Salarios y desempleo: una relación complicada
josé villaverde castro
Domingo, 5 de noviembre 2017, 08:50
Dos son los asuntos económicos que más preocupan a los ciudadanos a título individual: tener un empleo y que éste proporciones un salario decente. Estas ... mismas preocupaciones se manifiestan a nivel colectivo, o agregado, pues la demanda interna de una economía (directamente la de consumo e indirectamente la de inversión) depende de la marcha de las dos variables mencionadas, empleo (o, equivalentemente, desempleo) y salario.
La cuestión que nos planteamos aquí es que parece existir una desconexión importante entre las mismas y, tal y como pone de relieve el FMI en un estudio que formará parte de la edición de 2017 de sus «Perspectivas de la economía mundial», no sólo en España.
El análisis económico más elemental pone de manifiesto que aumentos en la demanda de trabajo, que antes o después se traducen en reducciones del desempleo, tienen que acarrear incrementos de salarios; lo contrario, claro está, sucede cuando la demanda disminuye. Si bien es cierto que la última parte del párrafo anterior se ha visto convalidada durante la crisis económica, no parece que la primera se esté cumpliendo, o al menos no en la medida que se esperaba, en la actual fase de recuperación.
Entender por qué esto es así es algo que preocupa no sólo a los analistas, sino, sobre todo, a los responsables políticos y agentes socio-económicos, dado que la marcha de la economía depende en gran medida de la de la demanda agregada y ésta, como manifestábamos antes, de la del empleo (desempleo) y los salarios.
Con toda seguridad la explicación a la desconexión mencionada se encuentra en que la relación entre salarios y empleo depende críticamente de lo que los economistas llamamos la cláusula ceteris paribus, que implica que nada, salvo en este caso las dos variables que estamos analizando, cambia. Y esto, claro está, no es así, pues en la realidad cambia todo y lo hace de forma simultánea.
En este sentido, el estudio del FMI coincide, en gran medida, con lo que hemos apuntado aquí mismo en ocasiones anteriores. Los salarios no crecen más deprisa no porque haya un contubernio empresarial para mantenerlos bajos, sino porque la demanda de trabajadores no es tan boyante como se pudiera pensar. O, dicho con otras palabras, la capacidad ociosa de la economía, para la que las tasas de paro ya no constituyen un buen indicador, es más elevada de lo que se pensaba; este fenómeno, por cierto, se manifiesta también en dos hechos comentados en artículos previos: el elevado peso del empleo a tiempo parcial y el que una parte muy importante del mismo sea de carácter involuntario.
Si estos elementos explicativos de la desconexión salarios-desempleo son de naturaleza cíclica, hay otros que reflejan una trayectoria más permanente y que, por lo tanto, son de naturaleza estructural. Entre ellos, el estudio del FMI cita a tres que están fuertemente relacionados entre sí: la desaceleración del crecimiento tendencial de la productividad, la aceleración en el proceso de automatización, y los avances en la globalización económica.
Pese al progreso tecnológico de los últimos tiempos, la productividad está creciendo en la actualidad a ritmos menores que en el pasado (entre otras cosas por la importancia creciente del sector servicios), lo que, considerando la relación existente entre ésta y salarios, explica en parte el bajo crecimiento de estos últimos. De igual manera, los avances en materia de automatización, que hacen que el equipo capital se abarate en relación con el del factor trabajo, conllevan que el precio de este último también evolucione a la baja, o menos al alza de lo que sería deseable. Por último, la creciente globalización económica implica una mayor interrelación entre todos los países y regiones del mundo y, por lo tanto, una mayor competencia; ésta naturalmente, tira de todos los precios hacia abajo y, por lo tanto, también de los salarios.
En base a lo expuesto no parece probable que, al menos en los próximos años, el crecimiento de los salarios vaya a experimentar cambios de entidad. Siendo esto así, si no queremos que ello lastre el propio crecimiento de la demanda agregada y de toda la economía, es evidente que habría que hacer todo lo posible por preservar, e incluso elevar, el poder adquisitivo de los salarios. Esto requeriría, como es fácil de entender, mantener embridado el crecimiento de los precios, algo que, a priori, no parece que deba ser muy complicado.
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