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La iglesia de San Jorge, ubicada cerca del palacio de Los Hornillos, es uno de los principales reclamos de Las Fraguas. Andrés Fernández
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Estampas de Verano ·

La villa de Las Fraguas, en el municipio de Arenas de Iguña, fascina a los turistas con su iglesia de San Jorge y el palacio de Los Hornillos

javier gangoiti

Santander

Viernes, 31 de agosto 2018, 07:23

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Lo tienen delante y no lo ven, le pasa a todo el mundo. Hay neoyorquinos que no han visitado nunca la Estatua de la Libertad, ciudadanos de Río de Janeiro que no han visto de cerca el Cristo Redentor, o parisinos que no han entrado todavía en la catedral de Notre Dame. Ya lo dicen los ingleses: «La hierba es siempre más verde al otro lado de la valla». Por alguna razón, seduce más lo ajeno, lo que está a una mínima distancia de casa. Como si no hubiera reclamos suficientes que visitar en un radio de pocos kilómetros. Cantabria no se libra de esta creencia. La región puede presumir de uno de los patrimonios turísticos más atractivos y, pese a todo, muchos ciudadanos no conocen infinidad de los puntos que hacen relucir esa medalla. Todos han visitado antes o después tesoros como Santillana del Mar, Comillas o Potes (faltaría más), entre otros destinos ineludibles. No obstante, si algo tiene Cantabria es su capacidad para asombrar a los visitantes hasta en los lugares más recónditos, por diminuto que aparezca su nombre en el mapa.

Uno de esos destinos es Las Fraguas, pequeño pueblo del municipio de Arenas de Iguña. Allí, donde el silencio se impone en el día a día de sus 150 habitantes, permanecen desde hace más de un siglo dos de los reclamos más interesantes de la región. La iglesia de San Jorge y el palacio de Los Hornillos concentran un paisaje muy destacado en el patrimonio regional. Lo saben bien los excursionistas que aguardan en el tren antes de llegar a la estación. Sus cámaras delatan la intención de la visita. No puede faltar de nada para perpetuar la estampa. La insistencia, aunque irritante, está justificada. Las Fraguas promete un álbum de fotos a la altura de cualquier destino en todo el mundo.

De pronto se oye el sonido de los frenos del tren parando en la estación. Al fin. Varios excursionistas bajan del vagón en medio del silencio. Se nota que es temprano por la mañana. La bruma se apropia del ambiente y todo adquiere un aspecto misterioso, más si cabe durante la larga recta que conduce a los dos grandes atractivos del pueblo. Tal vez fuera eso precisamente lo que buscaba el director Alejandro Amenábar y su equipo cuando acomodaron aquí su instrumental de rodaje. Entre el año 2000 y 2001, el director pensó en el palacio de Los Hornillos, ubicado en una extensísima finca a la derecha de esta paseo, para rodar 'Los otros'. La película, protagonizada por Nicole Kidman y premiada con ocho premios Goya, inmortalizó la espectacular mansión, levantada entre 1897 y 1904, para los exteriores de la trama. Su estilo basado en la arquitectura medieval de Inglaterra la hace realmente perfecta. Tanto es así que popularizó ese estilo hasta la década de los años 20 del siglo pasado y marcó tendencia en toda Cantabria. Hasta el propio palacio de la Magdalena se vio influido por su diseño británico.

No quedan ahí los atractivos de la mansión. En su interior se encuentran dos de las cuatro 'Esculturas orantes de los Acebedos', realizadas por Gabriel de Pinedo en 1617. Estas exquisitas figuras, Bien de Interés Cultural desde 2003, fueron trasladadas desde el palacio de Los Acebedos de Hoznayo a comienzos del siglo XX. Normal que Alfonso XIII pasara aquí los veranos antes de trasladarse a La Magdalena.

Al final de la recta se impone la espectacular iglesia de San Jorge. Esta capilla-panteón se construyó en 1890 sobre las ruinas de una ermita medieval y, desde que la cedieran los duques de Santo Mauro, sirvió como iglesia parroquial. A excepción del periodo de la Guerra Civil, cuando pasó a ser utilizada como prisión por el bando republicano. Su majestuosidad y sus 40 columnas impresionan y le ganan el sobrenombre de 'partenón'. De hecho es uno de los pocos edificios puramente neoclásicos de Cantabria.

Desde su posición, la finca se ve todavía mejor. La propiedad de Álvaro Fernández Villaverde y Silva, marqués de Santa Cruz y duque de Santo Mauro, es de más de 60 hectáreas y contiene todavía más tesoros en su interior. Sitio hay. Ahí permanece además la Casona de Las Fraguas, el edificio más antiguo de la hacienda, completa el patrimonio arquitectónico de un pueblo que ya forma parte de la historia del cine. Todo sin salir de Cantabria.

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