El abrazo de Roko Baturina
En la soledad. El croata, que forzó el penalti del gol de Pombo, pareció una isla en la punta de ataque, muy desasistido y sin entrar apenas en juego
Desde su llegada en el mercado de invierno, Roko Baturina se ha convertido en indiscutible en la punta de ataque del Racing. A pesar de ... unos números más bien discretos -un gol en cinco partidos-, no hay debate acerca de su titularidad en el puesto más competido del equipo, con cinco candidatos para una sola plaza. ¿Qué ofrece Baturina para lograr semejante consenso?
En el encuentro contra el Huesca, por suerte para el ariete hacía buena temperatura, porque si no hubiera corrido el riesgo de quedarse frío. O helado: Siete minutos tardó en tocar el balón por primera vez.
Y eso que en el primer ataque -por decir algo- que tuvo su equipo intimidó tanto a la defensa que entre el central y el portero casi se lían y dan una alegría al Racing.
Pero la grada estaba por festejarlo todo, y cualquier pelotazo susceptible de ser localizado por el radar del balcánico levantaba expectación. Sin embargo, bastante tenían los suyos con intentar sacudirse la presión asfixiante de los visitantes.
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Maldita desconexión
Así, Baturina tendría que conformarse con incrustarse entre los centrales para tratar de estirar un poco el denso entramado defensivo rival. Una boya en la lejanía, básicamente. Y eso que, cuando le buscaban, y no con un misil tierra-aire, cumplía: control de espaldas y a aguantar el balón. Incluso, con tarascada de propina. Sin embargo, los suyos o no le buscaban o no veían sus desmarques. Cien años de soledad condensados en veinte minutos.
Tanta, tanta soledad, que el central Pulido terminaría por darle un abrazo. Uno de oso. Justo en mitad del área, y durante el saque de un golpe franco. Tres toques de balón y ya había hecho su partido. No era de extrañar que la Gradona corease su nombre al ritmo de Los Picapiedra. Mientras el colegiado esperaba el refrendo del VAR -poco había que objetar-, en el punto de penalti se formó un concilio de mediapuntas. Roko, sin embargo, se fue discretamente a segunda línea; una actitud insólita en los delanteros, tan preocupados siempre por sus estadísticas personales. Sin embargo, el ariete sería el primero en correr a abrazar a Pombo y celebrar el gol.
Con el rival más descolocado, el Racing se estiraría un poco más, pero seguiría con conectar con su hombre en punta. Siempre faltaba un poquito. O que Pombo o Mboula le quisieran ver. Baturina, sin embargo, no parece de la escuela yugoslava: sus protestas no pasan de tímidos lamentos. Ni con el empate perdería los nervios: medio aspaviento, mordiendo la camiseta, y de nuevo a segundo plano, cediendo a Pombo el saque de centro.
En la reanudación, ni con el campo inclinado hacia la portería rival le llegaría el balón a Baturina. Cosas que pasan cuando en lugar de un centrocampista de creación optas por dos de contención y luego quieres sacar el balón jugado desde tu propia área.
Tras cuatro minutos de verlas venir, la montaña fue a Mahoma: Roko se dejó caer a la banda izquierda, caracoleó entre los defensas y se la dio al extremo. Agua: si el ariete está fuera del área, y nadie ocupa su lugar, no sirve de mucho colgar balones ahí.
Esta vez, el delantero centro no sería el primer cambio. Y eso que hacia la hora ya parecía apretar bastante menos en la presión. Pero la experiencia decía que, en anteriores encuentros, retirar al croata y apagarse las luces del juego ofensivo verdiblanco había sido todo uno.
Así que José Alberto le mantuvo algo más en el campo, y mandó sentarse al correcaminos Matheus, que ya estaba calentando. Además, el Huesca parecía estar conforme con la igualada e imponía un ritmo lento. Terreno abonado para que cazara algún balón perdido. La pelota, sin embargo, rondaba a su alrededor, pero parecía buscar siempre a otro.
Hacia el minuto setenta, Baturina exprimía el depósito de combustible y corría hasta la portería rival. Se le escapó un gesto de reproche al ver que le habían dejado solo en la presión. Ya no tendría tiempo para más: finalmente sería sustituido por Gassama. Un cambio con cierto regusto amargo: esa sensación de que, a poco que el tridente de mediapuntas le hubiera buscado un poco más, su aportación podría haber sido mucho mayor. Pero así fue la cosa. Ni más ni menos.
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