Rigor, solvencia y sentido de Estado
Conocí a Agustín Ibáñez cuando yo tenía veinte años, en 2003, y él se convertía en el primer jefe de gabinete de Lola Gorostiaga como ... vicepresidenta del primer gobierno de coalición en Gobierno en Cantabria. También del segundo gobierno de coalición en España y el primero con una mujer como vicepresidenta, que era a su vez la primera mujer secretaria general del PSOE de Cantabria.
Hoy, en el día de su fallecimiento, al echar la vista atrás se abre ese baúl de los recuerdos, esa memoria selectiva que reconoce todos aquellos momentos compartidos. Ese guión fotográfico que nos recuerda cada instante de aquellos tiempos políticos, y nos ubica donde estábamos y cuánto compartimos. Decía José Luis Borges que somos nuestros recuerdos, ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.
Y lo cierto es que hoy, al conocer que Agustín Ibáñez nos ha dejado, se han roto muchos espejos porque en el ideario del joven de veinte años que fui, aquel hombre que un año después, en 2004, era nombrado delegado del Gobierno de España en Cantabria con José Luis Rodríguez Zapatero como presidente, representaba el rigor, la solvencia y el sentido de Estado.
Pese a que la edad siempre determina una cierta distancia en las relaciones personales, Agustín y yo compartimos muchas cosas, sonrisas y debates cómplices, una misma manera de entender que las personas pasamos pero las instituciones prevalecen, que la mejor manera de dignificar la política es ejercerla sin gritos ni estridencias sino con respeto al adversario político y propuestas y proyectos para defender tu ideario y, además de todo ello, una profunda admiración compartida por Alfredo Pérez Rubalcaba.
En estos momentos que vivimos, en los que la política se ha convertido en una trinchera, en los que el espacio para el entendimiento cada vez es más estrecho y no hay lugar para el diálogo y el acuerdo, el ejemplo de austeridad, de sentido común, de responsabilidad y de deber con su país y con Cantabria, que representó Agustín Ibáñez desde 2004 a 2011 como delegado del Gobierno, nos acompaña, nos reconforta. Nos guía.
La política debería volver a ser el espacio compartido entre personas que como él, siempre antepuso el interés general a cualquier otro interés. Personas con un sentido y una vocación de servicio público incontestables. Personas que dedicaron los mejores años de su vida a los demás, a su tierra y a su gente con horarios infinitos, renunciando a tanto en lo personal para ofrecerlo a lo colectivo, al bien común.
En estas horas, en las que, con su fallecimiento, he tomado conciencia de que hoy soy delegado del Gobierno como lo fue él cuando yo empezaba a tener inquietudes políticas, he reconocido en él todo lo que falta ahora a la política actual: debate sereno, argumentos y no soflamas, respeto y sobre todo el interés compartido por todos de anteponer por encima de todo el bienestar de la ciudadanía y el progreso de Cantabria y de España.
Por eso apeló a que en su memoria recordemos que hubo tiempos mejores, en los que la política llamaba al acuerdo entre diferentes para lograr objetivos compartidos. Hoy, ante los retos de Cantabria y España, estoy convencido de que Agustín Ibáñez habría tendido la mano para trabajar conjuntamente con el resto de administraciones públicas para solucionarlo. Porque lo más urgente para él fueron siempre los problemas de los cántabros, y lo más importante, ayudar a Cantabria a crecer, a avanzar, a progresar.
Sirvan estas palabras de recuerdo a Agustín Ibáñez también como una interpelación a la política actual, a los políticos de hoy que debemos aprender a construir puentes y tender manos para ser capaces de tejer alianzas por el interés general. Sigamos su ejemplo de honestidad política y de respeto y responsabilidad ante lo que Cantabria era y merecía, es y merece.
En su memoria, vamos a mantener vivo su legado de honestidad intelectual, honradez política y responsabilidad cívica.
Descanse en paz.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión