El pasado fin de semana tuvo lugar en el Teatro Concha Espina la vigésimo segunda edición del certamen de cortometrajes, creado por Américo Gutiérrez. ... Como casi todos los proyectos que tienen continuidad se ha ido consolidando y adquiriendo un gran prestigio a nivel internacional favorecido por el apoyo del Ayuntamiento, lo cual ha contribuido, además de los importantes premios en metálico, a elevar el nivel de los participantes como hemos podido comprobar en esta convocatoria.
Difícil la decisión del jurado un año más dada la calidad de los trabajos presentados. El cine, como la literatura, trata de reflejar aspectos de la vida con más o menos realismo. Intenta ser un testimonio de la realidad. Así lo hemos visto en las tres jornadas que ha durado el festival, especialmente el último día, con los cortometrajes galardonados, que han hablado de temas del momento actual.
De la comedia al drama, con austeridad de medios o con una cierta complejidad pero siempre con intensidad y emoción, la soledad, la violencia, el paro, la identidad, fueron algunos de ellos. Pero sin duda hubo uno que se reflejó en cuatro de las películas premiadas, los problemas relacionados con las enfermedades mentales.
La esquizofrenia, la anorexia, el alzhéimer más otro caso de perturbación mental de origen tal vez económico fueron abordados en el celuloide por los realizadores. Un reflejo de la sociedad actual. Son problemas que afectan no solo a las personas que lo padecen sino a su entorno más próximo, la familia, que muchas veces impotente para resolverlos tienen que acudir a los centros asistenciales para que les ayuden. María, la brillante protagonista del film del mismo título, ganadora del premio de interpretación femenina, siente y sufre la imposibilidad de hacer frente a la enfermedad de su hijo.
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