Un policía vocacional que pescaba cachones en la machina
ALMUDENA RUIZ
Sábado, 25 de febrero 2023, 01:00
«Policía vocacional puro», así define a Darío Ruiz Peña su hijo Juanjo, también agente de Policía en Santander, quien recuerda que cuando tuvo que ... decidir su futuro su padre tenía muy claro cuales debían ser los pasos que habría de seguir y «estaba pesado, pesado hasta que aprobé la oposición».
Nacido en Santander, Darío Ruiz había trabajado en una imprenta antes de incorporarse en el año 1975 a la Policía Local de Santander. Su función se reducía en esos años a regular el tráfico. En el Santander de los años ochenta los agentes eran también los encargados del mantenimiento de la señalización horizontal de la ciudad y Darío formaba parte de una de las brigadas que realizaba esas tareas. Juanjo recuerda a su padre «salir por las noches para ir a pintar las rayas de los pasos de cebra porque estaba en uno de los grupos de agentes que hacían esas tareas».
Los últimos veinte años de trabajo, Darío los pasó en las oficinas de la Policía Local de Santander, cuando estas dependencias ocupaban los bajos de la parte de atrás del Ayuntamiento. «Siempre le gustó ser policía, era vocacional», explica Juanjo, quien recuerda que en aquellos años el trabajo de los agentes se centraba, básicamente, en regular el tráfico. «En aquel momento no es como ahora, que un policía local realiza distintas funciones, entonces su trabajo era casi exclusivamente el de regular el tráfico».
Aficionado a la pesca, con frecuencia Juanjo acompañaba de noche a su padre a capturar cachones con aparejo en la machina santanderina. Amante también del fútbol, Darío prefería verlo por la televisión que acudir al campo del Racing a seguir los partidos. «Le gustaba mucho el fútbol, le encantaba, pero en los últimos tiempos decía que le había desencantado ese deporte», recuerda su hijo.
Toda su vida vivió en la Cuesta de La Atalaya desde donde cada día salía a pasear, una de sus actividades preferidas junto con los crucigramas. A pesar de que un ictus había limitado su capacidad de movimiento hace unos años, Darío continuó con sus paseos diarios en su silla de ruedas, en ocasiones acompañado de sus nietas «a las que adoraba y pudo ver hasta el último día».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión