"Cómo puede ser que se quede con mi casa el hombre que me maltrató e intentó matarme"
Clara Crespo perderá su hogar al no poder afrontar la liquidación de gananciales tras su divorcio. "Yo no sabía que la habían tasado en 400.000 euros, un precio desorbitado"
Ana Rosa García
Domingo, 2 de abril 2017, 07:51
"Parece que he venido a este mundo solo para sufrir, ya no me quedan fuerzas para seguir". Completamente hundida, con voz apagada y temblorosa, ... Clara Crespo rememora su "infierno", una vida "marcada por el miedo" hacia la persona con la que compartió treinta años de matrimonio, que ahora se remata con "una incomprensible injusticia", sin vuelta atrás. "Cómo puede ser que quien me ha maltratado y ha intentado matarme en más de una ocasión, acabe quedándose con lo único que tengo, que es la casa en la que vivo junto a mi hija, mi yerno y mis dos nietos. Nos va a dejar en la calle y, además, tengo que pagarle 80.000 euros. No lo entiendo, qué Justicia tenemos que permite esto", se lamenta a lágrima viva. "Ya solo me queda perder la dignidad. No me importa que la gente se entere", dice, con la única esperanza que la queda, que hacer pública su situación remueva conciencias y cambie el rumbo de este "sin sentido".
La historia de Clara pone los pelos de punta. "Cansada de los constantes episodios de violencia (hasta entonces solo verbales) y menosprecios" de su marido, en 2009 decidió divorciarse. "Ya no podía más, siempre había sido una mujer sumisa, soportaba los gritos y los insultos e iba tirando con mi sueldo de poco más de 800 euros, porque él trabajaba pero a casa no llegaba nada. El día que dije se acabó empezó mi verdadero calvario", confiesa. Sin poder reprimir la angustia, narra cómo empezaron "las amenazas y el acoso. Me seguía con el coche a todas partes, a todas horas".
Se decidió a denunciarle el día que fue consciente de que su vida corría peligro, en octubre de 2009. "Manipuló los frenos de mi coche, no sé cómo me salvé de aquella porque para salir de casa tengo una bajada muy pronunciada", rememora. Por suerte, pudo detener el vehículo en un repecho. Su marido fue condenado a nueve meses de prisión como autor de un delito de violencia de género, "sentencia que incluso se publicó en el periódico, aunque yo intenté que no saliera", añade ella. Pero al no tener antecedentes, no llegó a pisar la cárcel. Ese mismo año el juzgado de lo penal número 3 de Santander dictó una orden de alejamiento, le prohibió acercarse a menos de 100 metros de ella, de su casa y de su lugar de trabajo. Él tardó poco en quebrantar la condena, y en consecuencia entró a prisión.
"Vino a casa y aporreó la puerta enfurecido. Estaba tan asustada que apreté el botón antipánico del dispositivo GPS que me había dado la Guardia Civil. Cuando los agentes llegaron, él ya se había ido. No hay nada peor que vivir con miedo", subraya Clara, que ha llegado "a revisar por las noches hasta siete veces si están bien cerradas las puertas y las ventanas. Sin dormir. Un día tras otro. Al más mínimo ruido me levanto a comprobarlo. He tenido una patrulla en la puerta, velando por mi seguridad.Los agentes me decían: Clara, descansa, que vamos a estar aquí. Les estoy tremendamente agradecida, me han ayudado mucho". Incluso, añade, "cuando acudí en una ocasión al cuartel a reclamar que me quitaran el aparato, porque el pitido constante suena cada vez que el agresor está más cerca de la distancia de seguridad impuesta por el juez era insoportable".
Un "despropósito"
Por si esa "tortura" no fuera suficiente, su excónyuge le ha dado sin mediar contacto el golpe más doloroso. "Se queda con la casa que hemos pagado mi hija que levantó una planta, encima del garaje, como vivienda y yo. Cuando nos divorciamos no solo me quedé a cargo de la hipoteca, sino con todas las deudas que me había dejado él", explica. "En estos años, hemos ido arreglando la casa poco a poco (tejado, ventanas...) con muchísimo esfuerzo. Se la vamos a entregar reformada, sin que haya pagado nada, mientras nos arruina la vida del todo".
El sueldo de Clara, en la actualidad de baja laboral "Estoy tan mal anímicamente que no puedo trabajar, no me concentro", es el sustento principal de la familia de su hija (el matrimonio está en paro y tienen dos hijos de 19 y 22 años). La razón que explica este cruel desenlace tiene que ver con la ejecución de la sentencia de liquidación de la sociedad de gananciales, que se hizo a los dos años del divorcio.
"El único bien que teníamos era la casa, yo acepté quedarme con ella y pagarle a él la mitad de su valor", cuenta. Pero lo que "desconocía" cuando estampó su firma en el acuerdo es que "la vivienda se había tasado en 400.000 euros, cuando el valor catastral era de 35.000 y en la tasación que consta en la hipoteca es de apenas 60.000", señala su abogado actual, Juan Manuel Brun, a quien le ha llegado el caso "demasiado tarde, cuando todas las vías jurídicas están cerradas. En su día, no se hizo nada de lo que se podía haber hecho por encauzar esta situación incomprensible. Es demencial la situación a la que se ha visto abocada esta mujer".
Ella se mata con la razón: "¡Cómo iba a firmar esas condiciones si lo hubiera sabido! Con poco más de 800 euros al mes, con las pagas incluidas, es imposible que pudiera pagarle a él 200.000 euros. Nadie me informó de lo que estaba aceptando. Yo estaba tan destrozada que si en esos papeles hubiera estado mi sentencia de muerte, la hubiera firmado igual", reconoce esta mujer de 65 años, que confió "a ciegas" en el abogado de oficio que se le asignó. "No quiero culparle a él, entiendo que yo era un caso más de tantos y me despachó rápido", le disculpa.
"A mi padre le da igual dejarnos en la calle a mí y a sus dos nietos"
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Clara Cadelo Hija
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"Mis hijos no han disfrutado de su infancia, han convivido siempre con los gritos y los insultos de mi padre, lo han sufrido desde niños. Incluso siguen yendo al psicólogo. Y a él no le tiembla el pulso, le da igual dejarnos en la calle a todos. Es más, ahora va presumiendo por el pueblo de que por fin lo ha conseguido", dice la única hija del matrimonio, Clara Cadelo, que sabe lo que es tener que "enfrentarse a él para defender a su madre", quien ha soportado en primera persona "su persecución y su acoso" y quien reconoce la "vergüenza que ha hecho pasar a sus nietos cada vez que se pasea delante de ellos del brazo de chicas que conoce en clubs y que dice que son sus novias".
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Abatida, porque en una parte de la vivienda ha construido el hogar que tendrán que abandonar en pocos meses, admite que "mi mayor temor es mi madre, está dispuesta a todo, ya no la quedan ganas de seguir adelante, y es que no me extraña, ha sufrido mucho en esta vida. Ella es la víctima de un maltratador, y está pagando como si fuera el agresor. No se merece esto". Ahora toda la familia se enfrenta a un futuro incierto. "Lo peor que nos podía pasar es quedarnos sin nada. Y mi padre, que es quien nos ha hecho la vida imposible a todos, es el único que sale beneficiado".
La cuestión es que, "puesto que nadie rebatió la tasación injustificada propuesta por la defensa del marido", subraya Brun, se dio por bueno el valor de 405.871 euros por la casa situada en Cacicedo de Camargo, que ocupa una extensión superficial de 38,5 metros cuadrados y tiene dos plantas. Transcurrido el plazo de dos años determinado por el juzgad de la asignación de la vivienda a la mujer, el hombre activó el proceso de liquidación de gananciales para reclamar los 193.544 euros que se le adeudaban. "Es imposible que yo pudiera pagar ese dineral, es una cantidad desorbitada", añade ella. Pero la maquinaria judicial ya no tiene vuelta atrás. "No hay nada que hacer. No tengo a quien recurrir, estoy sola", señala con impotencia.
Hace un mes, Clara recibió la notificación de la subasta de su vivienda, por 190.000 euros. Al quedar desierta, quedó adjudicada por el 70% de esa cantidad (120.000 euros) a su marido, que no parece dispuesto a dar tregua. "Hemos intentado llegar a un acuerdo con él, que pasaría porque las dejara seguir en la vivienda en régimen de alquiler, pero no ha querido. Así que va a ejecutar la resolución que empuja a Clara y a su familia al desahucio", explica Brun, que critica "el desamparo brutal" de su clienta, "condenada por un abogado de oficio que no la defendió ni llegó a plantear otras alternativas; víctima de la poca sensibilidad del juez hacia una mujer maltratada, a la que se le acotó el tiempo de uso de la vivienda a solo dos años; y ahora, todo el mundo coincide en que es una pena lo que está pasando con ella, pero nadie hace nada por cambiar su suerte".
El "despropósito" no termina ahí. "No solo se queda con nuestra casa sino que encima tengo una deuda con él de por vida por los 80.000 euros que faltan hasta alcanzar los 200.000 que debería de haberle pagado.Si me embargan la nómina, de qué vamos a vivir", pregunta.
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