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De 1959 a 2008 las carrozas de Fito. abajo a la derecha, participaron en todas las ediciones de la fiesta. DM
Obituario | Adolfo Zubillaga Sisniega 'Fito' - Carrocista

El ciclista eternamente enamorado de la Batalla de Flores

Lunes, 28 de noviembre 2022, 01:00

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El plantel de carrocistas del cielo acaba de recibir a uno de sus refuerzos más valiosos. Adolfo Zubillaga, 'Fito', accede a lo más alto tras haber culminado una intachable etapa reina en la que nunca escatimó una pedalada para hacer lo más grande posible la Batalla de Flores que llevaba prendida en el corazón.

Empezó como se inician todas las pasiones, arrimándose a otro grande como Ildefonso Vallejo 'El Botero', quien le inoculó el veneno por una fiesta que en aquellos años 50 tenía la mitad de vida que en la actualidad. Y a la que 'Fito' contribuyó ha engrandecer desde su siempre poco ponderada humildad. Participó de forma ininterrumpida entre 1959 y 2008, cumpliendo las bodas de oro el año del centenario.

Supo adaptarse a todos los cambios que experimentó el festejo a lo largo de las décadas. De la madera, el martillo y los clavos, al hierro y al poliespán. De carrozas de pequeño tamaño a las gigantescas alegorías de finales de siglo. Y supo apretar los dientes en aquellas crisis de los años 70 donde el boom turístico puso contra las cuerdas la continuidad del festejo. Él era de los irreductibles. Tanto es así, que según contaba su mujer Rosario al también carrocista Alfonso Oruña, desde que se retiró fue incapaz de bajar a la pista, quedándose abatido en casa, donde daba rienda suelta al llanto por no poder reprimir la frustración de no ser de la partida.

Si en algo coinciden todos los carrocistas es en que estábamos ante un hombre excepcional en lo que a valores humanos se refiere. Un trabajador incansable, que a las interminables horas de la construcción aún sumaba otras tantas en su cuartel general de La Tejera, en la trasera del campo de fútbol, donde las creaciones cobraban vida, muy próximas al matadero -edificio que alberga la piscina municipal- donde quedaban guardadas las mesetas al término de cada edición.

Generoso y conciliador, brilló con luz propia por el mimo que dedicaba a sus huertas, que a cambio le regalaban abundantes cosechas, cuyo excedente cedía de forma desinteresada a sus compañeros. En casa, su esposa Rosario y sus hijas Charo y Miriam, admitieron de buena gana compartir el cariño de su jefe de filas con una fiesta que tanto debe a personas como este ciclista que derrochaba arte. La bondad hecha persona.

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