Madrid Alfa, Beta, Gamma
Una meditación sobre los cuarenta años de relación de la autonomía de Cantabria con la ciudad de Madrid, los poderes centrales y la región madrileña
Pongamos que hablo de Madrid. Pues la meditación sobre cuarenta años de autonomía de Cantabria no puede pararse en la nula coordinación establecida con Castilla, ... sino de que debe avanzar al examen de la relación con eso que llamamos 'Madrid'. Y es que Madrid, como el ser de Aristóteles, se dice de muchas maneras. Una gran ciudad con la que ha habido conexiones cada vez más estrechas a medida que las comunicaciones pasaban de la diligencia al ferrocarril y después a una red viaria medio decente (aún no concluida, porque hay políticos que no entienden lo importante que es la línea Aguilar-Burgos para toda España). Al mismo, tiempo, la sinécdoque del poder allí residenciado desde Felipe II. 'Madrid' es el gobierno central, fuente de poder, nombramientos, dineros. No es propiamente Madrid geográfico, sino una localización de la concentración de los poderes nacionales. Así, lugar central para partidos, sindicatos, grandes empresas, federaciones, asociaciones y muchas otras entidades.
Y al mismo tiempo que Cantabria se convertía en autonomía, también la provincia madrileña, con su Aranjuez, su Chinchón y su Escorial, se convertía en comunidad regional. Así podríamos, para no confundirnos, poner apellidos griegos a estos 'madriles' diferentes y referirnos al Madrid Alfa (la ciudad), el Madrid Beta (los poderes centrales) y el Madrid Gamma (la autonomía madrileña). Por razones de obvia actualidad, los presupuestos del Estado para 2022, empezaremos por Beta.
La relación con el Madrid Beta siempre ha sido paradójica. Por su dimensión voluntariamente reclamada, Cantabria no puede prosperar sin el favor de este Madrid, ya que no hay recursos suficientes en la región o, para haberlos, debería haber emprendido hace tiempo un rumbo mucho menos conformista, clientelar y bucólico. Por otro lado, esa misma dimensión hace que pinte poco ante Beta, por lo que necesita la tensión de la reivindicación. Es decir, plantarse seriamente de vez en cuando, pero sin llegar al bloqueo irremisible. Esto lo han hecho casi todos los presidentes de la autonomía, de los diversos partidos, y no tiene nada que ver con actitudes personales: se trata de una situación estructural, porque sin Beta no eres nada, pero si no pataleas Beta ni se da cuenta de que estás en la sala España.
Naturalmente, esto hubiera exigido por nuestra parte más que las reclamaciones indignadas a 'Madrid', a conveniencia de coyuntura partidaria. Quiero decir que hubiera requerido convencer a Beta de nuestra función para el conjunto de España. En su día la Corona optó por Santander como alternativa al puerto bilbaíno. El Canal de Castilla tenía intención de exportar la producción meseteña al Atlántico. El ferrocarril Santander-Alar modernizó esas posibilidades y dio lugar a una nueva era de desarrollo. Beta fortaleció el puerto y también creó industria naval en Campoo, lejos de los cañones ingleses. La propia Familia Real eligió Santander para el veraneo, atrayendo a los VIPS de España. Más tarde, Beta favoreció la creación de Sniace y las Ferroaleaciones de Boo. La lista completa desbordaría este espacio ya largo (podríamos incluir la UIMP), pero ustedes ya me entienden el concepto. No es que Madrid nos 'diera' algo que 'en justicia' nos correspondía, sino que encontró que éramos, en algunos aspectos 'muy interesantes' para España. Ese relato no lo hemos hecho, porque no hemos querido construir nuestra identidad como un nivel articulado en proyectos de España y de Europa. Un ejemplo de lo que se logra con otra estrategia podemos verlo en la creación de varios institutos científicos vinculados a la UC, en hidráulica ambiental, biomedicina, física o prehistoria. No están ahí porque los 'merecíamos', sino porque 'valen' para España.
La relación con el Madrid Alfa, la ciudad, ha sido por su parte francamente pobre en estas cuatro décadas. No había mejor escaparate, ni poblado por más cántabros triunfantes en el Manzanares, para atraer inversiones a Cantabria. No es que no haya venido ninguna, pero si hacemos un balance el resultado seguramente es irrisorio cuando se compara con el potencial. (Ahora nos está pasando también con Gamma, por nuestra desatención al enorme cinturón en torno a la capital). No es explicable que después de cuarenta años no haya muchas más filiales cántabras de negocios madrileños, o que no sea cada viernes por la tarde una invasión tremebunda de madrileños deseosos de disfrutar de Cantabria incluso si está oscuro y llueve a rabiar.
En cuanto a la autonomía madrileña, sería faltar a la verdad decir que ha existido algo más que una cortés relación institucional. No hemos querido explorar jamás qué podría ganar Valdecilla vinculándose más a la sanidad de Madrid, o nuestro puerto a sus parques industriales, o nuestros empresarios con una buena entrada a programas para expandir actividad en la región madrileña. No hemos tenido nunca un 'Plan Madrid' en este sentido, debemos confesarlo, y la prueba es los malos y caros aviones que hemos tenido siempre, así como el haber especulado con un tren con Bilbao en vez de, con ayuda de Gamma, convencer a Beta del tren Madrid-Santander, que como dice nuestro presidente tiene consignaciones «ridículas» en todo un 2022 y ha sido excluido de una red transeuropea de transporte. Solo los más jóvenes llegarán a verlo, hay que resignarse ya. Y sin embargo, la evidente conexión mutua entre cántabros y madrileños se manifiesta a la mínima ocasión. Son regiones que se gustan mutuamente, y cuya personalidad no está marcada ni por sombras engañosas de viejos reinos ni por eternos complejos sobre si otra lengua oficial debe ser o no prioritaria. Son ciudadanías sincréticas, sin pretensiones étnicas. Ello las hace propensas a entenderse rápidamente sobre España. Y como Gamma a menudo tiene vara alta en Alfa y en Beta, la no coordinación con la comunidad de Madrid supone un gran déficit añadido para la de Cantabria. Es un recurso valioso que se desaprovecha. Ahora vamos a castigar a Gamma subiéndonos nosotros también el impuesto a las herencias. O sea, no estamos tratando de literatura fantástica, sino de política 'fantásmica': vamos a reducir el poder de compra a nuestros turistas potenciales. Huyuyuy.
El próximo sábado, Hormaechea.
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