No robarás
La izquierda radical vuelve a lamentarse de la decepción de un gobierno socialista
El movimiento del 15M, al que, en alguna ocasión, hemos definido aquí como la misma catequesis con distintos curas, afirmó su fe en el cambio ... total de las cosas y proclamó la crisis final del capitalismo. Es lógico. Mientras conservó el poder en manos de Rodríguez Zapatero, la izquierda pretendió confiar en los presupuestos que le proporcionaba el 'Régimen del 78'. Cuando empezó a asomar la mayoría absoluta de Rajoy –consumada apenas unos meses más tarde–, quiso terminar pronto el partido y llevarse el balón a casa. No dudamos de las mejores intenciones de algunos indignados durante aquellas asambleas de supuesta horizontalidad en la impugnación de las injusticias sistémicas, pero el sentido del movimiento, su programa máximo, era otro.
Lo enunció el malogrado Errejón: lo importante en estos casos es el 'núcleo irradiador', es decir, ahondar en la raíz de la propia tradición política: la necesidad de controlar la revolución, de domesticarla y, eventualmente, de adormecerla para sustituir la rabia de la masa por los designios del Politburó. Y añadió que, al fin y al cabo, el 15M proponía cosas que no podían ser, como la circunscripción única en las elecciones generales o la Educación centralizada. Ya se encargarían ellos de dotar a la indignación del contenido habitual de la izquierda, con unas gotitas de peronismo y querencia plurinacional. En España, no se escucha a los ciudadanos, se los apacienta.
El reciente reproche (sin mayores consecuencias) que dirigió Gabriel Rufián a Sánchez en sede parlamentaria alcanzó su clímax con la siguiente fórmula: «La izquierda no puede robar». Los reyes (perdón, los republicanos) catalanes del golpe de estado étnico contra la democracia española se erigen en jueces morales en Madrid. Y la socialdemocracia se lo permite porque, claro, si no es Sánchez, serán Feijóo, Abascal, Musk y Florentino. La izquierda radical electoralmente operativa vuelve a lamentarse de la decepción de un gobierno socialista. Ahora, es tiempo de reemplazar al personal y de ocupar el sitio de Yolanda Díaz; en definitiva, de estimular la protesta contra la ultraderecha y recuperar el lugar más plácido: la 'durísima' indignación desde la izquierda. Fecunda revuelta embridada, con pingüe salario a final de mes.
Pero, la estrategia es aún más corrosiva en su verbalización. La imposibilidad de los progresistas para el latrocinio, contestada por la realidad y enunciada por Rufián en una sesión en la que, precisamente, se analizaba del latrocinio de los progresistas, es una forma retorcida de querer reducir lo asumible en política al ámbito de los partidos a la izquierda (es un decir) del PSOE y los independentistas. El resto, la derecha, para él –para ellos– es el mal. Deshumanizan que da gusto.
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