Peor imposible
Como todas las crisis en España, la gente normal se ha convertido en excepcional
En junio de 2035 un hijo le preguntará a su padre: papá, cuéntame otra vez cómo fue lo que viviste con el covid. Y, ... el padre, le contará la siguiente historia: «Como sabes, el virus se extendió desde China y desangró vidas y economía en todo el mundo pero, en España, ni el mismo Kafka lo hubiera hecho mejor. Tuvimos que padecer la peor política que se puede hacer en un país: errores, desfachateces, cambios de parecer, instrucciones contradictorias, voces discordantes, ausencia de expertos, mentiras descaradas, excusas injustificables, miles de muertes que se hubieran podido evitar, arrogancia del poder que no reconocía sus errores, ausencia de medios sanitarios y ausencia de ideas para poderlo remediar, manipulaciones, clientelismo político (gestión por los votos no por el buen gobierno), ruindad en las provocaciones de todos para todos, miserables que se aprovechaban de las circunstancias para legislar en su propio beneficio, protestas callejeras con violencia y robo como mayor justificación, ciudadanos hartos de sentirse como marionetas, empresarios poco a poco entrados en ruina, negocios a la deriva, personas mayores solas en sus casas, el miedo campando por sus respetos aislando a las personas, a los amigos, a las familias.
Cuatro olas tuvimos que soportar, tantas como las oleadas de «impuestos», nadie, ni la OMS, ni los supuestos expertos, ni los que sí que lo eran, nadie fue capaz de explicar el comportamiento de lo inexplicable (tardaremos décadas, siglos, en llegar a saber cómo se comportan los virus). Teníamos a un Simón que hacía buena la canción de Radio Futura, que se permitía el lujo de sentenciar una semana y lo contrario a la siguiente; la capacidad predictiva del Gobierno era igual de eficiente que el conjunto de las verdades que trasladaban a la población. Todo se resolvía con aislarnos, compartimentando nuestras vidas, el ocio y el negocio; fue un tiempo de ausencia de ideas, de abundancia de afectados y de exceso de muertes y de esfuerzos por parte de todos los profesionales de la salud y la seguridad civil y militar.
Como en casi todas las crisis en España, desde tiempos inmemoriales, la gente normal se convirtió en excepcional, fuimos los que sacamos las castañas del fuego, los que sufrimos, con demasiado silencio y sumisión, los politiqueos de gobernantes y opositores que se olvidaban de sus gobernados en sus peleas clientelares. Fuimos gobernados con petulancia, distancia, ignorancia y equidistancia, con lo políticamente correcto para la galería y la inutilidad de las decisiones para el día a día. El virus campó por sus respetos durante dos años y medio, como lo hizo su antecesor, cien años antes y hoy, el olvido se ha asentado en nuestras mentes, a la espera de la siguiente crisis». Colorín colorado, este cuento se ha acabado..., de empezar.
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