Asier Villalibre
Asier Villalibre marcó, provocó un penalti y dejó su sello de esfuerzo en el triunfo del Racing ante el Castellón.El debut del Búfalo como verdiblanco dejó además varias muestras de que la conexión con Vicente es un vínculo que ni los años ni las distancias logran borrar
Cuando el 'speaker' del Racing, José Barba, pronunció su dorsal y su nombre por primera vez, el «¡Eh!» de la afición fue mucho más largo ... de lo normal. Un presagio de lo que venía. El fútbol tiene debuts que pasan de puntillas y otros que dejan huella desde el primer balón. El de Asier Villalibre con el Racing fue de los segundos. El Búfalo bregó, peleó, metió el cuerpo y se dejó los cuernos en su estreno como verdiblanco. ¡Y qué debut! Marcó un gol a los cinco minutos y provocó un penalti. El Sardinero lo esperaba con una mezcla de curiosidad y necesidad. Había ganas de ver al nuevo atacante, de comprobar si el gesto serio que se le conoce desde Bilbao escondía también ese instinto que todo delantero necesita. El Búfalo no tardó en responder.
Los datos
1 gol
Además de su tanto, provocó el penalti del tercer gol.
90 minutos
Fue sustituido por jeremy sobre el tiempo añadido.
2 faltas recibidas
No cometió ninguna.
Pisó el césped con mandíbula apretada y mirada fija. Serio, aplicado, sin adornos. El primer contacto fue suficiente para entender de qué iba lo suyo: cuerpo, choque, carácter. Los Campos de Sport, llenos hasta la bandera, apenas tuvieron que esperar cinco minutos para derrumbarse en el rugido más esperado. Íñigo Vicente, el Mago de Derio, filtró un pase profundo con la precisión de quien ya conoce al receptor. La pelota llegó escorada a la izquierda. Villalibre controló rápido y sin pensarlo sacó un disparo seco con la zurda que viajó al fondo de la red, junto al palo derecho de Amir. Gol en el estreno. Primer día, primer rugido.
El delantero lo celebró en la esquina derecha de la portería, con sus compañeros abrazándole y con Íñigo Vicente buscándole de forma especial. Viejos compinches de Lezama reencontrados en Santander, aún con ese vínculo que ni los años ni las distancias logran borrar. Villalibre alzó los dos puños en señal de satisfacción. Era como decirse a sí mismo: «¡Vamos!». Pero el de Gernika no se conformó. Siguió empujando, bajó a defender, chocó contra todo lo que se movía. Acabó con la camiseta empapada.
El racinguismo lo reconoció en cada carrera larga, en cada choque con los centrales, en cada balón dividido. La primera ovación se la llevó en una disputa con Sienra, que anticipó lo que vendría después. Marcar, provocar un penalti, arrastrar defensas, abrir huecos para Sangalli y pelear hasta la extenuación.
Hubo momentos que reflejaron esa conexión instantánea con la grada. En el minuto 36 cayó al suelo tras una falta y El Sardinero se revolvió con él, protestando a pleno pulmón. El delantero se levantó rápido, con ese físico poderoso que lo hace resistente, y siguió como si nada. Otra vez, Vicente lo buscó con un caramelo en forma de pase largo; Villalibre se hizo fuerte, ganó el cuerpo a cuerpo, aunque la jugada terminara en nada. Esa insistencia, ese ir y venir constante, iba a tener recompensa.
La segunda parte fue igual de intensa. Villalibre siguió buscando el desmarque, arrastrando centrales, pidiendo el balón. Lo intentó con un disparo desde la izquierda que detuvo Amir. En la pausa de hidratación, botellín en mano, recibió indicaciones de José Moratón, que ahora trabaja en el cuerpo técnico como responsable de mejora individual. El que fuera canterano del Racing rodeó por los hombros al vasco y le susurró algunos detalles mientras le señalaba algo con las manos.
El penalti
Con el paso de los minutos, el Búfalo empezó a acusar el desgaste. Pero incluso con la gasolina justa, siguió corriendo solo, peleando contra uno y contra otro, reviviendo balones imposibles. La grada agradecía esa pelea con aplausos que se repetían como un mantra. En el minuto 78 llegó una de las escenas que marcaron su estreno. Corría en conducción solo hacia Amir cuando un empujón lo derribó en plena carrera. El estadio entero se levantó, Villalibre también. Fue hasta el cuarto árbitro, discutió, explicó y exigió, mientras José Alberto protestaba desde la banda y se unía a la conversación. Villalibre no cejó en su empeño y en esas, Dámaso Arcediano, el colegiado, se decidió a revisar la jugada en el VAR. Desde la sala de 'Video Assistant Referee' confirmaron lo que todos habían visto: penalti. Andrés Martín se encargó de transformarlo, pero el mérito fue del de Gernika, que había provocado la jugada con una arrancada de pura fe.
El Sardinero lo reconoció de nuevo. El aplauso era ya un idioma compartido entre grada y delantero. No habían coreado su nombre todavía, pero ya tenían la sensación clara de que había materia, de que este fichaje tiene dentro lo que se pedía.
En el minuto 90, exhausto, Villalibre abandonó el campo. Jeremy entró en su lugar, mientras el vasco se fundía en un abrazo con José Alberto antes de sentarse en el banquillo. El Sardinero lo despidió con aplausos largos y cierto agradecimiento. Había sido el segundo partido del Búfalo con el Racing y con apenas una semana de entrenamientos con el grupo. El primero fue un amistoso ante el Cagliari en pretemporada en el que saltó al campo apenas había puesto un pie en Santander y dejó buen sabor de boca. Este sábado incluso lo mejoró. Kilómetros de esfuerzo y conexión con Íñigo Vicente. En apenas noventa minutos el Búfalo dejó claro que ha llegado para hacerse querer.
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