Sorprendente en extremo es que se escriban libros sobre no importa qué tema sin contar con un repertorio bibliográfico apropiado. La bibliografía es el mimbre ... imprescindible para hacer un buen cesto. Sin bibliografía el edificio del libro se resiente. Sobre la mesa de trabajo tengo lujosos volúmenes editados por la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria, con 'prólogos prescindibles' de los políticos de turno. Quienes se expresan por voz de sus gabinetes de prensa. Eso sí, con una foto requetechula, como si estuvieran en permanente campaña electoral.
¿Qué pintan sus parrafadas al frente de un libro serio? Nada. Por su condición laudatoria se descalifican. La autoridad política no aporta fuste al estudio, que se supone redactado por una autoridad en la materia.
Volviendo a las fuentes biográficas, de razón es que todo libro que sobre el lignum crucis y el santuario de Santo Toribio se edite en el año jubilar lebaniego debería lucir como imprescindible enseña los gozosos versos de Gerardo Diego: «Mírala bien. / Lignum Crucis. / Ésta es la mayor reliquia de Jerusalem. / Esta astilla renegrida, / Lignum Crucis, / leño de vida, / es nuestra joya y rehén. / Esa madera morena, Lignum Crucis, / es la que halló Santa Elena. / Mírala. / La adora el hombre y el oso, / Lignum Crucis, / el arcángel y el raposo. / Ahí está. / Sube al altar. Bésala. / Santo Toribio de Liébana, / Santo Tirso, «Santotís». / y el Santo de la Calzada, / y San Francisco el de Asís: / Cuatro santos la llevaban / por las calles de Madrid. / Cuatro santos invisibles / con maderas de raíz. / Mírala bien. / Lignum Crucis. / La adora el hombre y el oso / y el madroño prodigioso. / Ahí está. / No. Allí. Allí. / Sí, que donde estaba está. / Sube al altar. Bésala». Y ganarás el jubileo.
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