bosch) y luego de la Fundación Lilly (director: José Antonio Sacristán).

–¿Que el curso pueda celebrarse de forma presencial es una 'pequeña gran victoria'?

–Desde mediados de marzo de 2020, el coronavirus cambio radicalmente nuestra vida cotidiana en todos los ámbitos de actividad: también en la enseñanza, por supuesto y pocos, muy pocos profesores universitarios han alzado su voz contra esta aceptación social de la enseñanza universitaria como la tarea menos esencial de todas. Quiero destacar, de entre ellos, al humanista y filosofo italiano Nuccio Ordine, quien, en mayo de 2020, sostenida: «El contacto con los alumnos en el aula es lo único que puede dar verdadero sentido a la enseñanza» y «ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de un estudiante, solo los buenos profesores pueden hacerlo». Yo también pienso, como el, que la actividad docente es algo no solo esencial, sino también mágico, y que exige la presencia de maestros y alumnos en un mismo espacio.

Aspiro a lograr que la medicina vuelva a ser la más humana de las ciencias y la más científica de las humanidades»

–¿Con qué espíritu organizativo se ha celebrado esta edición?

–Me siento muy orgulloso de haber contribuido a que, en agosto de 2020, el de Traducción Médica fuese el único –digo bien: el único curso de verano de la UIMP que se impartió en Santander en formato presencial. Este año mi intención ha sido repetir la receta de entonces: formar un grupo burbuja, poner al mal tiempo buena cara, y acatar con una sonrisa todas las restricciones dirigidas a reducir el riesgo al mínimo; pero asumir también con gusto ese riesgo para hacer posible la transmisión de conocimiento especializado, que es la función de la universidad.

–¿En qué momento se encuentra la traducción médica en España? ¿El español ha ganado peso en la literatura científica?

–No cabe ninguna duda de que, hoy por hoy, la mayor parte de los avances médicos se publican en inglés. El médico del siglo XXI debería estar plenamente capacitado, tras su paso por las aulas universitarias, para leer con soltura el inglés científico y expresarse también con una mínima corrección en ese idioma. Hemos de aprender el inglés, sí, y hacerlo lo mejor que podamos; pero no resignarnos al monolingüismo científico que se avecina. Me resisto a creer que la medicina española e hispanoamericana se conforme con ocupar indefinidamente una mediocre posición secundaria en el gran teatro de la ciencia mundial.

–La pandemia ha evidenciado –si no era ya evidente– que la ciencia alumbra el camino para afrontar grandes crisis como esta. ¿Qué reflexión puede hacer en este sentido?

–Desde hace un año y medio, en efecto, el ciudadano de a pie ha sido consciente, como nunca antes, de lo determinante que es la ciencia y la colaboración internacional para afrontar una pandemia que lleva segadas ya más de cuatro millones de vidas. Cuando hablamos de 'la ciencia internacional', no obstante, pocos se paran a pensar que el lenguaje, los idiomas y la traducción forman parte esencial de ella. El año pasado, muy al comienzo de la pandemia, el primer manual clínico sobre el covid se publicó en febrero de 2020, antes de que se describieran los primeros casos de transmisión local del coronavirus en Italia, en España, en los EE UU. Y ese manual, escrito en chino, hubo de traducirse a decenas de lenguas en menos de un mes. Gracias a ello, cuando a España llega la primera ola de la pandemia –la más mortífera de todas, con mucho–, los médicos de atención primaria en los centros de salud de Potes, de Silió, de Vega de Pas... pudieron leer en su propia lengua las primeras recomendaciones de prevención y tratamiento ante una enfermedad desconocida.

–Se le presenta como un medico humanista. ¿Ciencia y humanismo han de ir de la mano?

–Sí, desde luego. Es uno de mis objetivos vitales: lograr que la medicina vuelva a ser la más humana de las ciencias y la más científica de las humanidades. En el Curso de Traducción Médica, desde la primera edición, ciencia y humanismo van siempre de la mano.

–Entre todas las instituciones y asociaciones de las que es miembro, figura la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas. ¿Los científicos han de ser «contadores de historias», como señaló recientemente Enrique Saldaña, director del curso sobre escritura científica?

–Siempre me ha incomodado el tópico manido de que «los médicos no saben escribir»; cuando lo cierto es que, en todas las épocas y lugares, abundan desde antiguo los médicos que fueron grandes escritores: pienso en Pío Baroja, John Keats, Gottfried Benn, Mijaíl Bulgákov y Louis-Ferdinand Céline y otros como ellos. Desde Asemeya, una asociación ya casi centenaria, hacemos lo posible por mantener viva esta larga tradición de los médicos escritores y artistas.

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