El vuelo rasante de la política
Un arriesgado acuerdo del PSOE con Podemos y el independentismo u otras elecciones inciertas, una desmoralizante disyuntiva en situación de crisis económica e institucional
Jesús Serrera
Santander
Domingo, 8 de septiembre 2019, 08:28
Cuando ya se acerca el final del largo peregrinaje por desfiles, procesiones, fiestas y romerías que fatigan el calendario estival, la política cántabra sigue como ... al principio del verano, con la atención sobre los asuntos regionales a medio gas y en plena incertidumbre sobre el paisaje nacional. Todos hacen cábalas, pero ninguno se la juega a si avanzará la legislatura mediante un acuerdo del PSOE con Unidas Podemos y el independentismo o si en otoño aguardan las cuartas elecciones generales en cuatro años que a lo peor tampoco clarifican la situación
División de opiniones en todos los partidos. Entre los socialistas, predominan los esperanzados en que Pablo Iglesias terminará por rendirse y apoyar la investidura de Pedro Sánchez y un Gobierno monocolor del PSOE con las 370 propuestas que recogen casi todo el discurso de la izquierda, incluido el aumento del gasto público a costa de más impuestos, cuando ya se han disparado las alarmas de una nueva crisis económica. Pero tampoco faltan los que intuyen que el presidente en funciones ya tiene decidido convocar elecciones. Lo malo es que incluso un crecimiento considerable en las urnas, que eso está por ver, seguramente no le garantizará librarse de Unidas Podemos para gobernar. En fin, lo que hagan Pedro Sánchez y su estratega de cabecera, Iván Redondo, estará bien hecho, vienen a concluir los socialistas cántabros. Fe y disciplina a partes iguales.
Tampoco la izquierda radical, tan desguazada en Cantabria después de la primavera electoral, tiene un pronóstico común sobre el devenir de la política nacional, ni siquiera hay acuerdo sobre lo que procede: desde el oficialismo que respalda la firmeza de Pablo Iglesias y su núcleo duro al exigir al PSOE un Ejecutivo de coalición a los que se inclinan por aceptar con un acuerdo programático y eludir el eventual avance de la derecha en unos nuevos comicios. Por no hablar de los que más sibilinamente apuestan por apoyar la investidura de Sánchez sin exigir grandes contraprestaciones y desde el día siguiente hacerle la vida imposible desde la oposición hasta desembocar en las elecciones, pero con el PSOE mucho más desgastado que ahora.
El centro-derecha, a la expectativa. El PP y Ciudadanos denuncian la incapacidad de Pedro Sánchez para armar un Gobierno estable y al tiempo se llevan las manos a la cabeza ante la posibilidad de que el PSOE afronte el futuro de España con Podemos y el independentismo como compañeros de viaje cuando se divisa el negro horizonte de la recesión económica, con indicadores tangibles, también en Cantabria, con el incierto Brexit y la inminente sentencia del 1-O que a buen seguro hará más convulso el conflicto en Cataluña. Ni al Ciudadanos de Albert Rivera ni al PP de Pablo Casado se les ha visto dispuestos a evitar ese polvorín con su abstención en una investidura de Pedro Sánchez ni al líder socialista inclinado a entablar un diálogo con las fuerzas constitucionales, sino que prefiere avalar el pacto con Bildu en Navarra y con Junts per Catalunya en la Diputación de Barcelona.
Sobran los motivos para que a la España paralizada desde hace tanto tiempo y amenazada más que nunca por tantos peligros económicos y políticos se acogiese a un gran acuerdo constitucional del PSOE con Ciudadanos, con el PP, o con ambos, pero por desgracia no van por ahí los tiros. Priman por todas partes los cálculos partidarios por encima de los intereses nacionales, los egos enormes de los líderes pequeños, la política sectaria y sin altura, el vuelo rasante e irresponsable.
En Cantabria, Revilla y el PRC son los que más alientan que se llegue a algún tipo de acuerdo que propicie la investidura de Pedro Sánchez y evite las elecciones, con más fuerza incluso que el PSOE, que naturalmente deja las manos libres al presidente en funciones para que maniobre como quiera. No es de extrañar que el regionalismo se entregue a la causa porque toda su apuesta política se resume en que Sánchez repare la deuda histórica del Estado con Cantabria, en materia de infraestructuras y financiación. El animoso Mazón, único aliado del PSOE en la fallida investidura de julio, presume que su voto ya ha dado beneficios en el avance administrativo de los proyectos que reclama Cantabria, pero son más bien gestos que requieren ulteriores confirmaciones en forma de partidas multimillonarias en los Presupuestos del Estado.
Después de comer en Santander con Sánchez y sin Zuloaga –que se note la jerarquía–, Revilla olfatea que en otoño el PRC se verá obligado a pedir el voto para, cuando menos, reeditar el hito del escaño regionalista en el Congreso. En realidad, ese pálpito electoral le ha acompañado todo el verano: mientras firmaba autógrafos en Peña Herbosa en las mañanas domingueras, cuando se daba los baños de popularidad de las fiestas locales y hasta en la bronca sobreactuada que le ha echado al camarero que insultó al presidente Sánchez casi a las puertas de la sede socialista de la calle Bonifaz. Revilla, siempre en campaña.
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