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La esperanza

Conocemos mejor el virus, sabemos más de su comportamiento y tenemos experiencia en el tratamiento. Nos queda diseñar un plan estratégico

Jueves, 12 de noviembre 2020, 07:21

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En el momento en el que se encuentra nuestra sociedad, salpicada de tantos sinsabores, frustraciones, limitaciones, precariedades, desencuentros, protestas, órdenes contradictorias, o cuando menos confusas, ... rodeada a la vez de una nebulosa flotante, mostrándonos unos nubarrones pesados y oscuros que limitan nuestro horizonte, hablar de esperanza es cuando menos atrevido, presuntuoso, e incluso puede resultar inadecuado. Impresiona por estéril, desde nuestra conciencia colectiva, en plena tormenta que preludia grandes catástrofes, traer al presente un sentido de esperanza, que es tanto como una vivencia de cambio, una expectativa en la que exista un mañana placentero. Pero a pesar de nuestra penosa situación, no hay la menor duda de que puede salir el sol y llegar la luz, pasar de la agitación vibrante a la calma o serenidad, siempre a lo largo de los tiempos ha ocurrido así: explosión, destrucción, y seguidamente el resplandor, es una simbiosis constante. Además de un deseo, o de un sentimiento de llegar a poseer, tener o disfrutar lo que uno quiere, la esperanza para la teología cristiana es una de las tres virtudes. En este caso, aquella que nos permite mediante la fe alcanzar la vida eterna o la prolongación de la vida después de nuestra despedida terrenal.

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