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El Aula Gerardo Diego acoge una de las propuestas tradicionales en la UIMP

El lenguaje como herramienta social

El Curso de Español para Inmigrantes de la UIMP forma a docentes que facilitan la integración a través del idioma

Lunes, 28 de agosto 2023, 07:29

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Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», afirmó el lingüista y filósofo Ludwig Wittgenstein. Un mundo que sin las herramientas adecuadas es una sucesión de muros comunicativos que dificultan la integración social y el día a día de miles de personas.

Facilitar esa integración en un nuevo escenario vital requiere de herramientas y recursos. Aprender verbos, entonaciones, expresiones... Contar con profesionales que sean capaces de abrir puertas con palabras. Para eso se forman en la UIMP dieciséis personas que a lo largo de la semana han asistido al Curso de Español para Inmigrantes.

El curso aborda cuestiones como la historia y situación actual del fenómeno migratorio en España, los perfiles sociales, educativos y lingüísticos de los migrantes en nuestro país, sus necesidades educativas, los factores que influyen en el aprendizaje del español por parte de aprendices migrantes o el ELE como herramienta de inserción social. Porque de eso se trata en gran medida.

Como dice uno de los profesores, Marcín Sosinki, doctor en Filología por la Universidad de Granada donde trabaja en el Departamento de Lengua Española, la enseñanza de español a inmigrantes tiene una parte «asistencial». Como las palabras son importantes, su compañera, María Jesús Llorente, Filóloga Hispánica y Doctora en Equidad e Innovación en Educación por la Universidad de Oviedo, hace un pequeño matiz, y cambia el término por «solidaria». «Para evitar situarte en una perspectiva que mira desde arriba a la persona a la que asistes». El alumnado del curso en el Aula Gerardo Diego es mayoritariamente femenino (quince mujeres y un hombre), una proporción que plasma la realidad: en el tercer sector y los trabajos de perfil sociales la presencia de mujeres es mayor. También en la educación y la universidad. El cuadro docente lo completa Beatriz Sedano, filóloga hispánica Doctora en Tecnologías de la Información y Comunicación en la Enseñanza y Tratamiento de Lenguas (UNED) que trabaja en proyectos europeos de enseñanza a personas desplazadas.

Para poder «integrarse y formar parte de la sociedad, hace falta conocer el idioma», explica Sosinski, pero es importante enfocar la mirada a ese aspecto nuclear del curso y no a su denominación. El sesgo del vocabulario hace que se trasvase la idea del imaginario sobre lo que es la inmigración (cayucos, colas de refugiados, pobreza) a una actividad que en realidad, si es español para extranjeros, incluye desde estudiantes de Erasmus a investigadores japoneses. «Te parece una actividad diferente, pero en realidad es la misma», argumenta Llorente. «La cuestión estriba en que se pone la situación socioeconómica o del alumnado por encima de la actividad en sí», dice Sosinski. Es una ayuda para integrarse en la sociedad, pero evitando matices ideológicos. «Se trabaja con un colectivo para dotarle de herramientas que le permitan desenvolverse en la sociedad de acogida, con los mismos derechos que el resto de ciudadanos».

Llorente, Sedano y Sosinski, docentes del curso. Juanjo Santamaría

posible» tratar todos los perfiles, pero sí señalan que a efectos de docencia, no hay tanta diferencia entre dar clase a inmigrantes y dar clase a extranjeros, salvo especificidades puntuales. «Pueden ser personas con un nivel bajo de formación, quizá sin un proceso de escolarización, y ahí es donde nos centramos».

El sistema educativo que aborda este tipo de formación está, a su juicio, «descentralizado». Depende de cada comunidad autónoma. El trasfondo es una cuestión política. La lengua lo es. «Está muy de actualidad», señala Llorente. «Hay demanda de poner un currículum específico de enseñanza de español a inmigrantes que se remonta al inicio del siglo XXI». En el año 2004 se promulgó el Manifiesto de Santander, que salió, precisamente, de la UIMP. En el 2006 surgieron las Propuestas de Alicante, un documento programático con una serie de puntos en los que se reivindicaban cuestiones como profesionalización, atención y tener ese currículo común.

La sociedad cambia, evoluciona. ¿Se actualiza el contenido de esos documentos? Sobre ellos se debate en el curso, pero no se ha avanzado gran cosa. «Cada vez hay más interés, más cursos como este, más experiencias de la enseñanza a inmigrantes en foros académicos». Se dan pasos, superando la consideración de este tipo de docencia como algo con un prestigio menor. Pero las iniciativas no están unificadas, son espontáneas. «Hay mucha gente haciendo lo mismo y podríamos coordinarnos y hacer muchas más cosas», plantea Llorente. Algo complicado, atendiendo a la realidad de España y ante la que «las posiciones ideológicas crecientes de Europa frente la inmigración y lo diferente, tienen muy mala pinta».

Empatía y ética

Ainoa Puerto es murciana y encontró el curso a través de la página web de la UIMP. Estudia Filología Hispánica en la Universidad de Granada, donde durante un año realizó labores de voluntariado en una ong, precisamente en el campo que ahora le ocupa. Le quedaron ganas de seguir. Nuevas herramientas y nuevos recursos es lo que espera llevarse en su maleta de vuelta. «Y consejos de los profesores para afrontar las situaciones que podamos encontrar en el aula». Considera interesante que las universidades ofrecieran este tipo de asignaturas «aunque sea como optativas», para las personas interesadas en trabajar con población inmigrante para «facilitar mayor inclusión e integración de esta parte de la población». Puerto querría dedicarse profesionalmente a este modelo de enseñanza. «Al final -dice- hace falta más empatía y ética».

También en una ong, Nueva Vida, ejerce Rosa Ibáñez como profesora de Español para Inmigrantes desde hace un año y medio. Hizo el Máster de Enseñanza de Español para Extranjeros online, durante la pandemia. Su objetivo en el curso es ampliar conocimientos y recursos para ayudar a su alumnado, principalmente refugiados. Senegaleses, ucranianos, afganos… Una de las cosas que más emoción le produjo ocurrió el día que una usuaria le dijo: «Rosa, ya puedo ir al médico yo sola y hablar». Sin intérprete, sin intermediario que explique, pudiendo valerse por sí misma «para contar su vida». Uno de los problemas que detecta es que se considera que para dar esta formación «vale cualquier persona», pero ella defiende que debe ser alguien titulado en la enseñanza de español como lengua extranjera. «No es lo mismo dar clase de lengua a un nativo que hacerlo para alguien que lleva consigo un duelo migratorio». De nuevo aparece la empatía, junto a la tolerancia. Se mezclan religiones, orígenes, ideologías. «Tienes que ayudarles también en ese proceso, tras haber dejado su casa y saber que nunca volverán». Por eso debe valorarse el esfuerzo que hace el alumnado, que desplazados, desarraigados, ven las clases como un desafío pesado. «Cuando cae una bomba en tu barrio y mata a la mitad de tus vecinos, no tienes ganas de aprender un idioma». Pero hacerlo supone acceder a la igualdad. «Sin una lengua no vas a tener las mismas oportunidades de futuro». Tiene casos de alumnos que han aprendido en seis meses y están trabajando en sus propias profesiones. «Eso es un éxito brutal».

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