El yate de los náufragos
En 2020, la Cantabria oficial ha tenido superávit mientras la Cantabria real se arruinaba. Un ejercicio de insolidaridad camino del 40º aniversario autonómico
Iba a contarles hoy la historia de una víctima del fascismo, pero la actualidad manda y debo contar, en su lugar, la de una víctima ... de la democracia: el pueblo de Cantabria. Pues la democracia también tiene sus víctimas, ya que no garantiza el acierto, sino solo la libertad de acertar... o equivocarse. Lo bueno es que los errores se pueden criticar y corregir más rápidamente, mientras que en otros regímenes tienden a cronificarse.
Cantabria ha sido víctima de un acontecimiento difícil de explicar. En una situación dramática de su economía y mercado laboral, con la necesidad de realizar considerables gastos extra en sanidad y educación por la pandemia, y sin que desde Bruselas existiera ningún freno a la generosidad en el gasto público, resulta que el Gobierno de la comunidad cerró el ejercicio de 2020... ¡con superávit de 65 millones de euros! Usted puede imaginarse lo que habría sido ese dinero, casi un 0,5% del PIB cántabro anual, inyectado en la sufrida hostelería, en los parados más vulnerables, en cheques de apoyo al comercio y los autónomos, en tabletas o portátiles para los estudiantes confinados... Todo eso se podría haber gastado y, aun así, la autonomía hubiese terminado el año en equilibrio presupuestario.
Algunos que clamaban contra los recortes, cuando Bruselas no permitía gastar, incurren ahora en superávit, cuando Bruselas les deja gastar lo que deseen. Es una falta de criterio sobre las obligaciones mínimas de la clase política respecto de la ciudadanía: pues perfectamente Cantabria podría, y debería, haber incurrido en un déficit al menos de un punto del PIB para sostener a sus pymes y a los trabajadores más afectados por la coronacrisis, aunque fuese, como decía el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, tirando dinero desde un helicóptero.
El informe emitido el pasado mes de abril por la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) sobre los presupuestos cántabros es muy claro. En 2020 «el gasto no asociado a covid se ha ejecutado por debajo del nivel de 2019» (página 10 del informe), y para este año 2021 la Airef estima que será también bastante menor al que figura en la ley presupuestaria. Dicho en cristiano: la Administración autonómica se ha esforzado sólo en la lucha sanitaria directa contra la pandemia y en la atención educativa, mientras que todo lo demás se lo ha tomado con verdadera calma mientras la sociedad se asfixiaba. Y además se les ha subido el sueldo un 2%, mientras los sectores privados veían a sus trabajadores irse al desempleo o a un ERTE. La Cantabria oficial ha tenido superávit mientras la Cantabria real se arruinaba. Un incomprensible ejercicio de insolidaridad.
El superávit, sorprendentemente, no ha producido autocrítica, sino, pásmense, «euforia». El himno ahora es la canción de Loreen que ganó Eurovisión. Hemos resistido no sé cuánto y vamos a recuperarnos antes que no sé quién. Desde la pequeña autoridad que tenga ante ustedes por haberme mostrado disconforme alguna vez incluso con el INE y el Icane sobre el PIB de Cantabria, discrepancia en la que el tiempo vino a dar la razón al pobre periodista porque la verdad es una señora sin amistades influyentes ni diccionario de autoridades, imagino que disculparán que arriesgue una consideración hoy. Si yerro, habrá sido buena noticia para Cantabria, y lo reconoceré jubiloso.
En la serie de la Airef sobre la evolución de la economía de Cantabria, se ve cómo el indicador de volumen del PIB cántabro fue inferior al español durante 19 trimestres consecutivos, concretamente del segundo de 2015 al primero de 2020. Esto es mucho tiempo y revela una mayor fragilidad de nuestro sistema productivo en comparación con el nacional. Y que no se aplican las políticas económicas adecuadas para enmendarlo (por culpa mancomunada de todos nosotros, que somos los votantes).
El covid cambió esto de repente, pues España cayó más que Cantabria, no por mérito ninguno de Cantabria, sino porque el confinamiento nacional de primavera hundió a las comunidades que viven de eventos empresariales y turismos masivos. Recordemos las cancelaciones en Barcelona, Valencia o Madrid, los graves impactos en País Vasco y Navarra o la pérdida de parte de la temporada en el Mediterráneo y las islas. Ni Fallas ni Sanfermines, ni nada. Nuestro PIB también se desplomó, pero el conjunto de España lo hizo más, por estos factores. Desde entonces hasta aquí, sigue un poco por debajo de nosotros, pero, y este es un 'pero' significativo, esa diferencia se va reduciendo ostensiblemente a medida que España se reactiva. De la distancia de 3,1 puntos de la primavera de 2020 hemos pasado a solo 0,6 en el trimestre invernal de 2021.
Así lo previsible es que, una vez salvada la coyuntura crítica del corona y el primer 'estrincón' al alza, vuelva a imponerse la tendencia de fondo, que es el declive relativo de la economía de Cantabria en ausencia de cualquier programa coherente de desarrollo regional. Bastará con la activación de los grandes mercados para que cambie la posición relativa. Y si encima la Administración cántabra se niega a gastar su propio presupuesto y termina los ejercicios con superávit y «euforia», pues ya me dirán qué porvenir.
No quiere esto decir que Cantabria no vaya a crecer, sino solo que no se ponen los instrumentos para crecer cuanto se necesita. Autonomía 2020: un yate rodeado de náufragos flotando en el mar, pero que hizo un gran ahorro en botes de salvamento. Habrá que preguntar a los náufragos, dado que son además copropietarios del yate y acaban de saber que había una fortuna en su caja fuerte para rescatarles del agua, al menos a unos cuantos.
Recordemos el fundamento: en recesión es obligado el déficit, en crecimiento consolidado es cuando se buscará el equilibrio. De ahí que Bruselas haya dicho que hasta 2023 habrá flexibilidad. Pero se queda uno anonadado: esta es la segunda recesión que vamos a «combatir» (?)... restringiendo el gasto público. O sea, curamos el hambre con ayuno. Puede usted santiguarse todas las veces que quiera, y serán todavía pocas.
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