Trampantojo personal
Lo único valioso es lo que sienten quienes quieres y te quieren
La palabra trampantojo proviene del francés y significa 'trampa ante el ojo' y es una técnica pictórica que intenta engañar a la vista jugando con ... el entorno arquitectónico, consiguiendo una realidad intensificada. En nuestras ciudades hay ejemplos de esa realidad simulada con creaciones, en muchos casos, de gran valor artístico.
Utilizando esta palabra le he asociado el apellido personal para centrarme en las personas que muestran una realidad que parecen ser lo que luego, en realidad, no son. El trampantojo personal es una simulación de la realidad, un fingimiento, una alteración que se sitúa en el lado opuesto a la transparencia. De hecho, el peor trampantojo personal es el que consigue transmitir la sensación de transparencia desde una realidad que no existe como tal. Muchos trampantojos artísticos se han realizado sobre paredes que, previamente, estaban en muy mal estado o en laterales desnudos de algunos edificios y lo mismo sucede con las personas 'trampantojadas'.
El engaño, la simulación de estas personas tiene mucho que ver con el fingimiento, con la edulcoración de una amarga realidad o con la trampa inocente (cual serpiente K del 'Libro de la Selva') para que caigamos en ella, sometidos a una realidad que no es tal. La transparencia consiste, precisamente, en que nadie se lleve a engaño sobre nuestra propia realidad. Esta realidad contendrá una proporción de fortalezas y de debilidades; nos hará mucho más humanos, dentro de todo lo imperfectos que somos, todos, sin excepción.
Muchos de estos comportamientos ficticios están entroncados con las apariencias. Este es uno de los males endémicos de nuestra sociedad: guardar las apariencias. Y, ¿qué son las apariencias? Tan sólo lo que, en el imaginario colectivo, se supone que debe ser la realidad de nuestras vidas (trabajo, familia, pareja, hijos, etc.) Preservar esa imagen, intachable para el ojo ajeno, es una auto exigencia que provoca el sufrimiento de muchas personas durante el fingimiento y también cuando este se desvanece por la cruda realidad. Lo que verdaderamente hay que guardar es la satisfacción de vivir según nuestro propio criterio y con independencia de lo que piensen unos demás que ni nos van, ni nos vienen. Lo único valioso es lo que sienten quienes quieres y te quieren, el resto es un imaginario colectivo que ejerce como jueces de un comportamiento que, ellos mismos, serían los menos indicados para juzgar. Quienes más juzgan o critican las apariencias de los demás lo hacen por cubrir sus miserias o para aplacar la insatisfacción de lo que quisieron hacer y no se lo permitieron. La conclusión relevante es que si vive 'trampantojado' será más infeliz, engañará a su entorno hasta el momento en que la realidad se antoje sobreponerse y, en ese momento, su realidad se hará, aún, más imposible de soportar. Las apariencias engañan.
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