La mano suelta de Valérie
Trierweiler, la ex de Hollande, abofeteó a un hombre que le preguntó por el presidente. No ha sido el primero en probar su ira, que le ha valido el apodo de ‘Rottweiler’
i. ibáñez
Lunes, 16 de marzo 2015, 08:54
Cada vez hay más pistas para saber por qué a Valérie Trierweiler, primera dama francesa hasta que se descubrió el lío de François Hollande con la actriz Julie Gayet, la apodaban Valérie Rottweiler. La última se conoció el jueves en un café de París frecuentado por gente de derechas, donde un hombre le preguntó, como quien no quiere la cosa, por el presidente. Visiblemente molesta, pidió al sujeto que resultó ser Mohammed Rizki, un político del partido de Sarkozy, que se disculpara. Ante su negativa y después de una tórrida discusión, se le fue la mano y le plantó un bofetón. Rizki, que la ha denunciado a la Policía, le pidió ayer «excusas públicas» porque, a su juicio, Trierweiler «atentó» contra su integridad física, moral y su dignidad humana. Bueno, también dijo que «no deseaba herirla» y que «no había nada insultante en la pregunta», pero eso ya es más discutible.
No es la primera vez que la periodista, que el año pasado publicó un libro donde se metía bastante con su ex, exhibe su lado más agresivo. En una fiesta celebrada en septiembre, se reencontró con Valérie de Senneville, también periodista y esposa del ministro de Finanzas, y Nathalie Mercier, su exconsejera de prensa, que cortaron su relación con ella al leer lo verde que ponía a Hollande en su libro. Según recoge Vanitatis, al verlas se dirigió a ellas; a la primera le dijo mientras la arañaba en el brazo: «Te voy a destruir, a ti y al cerdo de tu marido». A la otra la cogió del cuello y mientras la zarandeaba gritó: «¡Tú, gorda, márchate de aquí y ponte a los pies de esa puta de Gayet (la novia de Hollande)!».
Lo de Rottweiler le viene a Valérie de antes, de su etapa en la televisión Direct8, donde le plantó la mano en la cara a una compañera por un comentario que consideró sexista. Además, para la posteridad ha quedado aquel momento en que, cuando aún bebía los vientos por Hollande, apartó a un cámara que lo perseguía, agarrándole de la capucha al grito de «Bueno, ¡ya vale!». Nunca hagas enojar a un rottweiler, suelen decir.
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