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El Gobierno de Cantabria anunciaba esta semana una ampliación histórica de la oferta de Formación Profesional hasta el centenar y medio de títulos. Una ... medida acorde a la realidad de los sectores productivos, según el consejero de Educación. También hemos conocido estos días los datos que sitúan a España como el país de la Unión Europea con la tasa más alta de trabajadores sobrecualificados, según Eurostat. Un 35 % tiene una formación académica superior a las funciones que desempeña. Es un 13.5% más que la media europea. Algo que no sucede con la Formación Profesional, con unas tasas de empleabilidad muy superiores.
La culpa puede ser en parte de los padres, que nos hemos empeñado en que nuestros hijos vayan a la universidad, pero sobre todo, de quienes deberían realizar una adecuada planificación, acorde a las necesidades de la sociedad. Un ejemplo palmario es la carencia que padecemos de médicos, que está haciendo que las comunidades entren en una competición similar a la de equipos de fútbol tratando de fichar en el mercado de invierno. Eso, después de estar 40 años limitando a jóvenes con vocación el acceso a las facultades de Medicina. Otro ejemplo: no hay matemáticos porque actualmente las empresas se los rifan, y la oferta de graduados no cubre la demanda. En Educación Infantil, por contra, hay exceso de titulados. Pues bien, la oferta de las universidades públicas en España es de 1.000 plazas en Matemáticas y 9.600 en Infantil.
¿Quien planifica en este país?. Parece que nadie. Los partidos políticos están más pendientes de lo suyo a cuatro años vista, que del futuro de la nación y sus ciudadanos a medio y largo plazo. Porque un médico tarda una década en formarse. No se puede 'fabricar' para mañana. Tampoco se deben generar miles de titulados que luego no encuentran oportunidades de trabajo. La sobrecualificación, el subempleo, conduce a los jóvenes al desencanto, por si no tenían bastante con las bajas remuneraciones y la imposibilidad de acceder a la vivienda, por citar dos de sus principales preocupaciones. No nos sorprendamos de que se radicalicen cuando la sociedad les ha fallado.
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