«El oficio de actor permite descansar de uno mismo para cambiar de persona»
El madrileño, que participa hoy en el Festival de Invierno de Torrelavega, se siente «feliz» de que el público le haya concedido el Premio Duende Zahorí
Manuel Galiana (Madrid, 1941) llega este sábado a Torrelavega para participar en la obra 'Eduardo II, Ojos de Niebla' que se ofrece en Teatro Concha ... Espina dentro del Festival de Invierno. También recogerá el premio Duende Zahorí que concede el público. Está ilusionado y se le nota pues no para de agradecer a los espectadores este reconocimiento a toda su trayectoria.
-Háblenos de su personaje en la obra 'Eduardo II, Ojos de Niebla'
-Es un texto bellísimo y yo te diría que de los más importantes del teatro español contemporáneo y ha tenido un gran éxito en Madrid y en las demás plazas donde la hemos representado. Es una obra con muchas intrigas y dentro de ellas está mi personaje que es un banquero sin escrúpulos que no duda en engañar a unos y otros en su propio provecho.
-Lleva muchos años de trayectoria y le han concedido muchos premios. ¿Hacen más ilusión si vienen directamente del público como el que le van a dar esta tarde?
-Hace muchísima ilusión y más en los momentos que vivimos ahora. Cuando uno recibe tantos premios y tan importantes como yo he tenido la suerte de recibir parece que ya está todo hecho por eso es fantástico cuando te dicen que el público se ha acordado de ti y decide premiar tu trayectoria. Para un actor mayor, como es mi caso, es un regalo precioso. Ha merecido la pena sufrir un año tan penoso por la alegría que me han dado los espectadores de Torrelavega.
-Una trayectoria larga con momentos buenos y otros más regulares. ¿Qué es lo mejor y lo peor de su profesión?
-La precariedad es lo peor. Cuesta mucho levantar espectáculos y que perduren en el tiempo. En ese aspecto esta es una profesión dura y difícil, pero al mismo tiempo, y ahora viene lo mejor es hermosísima. A mí lo que me atrajo de este oficio es la posibilidad de que uno de repente se convierta en otro. Y es lo que me sigue fascinando, la sensación que te da el poder descansar de uno mismo para convertirse de pronto en otra persona. En el caso de la obra que hoy veréis en Cantabria, en un banquero de la corte de Eduardo II. Esa sensación se apodera de ti y hace que los actores cuando estamos metidos de lleno en un personaje ya estemos pensando en otro. Es una adicción de la que no nos podemos desprender.
-Ahora están muy de moda las series de televisión. ¿Esta forma de ver historias le quitará protagonismo al teatro?
-Es una pena que ya no se lleve a televisión las obras de teatro como se hacia antes, pero dicho esto las series gozan ahora del favor de público y hay algunas muy buenas y otras más regulares, pero lo mejor es que están dando trabajo a muchos actores. Yo lo que siento es que ahora que están en pleno apogeo no se acuerden de mi y no me llamen para participar en ellas.
-¿Le gustaría salir en una serie de televisión?
-Mucho. Siempre pensaba que cuando llegase a esta edad me iban a llover las ofertas para los papeles de abuelo... (ríe) y aún sigo esperando. Igual es que me ven muy joven todavía.
-En teatro y televisión tiene una trayectoria importante y reconocida. ¿El cine es su espinita?
-Sí. Para mí es una incógnita porque mi verdadera vocación era convertirme en actor de cine y por eso me matriculé en la Escuela Oficial de Cine y fui uno de los alumnos más brillantes, de hecho acabé con el Premio Extraordinario de Interpretación por lo que todo parecía indicar que tenía actitudes para el cine. Pero luego empezaron a surgir oportunidades para trabajar en teatro y televisión y el cine se quedó atrás. He intervenido en películas, algunas muy interesantes como las que hice con Garci, pero no he tenido una gran presencia en el cine y es cierto que eso me apena, pero estoy con esa ilusión del principiante de que algún día me llamarán y podré formar parte de la gente del cine. Todo lo demás de mi carrera ha sido muy satisfactorio.
-Otro de sus proyectos satisfactorios es el que desarrolla en Madrid como director de una pequeña escuela de teatro. ¿Qué significa para usted?
-Ese proyecto ha sido otro gran regalo que se me ha concedido. Surgió de un grupo de alumnos que decidió que quería estudiar conmigo y buscó un local en la calle Moratinos, 11 de Madrid, muy cerca de la casa en la que yo nací, en el barrio de Embajadores en el que proliferan las salas de teatro alternativas. Allí pusieron en marcha esta escuela a la que han querido llamar Estudio2 Manuel Galiana y en la que doy clases los martes. También hemos fundado una compañía que se llama Martes Teatro que ha estrenado ya varias obras de autores nuevos y todo esto me ha hace muy feliz. Voy a aprovechar esta función en Torrelavega para hablar con los responsables del Teatro para ver si se puedo traer una de estas obras.
-No nos queda más remedio que hablar del covid y de cómo lo está viviendo.
-Somos un país de insensatos y no aprendemos pese a que todos los días oímos la cantidad de gente que se contagia y se muere o que los hospitales ya no pueden más... Y la gente sigue haciendo reuniones... Afortunadamente queda el reducto del teatro que es un sitio en el que se guardan todas las medidas de seguridad.
-¿A la cultura haría falta vacunarla o ya está inmunizada?
-A la cultura en este país hay que ponerle respiradores. Está inquieta. Yo estoy convencido de que el teatro no morirá nunca porque los actores mantenemos viva esa llama pero también recuerdo que sin espectadores no hay función.
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