Afri
Cuando veo a tanta gente cabreada por la declaración de amor que un espontáneo ha grabado en una de las esculturas del Muelle de Calderón, ... me acuerdo de aquel 'cuestionario Proust' que publicaba cada semana el Blanco y Negro, donde entre otras cosas preguntaban a la celebridad de turno qué faltas le inspiraban más indulgencia. Mi respuesta favorita, creo que de Julián Marías, decía: «Las que se cometen por amor».
A ver, que seguro que en las instancias oficiales y en los bancos del Paseo Pereda el personal está muy cabreado; obviamente, eso de atentar contra el patrimonio no está nada bien, y mucho menos si son obras de arte. A Manolo Valdés no le habrá hecho ninguna gracia, claro, pero si lo piensa mejor, aparte de todo lo que se va a hablar de él y de su obra –fabulosa, por cierto: qué maravilla de color y forma–, al final ha conseguido no solo que sus bellísimas piezas de resina cristalina «dialoguen con la bahía», sino mucho más: que se integren en la vida de la ciudad, que cobren existencia propia y sean mensaje y medio a la vez.
Pero seguro que el misterioso grabador estará más bien eufórico, y no solo porque no le hayan pillado y se haya librado de una multa antológica, sino sobre todo si la tal Afri se ha tomado a bien esa declaración de amor y la cosa apunta a romance tórrido, que suele ser lo más apropiado para el verano. Que, a ver, tampoco es que el romeo sea un gran poeta, pero Afri, tía, a quién no le emocionan los detalles románticos… Si casi estoy yo por pillarme también una navaja…
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