Auserón sienta cátedra a los setenta
«Entra en el portal de la Academia, mira cómo luce el firmamento, vienes a buscar conocimiento, sales licenciado en la bohemia», saluda a la ... audiencia el doctor Auserón –defendió en 2015 su tesis 'Música en los fundamentos del logos', en la Facultad de Filosofía de la Complutense–, quien a continuación expone someramente tanto el plan de estudios de su particular 'academia' –«Si te quieres apuntar a mi curso de armonía e improvisar poesía, conmigo ven a estudiar»– como los turnos de asistencia: «doy clase fuera de horario, hasta el candil de la aurora».
Así se presentó en Escenario Santander Santiago Auserón, un artista que sigue reinventándose a sí mismo desde 1979: del éxito de masas que anticipó la Movida Madrileña y su «moda juvenil» a la deserción del mainstream que arrancó todavía en Radio Futura y culminó convirtiéndose en Juan Perro, un largo camino hacia unas raíces de la modernidad que encontraría en los sones caribeños. Para ahora, con la lección bien aprendida, convertirse en lo más parecido a un 'crooner' que podemos encontrar en el panorama nacional, aunque en lugar de estándares prefiera revisitar su propia obra; eso sí, en clave de latin-jazz, pero tamizado por la taladradora del punk setentero.
Presentada, pues, su particular academia –que más que platónica se diría epicúrea, cuando no dionisíaca–, empezó a desgranar el programa de estudios, que empezó 'Quemando caña'; es decir, enseñando los dientes de un artista que no pierde el colmillo afilado y reivindicativo ni la ironía y la retranca: «es una remembranza de la alegría que sentían los mambises, aquellos guerrilleros de Cuba cuando avanzaban y le pegaban fuego a los campos de los señores castellanos; todo el azúcar echa humo… ¡Alegría!». Seguiría el repertorio de los últimos discos de esta nueva banda, donde alterna los motivos caribeños –'Gibara' o 'Río negro'– con piezas más poéticas, como la redondísima 'No más lágrimas'.
Debajo, el alumnado de esta nocturna academia seguía la lección encandilado. Numerus clausus –medio aforo de la sala, aproximadamente– que más que a la competencia directa con Eurovisión podía deberse a la última visita del artista a Santander, donde ya quedó claro que no hace demasiadas concesiones a la nostalgia. Es decir, que Radio Futura es el pasado, un tiempo pretérito que solo se permite revisitar para la despedida y cierre. Fueron tres golpes en el corazón: 'Semilla negra', 'El canto del gallo' y la inolvidable 'La estatua del jardín botánico'. Un viaje instantáneo a los buenos tiempos, que dejan al asistente con ansia de más: ¿cómo es posible que Auserón (los dos Auserones, en realidad), no recuperen ese catálogo incomparable de himnos patrios?
Más allá de la carga emocional, siguen siendo canciones excelentes, a las que el paso del tiempo sigue respetando. Pero bueno, contra la determinación de los artistas es imposible luchar. Y pocos peros se pueden poner a un Santiago Auserón que, a los setenta ya cumplidos, vive en su juventud eterna, física y mental. Será cosa de matricularse en su Academia, vamos…
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