Un año ominoso

Hemos despedido el 2020 con un indisimulado corte de mangas. Tanta muerte, tanto dolor, tanta tristeza. Tanta violencia verbal en ocasiones. Pero al mismo tiempo, ... de solidaridad también por la entrega de cantidad de ciudadanos que desde su ámbito profesional o desde el voluntariado se implicaron en la ayuda de los más afectados por la pandemia, no sólo respecto a la enfermedad sino también a las consecuencias referidas a la situación económica. Como sucede en la vida con frecuencia, paralelamente a la tristeza se han dado motivos de alegría para algunas personas que, en medio de un panorama desolador, parecía que no querían exteriorizarla. Quienes tuvieron el esperado hijo, los que publicaron un primer libro, los que recibieron un premio por sus trayectorias o creaciones artísticas (he sido testigo de la alegría con la que recibió el autor de un poemario un premio en el que se impuso a cerca de quinientos participantes), los que consiguieron vencer en una competición deportiva para la que se habían preparado con esfuerzo (los jugadores que en sus respectivos deportes conquistaron la liga), los que acabaron sus estudios, los que consiguieron un trabajo, los que superaron una grave enfermedad... Para ellos, en su memoria, el año ominoso tendrá otro significado, por más que siempre estará asociado al año en que fuimos conscientes de nuestra vulnerabilidad. Desde la conciencia de nuestra fragilidad, con ánimo y esperanza, debemos enfrentarnos a los proyectos aplazados, con la sombra del recuerdo de los que nos dejaron y procurando evitar los errores cometidos en la gestión de la pandemia. Debiera ser como un acto de desagravio con los fallecidos, especialmente los mayores que murieron en la soledad más sobrecogedora.