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El presidente de Indonesia, Joko Widodo, visitó ayer por segunda vez la zona afectada por el terremoto y el tsunami en la isla de Célebes. P. M. D.

El presidente de Indonesia: «Necesitamos tres semanas para evaluar los daños antes de reconstruir»

La ayuda humanitaria comienza a fluir en la «zona cero» del tsunami coincidiendo con la segunda visita de Joko Widodo

PABLO M. DÍEZ

Enviado especial a Donggala (Indonesia)

Miércoles, 3 de octubre 2018, 15:03

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Poco a poco, como sucede todo en Indonesia, la ayuda humanitaria va llegando a las zonas de la isla de Célebes sacudidas el viernes por un terremoto y golpeadas luego por un potente tsunami. Después de seis días sin comida ni agua, los convoyes con víveres están entrando en este remoto rincón del centro occidental de la isla, la cuarta mayor de este gigantesco archipiélago. Si en condiciones normales ya resultaba difícil acceder a esta parte de Sulawesi, como se llama la isla en el idioma local, ahora cuesta más de 24 horas recorrer los 470 kilómetros que separan Palu, la «zona cero» de la catástrofe, de la capital de la isla, Macasar, porque las carreteras están bloqueadas por corrimientos de tierra.

Muy lentamente, como sucede todo en Indonesia, el Ejército se está desplegando masivamente para impedir el caos de los primeros días, cuando los supervivientes de Palu se entregaron al pillaje tras quedarse a oscuras y sin víveres ni gasolina. Tras unas primeras jornadas en las que el Gobierno indonesio parecía noqueado por la catástrofe, los convoyes militares y de ayuda humanitaria abarrotaban este miércoles la carretera entre Palu y Donggala, otra ciudad a 34 kilómetros que había quedado aislada.

A lo largo de la ribera occidental de la estrecha y alargada bahía de Palu, este trayecto es una ruta siguiendo el rastro de destrucción del tsunami, que barrió pueblos enteros. En Loli Saluram, justo en medio del camino, solo quedan en pie la mezquita y unas pocas casas, rodeadas de los escombros que provocó el terremoto y luego arrastró la fuerza de la corriente. Bajo un sol tropical que cae a plomo incluso aunque estemos ya a octubre, los supervivientes buscan sus pertenencias entre los cascotes.

«El tsunami llegó muy poco tiempo después del terremoto. El agua se retiró tras el temblor y luego volvió con olas de varios metros», cuenta a este periódico Alfin Hidayat, que tiene 18 años y estudia Comunicación en la Universidad de Tadulako, en Palu. Junto a los ochos miembros de su familia, con los que vivía en una casa en primera línea de playa, huyó hacia un lugar elevado en el interior de la jungla, donde hoy siguen refugiados muchos damnificados por miedo a las frecuentes réplicas.

Aunque el joven y otros vecinos aseguran que no recibieron ningún mensaje de alerta en sus móviles, todos sabían lo que se les avecinaba tras el potente seísmo: un tsunami. Por ese motivo, la mayoría de los 1.200 habitantes de Loli Saluram escaparon con vida y solo ha habido que lamentar cuatro muertes, más otros dos desaparecidos cuyos cuerpos aún no han sido encontrados.

La misma proporción se repite en otras localidades de la carretera a Donggala, lo que hace suponer que el tsunami no se ha cobrado tantas vidas como se temía en un principio. A tenor de las cifras oficiales, los fallecidos superan ya los 1.400 (cien más que el día anterior) y aumentarán a medida que sigan las labores de desescombro. Pero parece que el mayor número de muertos será por el terremoto y en la ciudad de Palu, no en Donggala.

Para mostrar su apoyo a los damnificados, el presidente de Indonesia, Joko Widodo, ha recorrido este miércoles algunas de las zonas afectadas, su segunda visita tras la que efectuó el domingo. Cuando su caravana, fuertemente escoltada, atravesaba Loli Saluram, se ha bajado para saludar y repartir galletas entre los niños. «Necesitamos todavía dos o tres semanas para evaluar los daños y luego empezaremos la reconstrucción», ha declarado a este periódico mientras la multitud se agolpaba para besarle la mano.

A pocos metros de la comitiva, el jefe del pueblo, Rauf Zaenudin, había montado entre los escombros una tienda de campaña para repartir agua y comida entre los vecinos. Tal y como reconoce, «la mayor parte de los víveres que ha recibido hasta el momento ha venido de donaciones de particulares, no del Gobierno». En Indonesia, como en cualquier otro país del mundo, los políticos y sus promesas también llegan antes que la ayuda humanitaria.

Las autoridades indonesias elevan la alerta tras entrar en erupción un volcán en el norte de Célebes

Las autoridades indonesias han elevado el nivel de alerta después de que el volcán Monte Soputan, situado en el distrito de Minahasa Sureste, en el norte de la isla de Célebes, haya entrado en erupción este miércoles, según informa la agencia de noticias estatal Antara.

«Los residentes locales no deberían realizar actividades en un radio a cuatro kilómetros de la cima del volcán», ha indicado el portavoz de la Agencia Nacional para la Mitigación de Desastres, Sutopo Purwo Nugroho, en un comunicado.

Asimismo, ha instado a los residentes que viven a 6,5 kilómetros al oeste y el suroeste del volcán que eviten la posibilidad de una colada de lava o una nube caliente. Además, quienes viven cerca del volcán deberían contar con usar mascarillas ante la posibilidad de problemas respiratorios en caso de una lluvia de ceniza.

El volcán, de 1.784 metros de altura, ha entrado en erupción a primera hora de la mañana del miércoles, lanzando una columna de cenizas que ha alcanzado entre 3.000 y 4.000 metros de altura. Antes de la erupción, se ha registrado una potente explosión.

El Monte Soputan se encuentra en la isla de Célebes, golpeada el viernes pasado por varios terremotos y un potente tsunami que han dejado hasta el momento más de 1.400 muertos.

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