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Álvaro Peña sufre una furete entrada en el campo del Coruxo, donde la lluvia embarró el terreno de juego.
Fútbol | racing

Los elementos se atragantan

Marcos Menocal

Lunes, 18 de enero 2016, 08:18

santander. «No sobreviven los más fuertes, sino los que mejor se adaptan a los cambios». La frase se le ha atribuido desde siempre a Charles Darwin y a su teoría de 'El Origen de las especies'. A Munitis no le queda otra que aplicar los conceptos del naturalista inglés a su equipo para mimetizarse en la Segunda B, su nuevo hábitat.

Basta con echar un vistazo a su trayectoria esta temporada para darse cuenta de que los campos de reducidas dimensiones o en malas condiciones -propios de la modesta categoría- son el auténtico talón de Aquiles de su equipo. Hasta un total de nueve puntos se ha dejado en sus desplazamientos cuando le ha tocado competir en terrenos de juego pequeños, irregulares o en difíciles condiciones debido al barro. No pasaron del empate en su visita al feudo del Somozas (0-0), al del Peña Sport (3-3) y el pasado sábado, ante el Astorga (1-1). Lo mismo le ocurrió en el primer partido después del parón navideño, donde la lluvia encharcó por completo el césped del Coruxo y los verdiblancos sucumbieron con estrépito (1-0). En las cuatro ocasiones, los racinguistas no fueron capaces de adaptarse a las características del terreno de juego y pese a llevar la iniciativa en el partido, el cúmulo de imprecisiones, las dudas y la alarmante falta de acierto les condenaron a dejarse puntos por el camino.

El Racing es el favorito para ocupar al final de la Liga el primer puesto. En eso parece que coinciden todos sus rivales, más ahora que por fin ha comenzado a carburar. Sin embargo, la calidad de sus jugadores y el juego que propone en ocasiones choca contra la tozuda realidad que supone la Segunda B y los hechos así lo confirman. En Somozas se estrelló contra un muro de jugadores que se atrincheraron aprovechando la estrechez del campo. Por más que lo intentaron, el marcador se quedó a cero. Aquella jornada fue un manual de impotencia. Jugando por abajo y con transiciones cortas, los de Munitis, que además se encontraban en vías de construcción, se marcharon en blanco. Algo parecido le ocurrió al conjunto verdiblanco en su visita a Tafalla. Allí recibió la medicina de la Segunda B en cuestión de minutos. Su superioridad técnica con respecto al humilde equipo de la Peña Sport fue tan grande que en la primera parte se marchó al descanso con un marcador muy cómodo: 0-2.

Tuvo problemas para hilvanar un juego fluido debido al irregular estado del césped, sus reducidas dimensiones facilitaban el apelotonamiento de los jugadores en el centro del campo y el partido fue aburrido. Sin embargo, la diferencia de calidad era tan grande que en ningún momento peligró la victoria. Ahora bien, en los minutos finales llegó todo el repertorio de elementos propios de la categoría; un despeje mal hecho, un balón mal medido, la repetición casi sistemática de balones colgados al área, la búsqueda continua del error no forzado del rival... Todo ello terminó con un empate a tres en el marcador. Los rostros de extrañeza y los suspiros de los responsables racinguistas fueron un poema aquella tarde en tierras navarras. Nadie se explicaba el resultado final, ni tan siquiera los futbolistas de la Peña Sport, pero el correctivo fue tan contundente que al cuerpo técnico le sirvió como advertencia.

Munitis, pese a no tener experiencia en la categoría como entrenador, sabía que esto podía ocurrir pero en aquella ocasión fue tan flagrante que hizo cambiar varias cosas. Empezó a prestar mucha más atención al juego aéreo, a las jugadas de estrategia, al orden defensivo pese a necesitar arriesgar para ganar... Todo ello contribuyó a que el equipo no sufriera nuevos contratiempos en estadios como el del Guijuelo, que, además de estrecho, era de hierba artificial. Allí, el equipo se mostró intratable. Durante la semana del partido entrenaron sobre la misma superficie en la que se jugaría el choque y, sobre todo, trataron de adaptarse a las condiciones del bote del balón. Cumplieron. Todo salió bien y la victoria (1-2) se convirtió en el punto inicial de la gran remontada clasificatoria.

La excepción y la regla

Aún así, es obvio que la plantilla de este Racing, joven y de buen manejo de la pelota, sufre cuando el terreno de juego se pone pesado o cuando se debe enfrentar a jugadores de corpulencia y gran envergadura. Eso le ocurrió al equipo racinguista en el primer partido de 2016 en Coruxo. La lluvia encharcó el césped y el Racing no dio pie con bola. Las imprecisiones y lo complicado de jugar por abajo convirtió el partido en una lotería y le tocó el premio al equipo local. De nuevo volvió a demostrar que le cuesta adaptarse al 'otro' fútbol. Ese en donde despejar el peligro y jugar en largo pasan a ser las virtudes más codiciadas. El pasado domingo, en Astorga, la lluvia no apareció pero la superficie estaba demasiada blanda. «Era difícil jugar», indicó Munitis. El Racing hizo lo que pudo, dispuso de mil ocasiones, pero no acertó. Por sumar un ejemplo de lo difícil que se le ha hecho adaptarse a los elementos; la primera jornada de Liga, el Racing perdió 1 a 0 en Vigo, ante el Celta B, en un campo grande, pero muy mojado y por tanto muy rápido. No supo mimetizarse y su debut en la categoría se le atragantó.

Las reglas suelen confirmarse a través de las excepciones. De esta manera, los cántabros también cayeron en el estadio de la Cultural Leonesa (Reino de León, 2-0), donde las dimensiones son muy similares a las de El Sardinero. No obstante, los ejemplos de todo lo contrario corroboran la teoría que aquí se analiza. Ante el Tudelano, el terreno de juego era ancho, grande y presentaba unas condiciones perfectas. Nadie había ganado desde febrero allí y el Racing se impuso (1-2). Los verdiblancos pasaron literalmente por encima al Sporting de Gijón (0-2) en El Molinón. Al estadio gijonés el Racing no tuvo ni que adaptarse.

De esta manera, no está de más echarle un vistazo a lo que se le viene encima. Ante el Izarra volverá a jugar sobre hierba artificial, cuando le toque jugar en Villaviciosa se enfrentará de nuevo a un césped de dimensiones muy pequeñas y queda a expensas de confirmar lo que le ocurrirá en Valladolid, ante el filial pucelano. Si se juega en el Luis Zorrilla, no tendrá problemas. No debe preocuparse por el estadio del Cacereño, con unas medidas incluso superiores a El Sardinero. En Logroño, Ferrol o Pontevedra tampoco tendrá problemas.

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