No todo vale
La política española está cada vez más radicalizada, pero hay límites que no deben sobrepasarse, y uno de ellos es la utilización electoral del terrorismo
No es ningún secreto que la política española está cada vez más radicalizada, por lo menos en su versión dialéctica, y los periodos electorales son, ... precisamente, terreno abonado para los exabruptos. Sin embargo, hay límites que no deben sobrepasarse, y uno de ellos es el terrorismo, ese fenómeno dramático que asoló España durante 50 años y que consiguió ser abatido hace ya diez años bajo el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero. A pesar de que somos ya un país de paz, la derecha española se empeña una y otra vez en sacara relucir a los muertos como arma electoral. Ya lo hizo durante la pandemia, en la que los sectores mas extremistas de la derecha pretendían denigrar al presidente del Gobierno llamándole 'el enterrador'; esa fue toda su contribución patriótica con España en esas dramáticas circunstancias. Siempre igual, la descalificación grosera y zafia, el insulto de trazo grueso, la crispación calculada que nada tiene que ver con la crítica constructiva.
En esta ocasión, la oportunidad viene de la mano de una gracieta de mal gusto, el famoso «que te vote Txapote» que con jolgorio vociferan desde la derecha y extrema derecha. En España se dice que con las cosas de comer no se juega, bueno, pues con las cosas de morir tampoco. Txapote asesinó, entre otros muchos, a los populares Miguel Ángel Blanco y Gregorio Ordóñez y al socialista Fernando Múgica, pero la figura de Txapote se está utilizando hasta tal punto que se ha conseguido dividir por dos a las víctimas del terrorismo, porque usar a Txapote como un eslogan electoral es una profunda falta de respeto a los asesinados.
Hace unos días la hermana de Gregorio Ordóñez pidió públicamente que cesara la utilización partidista de las víctimas y que no se volviera a decir eso de «ETA sigue viva», que no deja de ser un ataque a la verdad, pero algunos familiares de víctimas han respaldado y alentado el uso de ese lema, y especialmente favorable al mismo se han mostrado Mari Mar Blanco, que ha hecho una fructífera carrera política como diputada por el PP en el Parlamento Vasco, diputada en el Congreso, diputada en la Asamblea de Madrid y asesora en el Ayuntamiento de Madrid, o Ángeles Pedraza, expresidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que ha ocupado todo tipo de cargos en la Administración autonómica de Madrid, como hizo en su día Santiago Abascal.
Uno ya no sabe si la fidelidad y devoción al partido que les da de comer hace que ciertos familiares de víctimas pierdan la perspectiva y entren al juego sucio de frivolizar con el terrorismo del pasado, enfrentándose a otros familiares de víctimas; supongo que si no tienes más profesión que la política y vives de ello, te mimetizas con el discurso radical de tu partido, porque de ello depende tu economía, pero lo que es indiscutible es que ese desafortunado lema ha ensuciado la que hasta ahora era una fraternal relación entre quienes tuvieron la desgracia de tener un familiar asesinado; ese es el demérito del que se deberían avergonzar tanto el inventor de tan desdichada frase como los políticos que le han seguido el juego.
Hace unos días, Mari Mar Blanco declaró que «Miguel Ángel Blanco pagó con su vida el precio de la dignidad». Mucho me temo que algunas asociaciones de víctimas y algunos familiares lo que están haciendo es, precisamente, dilapidar y ensombrecer ese legado de dignidad que recibieron. Por esa razón, quizás sea el momento de decirles lo que ellos mismos gritaron tantos años atrás: ¡basta ya!
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